El Oktoberfest, más que una fiesta
mayor ebullición del Oktoberfest. Advierte que instalar una cervecería sólo por este evento es un error. El trabajo debe prolongarse durante el año.
Desde dos meses antes, la máquina de coser de Rosana Geisbühler Gubler (47) no para de confeccionar blusas, chalecos, vestidos o pantalones bordados con tiradores que utilizan los grupos de baile. Comienza su temporada alta, en la que genera ingresos que se equiparan al trabajo del resto del año. “Y no soy la única modista”, confía. La mujer espera seguir creciendo en este mercado: dedicarse casi exclusivamente al rubro e instalar un local con trajes típicos a la venta para los turistas.
Sin pisar el predio
Muchos de los vecinos que se benefician con la fiesta ni se arriman al predio cervecero. Alejandro Mencegue (20) tiene un quiosco en barrio Oeste. Su local ya existía cuando la fiesta se mudó a un par de cuadras. Por el frente de su negocio, los días pico pasan cientos de personas. “En comparación con el año pasado, bajó un poco la cantidad de gente y el gasto. De todas maneras, es una ayuda que tiene el pueblo en sí”, asegura. “Sin el predio, esta es una zona perdida”, dice. Durante el Oktoberfest, abre a las 10 y no para hasta la madrugada. En carteles, ofrece “combos al paso”, como latas de cerveza con empanadas a 100 pesos o choripanes con papas a 150 pesos.
“El que no trabaja por el Oktober es porque no quiere”, comenta un vecino, que para afrontar una deuda decidió instalarse con su auto y unas conservadoras a la salida de un boliche, durante la madrugada, y ofrecer, a 100 pesos, un sándwich de jamón y queso con una lata de cerveza. Vendió 300 el primer fin de semana y 1.200 el segundo. Directa o indirectamente, el evento representa una ayuda económica para mucha gente.