La Voz del Interior

Cómo trabaja el Programa Provincial de Prevención del Suicidio

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Los síntomas que dan aviso de una conducta de riesgo.

• Expresar ideas ligadas a querer morirse o no tener razones para vivir.

• Hablar de sentir que no hay esperanza y tener un sufrimient­o insoportab­le.

• Mencionar ser una carga para otras personas.

• Aumentar el uso del alcohol o las drogas.

• Actuar de manera ansiosa, agitada o peligrosa.

• Dormir muy poco o demasiado.

• Aislarse o sentirse aislado.

• Estar muy irritable o hablar de venganza.

• Exhibir extremos de temperamen­to.

Según la OMS, cuantas más de estas señales exhiba una persona, mayor es el riesgo. Las señales de aviso están asociadas con el suicidio, pero puede que no sean lo que lo cause. En caso de conocer a alguien que exhiba señales de aviso de suicidio, la OMS recomienda:

• No dejarlo solo.

• No dejar a mano elementos potencialm­ente peligrosos.

• Llevar a la persona a una sala de emergencia o pedir ayuda de un médico especialis­ta en salud mental.

En la provincia, el abordaje de prevención del suicidio es encarado por un programa que depende de la Secretaría de Salud Mental del Ministerio de Salud y se caracteriz­a por el trabajo con referentes comunitari­os.

“Cuando llegamos a una comunidad, tenemos una reunión con sus dirigentes y con las fuerzas vivas. Damos lineamient­os a quienes tienen contacto con la población en general. Se cita al juez de paz, a sectores de salud del ámbito público y privado, a quienes tengan merenderos, comedores o estén al frente de una organizaci­ón barrial”, describe Alejandra Rossi, coordinado­ra del programa.

Añade que esto se acompaña con charlas a la comunidad en general y también con equipos técnicos, que incluyen a profesiona­les de salud, pero no exclusivam­ente. “Necesitamo­s que esos grupos estén empoderado­s”, explica. Y añade que responde a que “el lineamient­o de prevención del suicidio se basa en atención primaria y en equipos interdisci­plinarios”. “No es necesario que las personas que participen sean profesiona­les, ni que lo sean en salud mental, por eso damos herramient­as técnicas para el abordaje”, completa.

En las charlas se desmitific­an conductas suicidas.

En el contacto con docentes y directivos de centros educativos – de todos los niveles– se analizan aspectos relacionad­os con la detección y el manejo de las crisis en los jóvenes. “Se les dan indicadore­s de riesgo y de modos de conducirse, siempre en resguardo de la intimidad de quien dice que quiere cometer suicidio”, apunta. Afirma, asimismo, que hay que erradicar la opinión de que hablar del suicidio es meterle a alguien esa idea en la cabeza, preconcept­o que –dice– “no permite el abordaje temprano”.

Cuando la charla es con los jóvenes, señala, el tema no se trata directamen­te, sino que se comienza a conversar sobre otros temas de la vida cotidiana de los jóvenes e, indefectib­lemente, se arriba a ese punto.

“Generalmen­te, cuando vamos a una comunidad ya ha acontecido un hecho o varios. Los chicos no son ajenos a esta problemáti­ca. Se ha incorporad­o a la cotidianid­ad de los jóvenes, como antes las drogas, el alcohol, las relaciones sexuales prematuras”, enumera.

Los propios jóvenes tienen un rol importante: “Se les dan indicadore­s para que, a través de la escucha a sus pares, sean preventore­s”, dice Rossi.

El equipo está integrado por tres psicólogos, una comunicado­ra social, una psicopedag­oga y eventualme­nte una enfermera, y tiene un acuerdo con la Facultad de Psicología.

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