Personalidad e inteligencia
Con esos atributos, la “T” empató sin goles anoche en el Morumbí y logró el pase a la Fase 3 del torneo continental. Guiñazú y Díaz, los más destacados en la “T”.
Talleres tuvo anoche en el mítico Estadio Morumbí la suficiente personalidad, temperamento y funcionamiento como para que la clasificación que logró, finalmente, a la Fase 3 de la Copa Libertadores de América haya sido un acto de estricta justicia.
Desde el arranque del partido tuvo claro que debía olvidarse que tenía dos goles de diferencia que lo ponían a la puerta del pase a la próxima instancia y que debía jugar el partido de vuelta como si el marcador estuviera en blanco.
Así, el 0 a 0 final terminó premiando su inteligencia y tino para llevar el juego hacia el lugar y los espacios que más le convenía y más desfavorecían al rival. Y castigando la tenencia improductiva del balón de un rival que nunca, ni anoche ni en el juego de ida en el Kempes, demostró ser más.
Juan Pablo Vojvoda planteó el partido con inteligencia y decidió llevarlo lo más lejos posible del arco de Guido Herrera, jugar con pausa, sin desordenarse y dejar que con el corre r de los minutos la desesperación y los nervios fueran ganando al equipo brasileño.
Había corrido media hora de juego y su rival nunca había podido llevárselo por delante. Por el contrario, en cada ataque hacia el arco de Herrera se fue diluyendo y cayendo en la impotencia.
Y como consecuencia necesaria, el local comenzó a caer en el uso de la pierna fuerte, como único argumento para tratar de controlar lo que no podía con juego. La contemplación y la alevosía con que el árbitro ecuatoriano Zambrano dejaba “pegar” a jugadores como Everton y Reinaldo, sin amonestar, hicieron quedar a varios de sus jugadores al borde de la roja.
Y en la medida en que los escasos argumentos futbolísticos del equipo paulista se fueron diluyendo, Talleres fue creciendo a partir del oficio, la recuperación y la salida clara del “Cholo” Guiñazú, quien hizo valer todo su oficio y experiencia en estos partidos.
De su toque elegante y con la colaboración de Cubas y Pochettino para marcar y sumarse a la creación, Palacios comenzó a recibir más asistencias hasta poner casi al borde del ridículo a Reinaldo, que más tarde le hizo un penal a Moreno que el árbitro ignoró.
Además, Herrera sólo tuvo que esforzarse para conjurarle un gol a Willian en el arranque del complemento, pero después no tuvo margen para mayor padecimientos.
Todo se le dio redondo a la “T” y como lo había planeado su entrenador Juan Pablo Vojvoda. Y se fue del Morumbí escribiendo una página histórica, que puede abrirle la puerta a una más gloriosa.