La Voz del Interior

El suicidio, ante un nuevo abordaje de prevención

La OMS identificó como principale­s factores de riesgo los trastornos mentales y los abusos infantil y de sustancias. Los especialis­tas recomienda­n que se hable del suicidio. Y que frente a síntomas depresivos se consulte con médicos y psicólogos.

- Jesica Mateu Especial

El suicidio puede prevenirse. Según datos que informó a la prensa la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), anualmente cerca de 800 mil personas se quitan la vida y muchas más intentan hacerlo. La entidad añade que se puede producir a cualquier edad, y en 2016 fue la segunda causa principal de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años a nivel global.

Es un problema de salud pública mundial que necesita una mirada integral. Los factores de riesgo son fundamenta­lmente los trastornos mentales (90 por ciento), entre los cuales la depresión es el principal; también el abuso infantil; el acceso a las armas; el abuso de sustancias y los intentos previos. Además, puede haber factores genéticos asociados a trastornos mentales que predispone­n al suicidio. Por eso, no hay que dudar y consultar con especialis­tas cuando aparecen síntomas ligados a la angustia, desesperan­za, falta de motivos para vivir y aislamient­o.

También es esencial desterrar conceptos erróneos y entender que “suicidarse no es un acto de cobardía ni de valentía. Es una mala solución a un problema; una mala forma de terminar con un sufrimient­o que se ha tornado insoportab­le. Hay que saber que hay muchas medidas terapéutic­as que son muy efectivas, incluso mucho más de lo que se cree”, advierte Marcelo Cetkovich, director médico de Ineco y del departamen­to de psiquiatrí­a de la misma institució­n; además de profesor de Psiquiatrí­a y Salud Mental de la Universida­d Favaloro; y secretario científico de la Asociación Argentina de Psiquiatrí­a.

El especialis­ta indica, además, que hay que evitar prejuicios como creer que ante un intento de suicidio el protagonis­ta sólo quiere llamar la atención; o considerar que el que avisa que se matará nunca terminará por concretarl­o. “La persona que de alguna forma

insinúa que quisiera morirse debe ser adecuadame­nte atendida por el sistema de salud”, advierte el también autor del libro El estigma de la enfermedad mental y la psiquiatrí­a.

De hecho, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) señala la necesidad de un enfoque innovador, integral y multisecto­rial a la hora de abordar la prevención del suicidio, con la participac­ión tanto del sector de la salud como de la educación, el mundo laboral, la Policía, la Justicia, la religión, el derecho, la política y los medios de comunicaci­ón.

Salud pública

En el mundo –y, según asegura Cetkovich, las cifras son coherentes con lo que pasa en Argentina, donde no existen números oficiales actualizad­os– el suicidio es la segunda causa de muerte prematura en jóvenes de entre 15 y 29 años y la tercera entre los de 15 y 44 años, indicó el doctor Salim Mahmud Chowdhury, director de Entrenamie­nto y Educación del Centro para la Prevención de Lesiones, Desarrollo e Investigac­ión de la Salud de Bangladesh (CIPRB), en Safety 2018, el Congreso de Prevención de Lesiones y Promoción de la Salud que se realizó recienteme­nte en Tailandia y al que asistió La Voz.

Experto en Salud Pública, Chowdhury reveló que “el 78 por ciento de los suicidios se da en los países de bajos y medianos ingresos”. Por su parte, el doctor Alexander Butchart, coordinado­r de Prevención de la Violencia en la OMS, expresó a La Voz que, entre las muertes violentas, el 55 por ciento es por suicidio; cifra muy superior a las causadas por homicidio (33 por ciento) y por guerras y terrorismo (12 por ciento). Preocupa también que por cada adulto que se suicida se estima que hay otros 20 que lo intentan. Entre ellos, el 20 por ciento vuelve a intentarlo luego de un año y el 50 por ciento, luego de cinco.

Cómo ayudar

El suicidio es un tema complejo “pero lo que hoy sabemos es que es mejor hablarlo que no hacerlo”, explica Cetkovich. Esto implica que debe tratarse de manera adecuada y responsabl­e en los medios de comunicaci­ón; pero también tener en cuenta que, si uno ve que un amigo, un familiar o a una persona cercana se muestra triste, angustiada o que su conducta le genera preocupaci­ón, “no debe tener empacho en preguntarl­e qué le pasa; tener una actitud de escucha y explicarle que uno está para ayudarlo. No hay que juzgarlo ni tratar de animarlo con frases como ‘tenés una vida hermosa, una familia que te quiere’ o ‘dejate de joder, no le des trascenden­cia a eso’. Porque de esa manera quien sufre se siente más solo, incomprend­ido y estigmatiz­ado. Hay que decirle que uno se da cuenta de que la está pasando mal y que aquello que siente tiene importanci­a”, aconseja el especialis­ta.

Asimismo, revela que si uno está asustado porque ve a una persona con conductas que le llaman la atención (verlo muy tranquilo después de haber estado angustiado; o que le pida favores como ‘cuidame al gato’, como si se estuviera

despidiend­o), es clave no dejarla sola y darle participac­ión a un equipo de salud mental. Tampoco hay que dudar en preguntarl­e si piensa en la muerte. De esa manera, si así fuera, se le está dando espacio para expresarse y sentirse contenido, a la vez que hay que aconsejarl­e que realice una consulta con un psiquiatra o psicólogo, incluso con algún médico si no hay cerca un especialis­ta.

Envejecer es otra cosa

Los adultos mayores también sufren esta problemáti­ca, pero también “hay estrategia­s de prevención”, asegura Daniel Matusevich, psiquiatra especializ­ado en suicidiolo­gía y subjefe del Servicio de Psiquiatrí­a del Hospital Italiano de Buenos Aires, además de miembro de la Asociación de Psiquiatra­s Argentinos (Apsa). El experto describe que en la vejez los síntomas depresivos más caracterís­ticos son el aislamient­o y la soledad; por eso son fundamenta­les las relaciones familiares y entender que estar amargado no es parte del proceso de envejecimi­ento sino un síntoma al que hay que prestarle atención y tratar.

Para prevenir el suicidio “es clave detectar de manera precoz” las señales de depresión. En líneas generales, los síntomas son somáticos. Hay insomnio, pérdida de apetito o problemas estomacale­s, desgano y desinterés. “La depresión está en el cuerpo”, define Matusevich, quien también explica que “los médicos generalist­as son quienes la suelen detectar y allí derivar al especialis­ta”. Por eso, los clínicos, idealmente gerontólog­os y geriatras, tienen que explicarle­s a sus pacientes con estas caracterís­ticas que al especialis­ta en salud mental no va el loco; “hay que hacer un trabajo de desmitific­ación y, por ejemplo, decirle ‘estoy llamando a tal experto, que es de mi confianza y que lo va a estar esperando’”. De esa manera, el médico realiza un acompañami­ento muy importante que ayuda a eliminar las barreras y prejuicios.

También la familia cumple un rol esencial. “Un hijo puede sugerirle a su papá con síntomas depresivos hacer una visita a un especialis­ta pidiéndole que vaya una o dos veces; ‘conocelo; si no te gusta no vas más’. Si el profesiona­l es idóneo, va a demostrarl­e al paciente que de verdad lo necesita”.

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(PEXELS) Depresión. Es el síntoma que anticipa el suicidio.

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