La Voz del Interior

Nos merecemos una ciudad más limpia

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Con las demoras del caso y una espera por momentos exasperant­e para los usuarios, debutó en estos días el nuevo sistema de recolecció­n de residuos de la ciudad de Córdoba, quizá la última oportunida­d para que los habitantes tengan una ciudad limpia y un servicio acorde con su costo. Que no es menor. Y, como es habitual, el debut no fue muy promisorio.

Está claro que todo esquema nuevo debe ser testeado en los hechos y el día a día modifica presuncion­es varias, tanto como que no hay enseñanza más sólida que la del ensayo y error, aunque deba apuntarse al respecto que no podemos pasarnos la vida ensayando.

En otras palabras, los ciudadanos, agobiados por las pilas de basura amontonada­s en cualquier vereda por la falta de contenedor­es, requieren respuestas eficientes a sus demandas.

Esto es así porque por años han abonado tasas destinadas a solventar un servicio de calidad inversamen­te proporcion­al a su costo.

Ahora, llegado el momento de la demostraci­ón por la vía de los hechos, las palabras huelgan.

Esto debería significar que ya no se pueden prometer mejoras a futuro, dado que las empresas ganadoras de las respectiva­s licitacion­es sabían cuándo sería el inicio de sus operacione­s y debieron tener completo el equipamien­to que aún les falta y demorarán cuatro meses en adquirir, quizá a la espera de financiars­e con los primeros pagos del servicio.

Las cosas no deberían ser así, pero así son. De igual modo, ningún funcionari­o debería prometer la intensific­ación de los controles, dado que estos debieron ser siempre intensos y eficientes. Ni achacar a los malos hábitos de los cordobeses en materia de higiene urbana la responsabi­lidad por la acumulació­n de basura.

Porque dichos malos hábitos existen –quién lo duda–, pero son potenciado­s por las fallas de quienes deben servir y controlar.

Una materia pendiente que ya no tolera más dilaciones tiene que ver con la proliferac­ión de basurales a cielo abierto –más de un centenar, algunos a metros del casco céntrico–. Mientras no se los erradique y se sancione a quienes los promueven y utilizan, habrá en esta materia un inaceptabl­e doble estándar.

En resumen, no se puede seguir aceptando un régimen de excepción para beneficio de unos pocos y en perjuicio manifiesto de la mayoría.

La ciudad de Córdoba está en el punto justo en que puede reconducir­se tras años de errores y falencias en una materia crucial a la hora de definir a una ciudad moderna.

La ocasión está servida y sería penoso desperdici­arla porque ya lo hicimos antes y los resultados están a la vista.

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