Bienvenido el debate
formatos vigentes en la subcultura mediática idealizada”, subraya Dapuez.
Villagra puntualiza que la serie da un pantallazo sobre la sexualidad en todas sus formas e incorpora las nuevas configuraciones familiares. Explica que la sexualidad adolescente se vivencia en muchas ocasiones de manera más o menos disociada. En la serie, igual que en la vida, representa para los pibes un desafío donde cada sujeto –dice la experta– “confronta con su propio enigma”.
“Aborda con mucha naturalidad la relación con el propio cuerpo, la búsqueda de goce, la relación con el otro sexuado, la asunción del posicionamiento sexual, la elección de objeto amoroso y las resonancias subjetivantes que esas operaciones implican en cada adolescente”, dice Villagra. Y agrega: “Retrata con humor típicamente británico –pero con una franqueza que la vuelve bien amplia– la sexualidad adolescente haciendo foco en sus dudas, miedos, tropiezos, escarceos o desencuentros en pleno magma pulsional”. Vivimos tiempos sensibles y delicados con respecto a la educación en la sexualidad y la afectividad de los niños y adolescentes. Bienvenido el debate, ya que venimos de otras generaciones en donde había mucha desinformación sobre el tema, aunque el problema sería irnos al otro extremo, cayendo
EN CÓRDOBA, COMO EN LA SERIE, LA MAYORÍA DE LOS PADRES DESCONOCE DE QUÉ MANERA VIVEN LOS ADOLESCENTES SU SEXUALIDAD.
en una sobreinformación y no poder avanzar en una saludable formación.
En este sentido creo que apuramos a los chicos. Antes no es sinónimo de mejor. Promovido por el avance de las redes sociales y la tecnología, pareciera que los chicos comienzan todo más temprano: su primer celular, sus salidas nocturnas, su contacto con el alcohol, su sexualidad.
La educación en la afectividad y sexualidad debería apoyarse, a mi entender, en valores como el tiempo y la paciencia. Tiempo para crecer y desarrollarse tanto física como emocional y mentalmente. Paciencia para comprender cabaldo mente los procesos. Recuerdo el caso de unos padres que me consultaron porque habían revisado el celular de su hijo de 10 años y habían encontrado en el grupo de WhatsApp de su clase varios videos pornográficos. Los chicos los recibían de las redes sociales y los reenviaban a sus amigos de quinto grado. Queda claro que no están preparados para procesar de manera sana todos los estímulos que se les acercan, a sólo un clic de distancia. Una educación integral comienza con la conciencia de cuidado y valor del propio cuerpo, y de respeto del otro en cuanto semejante. De la defensa de la intimidad de los chicos y del conocimiento y enriquecimiento de la diferencia de ser mujeres y varones. Comprender cómo es el desarrollo biológico, cómo piensa y siente el otro nos ubica en un plano de visión integral. De búsqueda de coherencia entre lo que pienso, lo que siento y lo que hago.
Veo a muchos chicos adolescentes que no logran establecer vínculos integrales entre ellos, sino más bien se usan de mutuo acuerdo. “Me comí a fulanito”; “Le redoy a menganita”, son expresiones habituales en ellos que denotan una mirada utilitarista y cosificada del otro y por lo tanto, de uno mismo.
El desafío actual creo que consiste en hacerles entender que esto no es una carrera: no existe una competencia por quién llega antes, porque como decía anteriormente, antes no significa que sea mejor.
Que sepan del valor de su originalidad, de hacerlos saberse especiales, como lo son cada uno de nuestros adolescentes.
Y que el diálogo con los seres queridos, adultos referentes afectivos (padres, docentes, no cualquier adulto) es el camino para empezar a entender y disfrutar del maravilloso mundo de los vínculos, del conocimiento del otro, del autoconocimiento, sabiendo que ellos sabrán aconsejar porque ya han vivido la etapa adolescente y fundamentalmente, porque los quieren.