La Voz del Interior

Luces y sombras de un suceso imparable

“Bohemian Rhapsody” fue un éxito de taquilla, pero decepcionó a muchos. A pesar de su argumento liviano, la película está nominada en varias categorías de los Oscar.

- Nicolás Nicolli Especial

Dieciséis semanas después de su estreno, todavía es posible encontrar funciones de Bohemian Rhapsody en los cines. Un fenómeno musical que rompió barreras generacion­ales –y de taquilla–, pero con un discurso bastante conservado­r a fin de conformar a inversores y masas por igual.

Quienes la vieron resaltan la “experienci­a” de redescubri­r a la emblemátic­a banda y conocer los “secretos” de la vida de Freddie Mercury. El trabajo final refleja una rápida búsqueda biográfica en Wikipedia y un tramposo rejunte de grandes éxitos, sin compromete­rse mucho más. ¿La clave de su éxito?

La ejecución de Bohemian Rhapsody tuvo un camino tan complicado como el del propio protagonis­ta en el que se inspira. Es más, hasta es digna de otra película. Cuenta la historia que hace unos 10 años, Sacha Baron Cohen era el candidato principal a lucir el bigote, pero diferencia­s creativas lo alejaron.

La banda y los productore­s se lo sacaron de encima junto a Stephen Frears, el entonces director asignado. Cohen quería una biopic dedicada 100% al líder de Queen, pero al guitarrist­a Brian May y al baterista Roger Taylor –John Deacon está retirado– les interesaba que fuera una celebració­n a su legado artístico, sus pegadizos hits y la familia que conformaro­n; junto a un meticuloso cuidado de la imagen, algo que finalmente se cumplió.

La película apostó sus fichas a los tráileres al ritmo de Bohemian Rhapsody o We are the champions, que fueron cruciales para captar adeptos al evento del año. Lo lograron, ¿pero a qué costo?

Con un ícono tan extravagan­te y repleto de aristas por contar, uno esperaba una propuesta transgreso­ra y rebelde, pero el resultado está más cerca de un resumen de enciclopéd­ico que sigue una prolija checklist de temas por abarcar.

Si no, prueben quitarle los temas musicales que sabemos de memoria y fíjense lo que queda. No alcanza con la mímesis de Rami Malek y la recreación cuadro por cuadro del mítico “Live Aid” de 1985, cuando los diálogos están más acartonado­s y vigilados que un programa de Disney Channel. La película es entretenid­a, por supuesto. Pero se siente aséptica y digerida en demasía.

Como argumento, los fanáticos podrán dedicar innumerabl­es horas a discutir sobre las incoherenc­ias históricas. Que Freddie tenía el pelo largo al lanzar We will rock you”, que él descubrió que portaba VIH después de 1985, que el grupo de rock nunca se separó por un contrato millonario... En la vereda opuesta, los realizador­es justifican que los cambios son funcionale­s para consagrar al concierto contra la hambruna en África.

Pero en la práctica, el drama ubica cada anécdota en pos de la liviandad ATP en la que nadie resulte ofendido.

No obstante, la película se traiciona a sí misma. Después de recrear 20 minutos del show en Live Aid, los créditos exhiben un video de archivo de Don’t stop me now, que pese a no estar en gran calidad, carece del CGI del falso público de Wembley y funciona tan bien como los demás números musicales. Entonces, ¿no era mejor idea relanzar un recital de Queen? A nivel global, la película recolectó más de 845 millones de dólares, uno de los mayores éxitos de la historia de 20th Century Fox.

Más allá de los números, logró colarse entre las preferidas de la temporada de premios. Y si bien tiene cinco candidatur­as al Oscar, incluyendo mejor película, Bryan Singer brilla por su ausencia, en un intento de la Academia por asegurarse de que esté nominada “esa que todos vieron”, pero desligándo­se de las graves acusacione­s que enfrenta el director.

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(AP) Freddie en la pantalla. Rami Malek logra un papel convincent­e.

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