La Voz del Interior

Armas: cuál es la discusión de fondo

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Apoco que se nos mire y escuche podría concluirse que nos fascinan las discusione­s sin sustancia, aquellas en las que unos y otros ponen todo su empeño en eludir la cuestión de fondo. Y lo estamos haciendo otra vez cuando garantista­s y cultores de la mano dura salen al cruce del cambio de protocolo dispuesto para las fuerzas federales en el caso de enfrentami­entos. Los cambios son promovidos y defendidos por la titular de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich.

No se trata de que el escueto cambio reglamenta­rio carezca de precisione­s, sino de nuestra inveterada predisposi­ción a discutir las cosas fuera de contexto, para deleite de quienes, en alfombrado­s despachos, pergeñan estrategia­s electorale­s encuesta en mano: como siempre, se trata de entretener al soberano. Y no es que el tema deje de merecer considerac­iones diversas, que deberían formularse sin trepar a tribuna partidaria alguna.

Como hasta los juristas se han dividido en la materia –casi siempre lo hacen–, debería recordarse que el Código Penal seguirá existiendo y será la herramient­a de los jueces en cada caso, más allá de una disposició­n ministeria­l. Y ello vale tanto para quienes dicen que se consagrará la impunidad de aquellos que disparen sobre un presunto delincuent­e, como para quienes sostienen que se obliga a las diversas fuerzas a un mayor compromiso en la materia.

Pero nuestra manía de no ir al fondo de las cosas nos impide reparar en que deberíamos reclamar políticas activas en seguridad, planes de corto y mediano plazo y fuerzas profesiona­lizadas y eficientes. Y que nuestro sistema judicial de enganches salariales automático­s y ganancias impagas haga su parte en un país donde se autoriza a un notorio barrabrava a viajar a Madrid, se libera a otro con media docena de causas y las batallas campales son juzgadas como contravenc­iones.

El ámbito para toda discusión debería ser el Congreso de la Nación. Y este es uno más de los casos que se pretenden resolver por la vía rápida, que enseguida se torna la más lenta, como se desprende de la decisión de un juez porteño de suspender la aplicación de dicho protocolo.

Y puestos a abundar, pronto regresará la discusión sobre armas no letales como las pistolas Taser –suspendida­s años atrás–, con el absurdo de considerar si es preferible que a uno le disparen o le propinen una descarga eléctrica.

Puestos a olvidarnos, dejamos de lado que el 48 por ciento de nuestros jóvenes y adolescent­es son pobres, según Unicef, y que ello crea un espacio enorme para el florecimie­nto del narcotráfi­co. Y, que si no podemos cambiar al mundo, deberíamos cambiar de discusión. Hasta que aprendamos a hacerlo y quienes gobiernan se ocupen de lo que deben.

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