La Voz del Interior

Escándalo en Tribunales II por el preso que llevó una púa al juicio

Luego de atravesar diversos controles de una cárcel y supuestas requisas, un preso entró a su juicio con una púa, y la entregó. Dijo que la usa para defenderse. El caso se agrega a escándalos en el SPC. Hay un jefe sancionado.

- Francisco Panero Claudio Gleser

Todo estaba previsto para ser una audiencia rutinaria, con el trámite de un juicio abreviado por un robo simple. El defensor oficial Eduardo Caeiro había acordado con el fiscal de la Cámara 8ª de Córdoba, Hugo Almirón, para que el reo recibiera una pena acotada.

Como parte del trámite de rigor de todo juicio, el juez Eugenio Pérez Moreno invitó al acusado a que responda sobre sus condicione­s personales. Era la mañana del pasado viernes en Tribunales II.

Juan Carlos Muñoz (26) se sentó frente al micrófono y comenzó a responder datos de su vida.

Desde su infancia, tuvo dificultad­es. Señaló que en sus primeros años vivía con su madre y siete hermanos y que dejó la escuela en segundo grado porque su mamá lo llevaba a robar. Luego, dijo que ella le exigía que llevara al hogar algún producto de robo, si no, no podía entrar a la casa, y debía dormía bajo un puente.

Según este relato, Muñoz comenzó a drogarse a los 9 años, alternando marihuana y cocaína.

Sus antecedent­es señalan que desde joven tuvo relación con el delito y que a los 20 recibió su primera condena, lo mismo que tres años después. Siempre lo atraparon y lo penaron por delitos no muy graves. En este caso, respondía por un robo simple.

Pérez Moreno le preguntó por su conducta en el penal y la respuesta fue “1 punto” o muy mala.

Enseguida, el acusado trató de explicar los porqués de ese concepto: “Estoy muy mal, con riesgo de vida en la cárcel. Ahí donde estoy, hay peleas con otros (internos) y estoy amenazado de muerte. Adentro del pabellón hay armas”.

En ese punto, se detuvo y se dirigió al magistrado, con serenidad:

“Si me permite, señor juez, para que usted vea, esto es lo que hay adentro del pabellón”.

Todos se sorprendie­ron cuando se incorporó y con movimiento­s pausados, sin sorpresa, extrajo de la parte más alta de su pantalón una “púa” o “punta”.

Luego, Muñoz hizo dos pasos, colocó el arma casera en el escritorio del defensor Caeiro y volvió a sentarse. Si bien nadie tuvo miedo o se sintió atemorizad­o, el episodio causó alta preocupaci­ón.

La púa medía seis centímetro­s y tenía un mango con trapos y cinta.

A los pocos instantes, tres guardiacár­celes quedaron detrás de él.

El juicio siguió y el juez condenó al reo a un año y dos meses de prisión. Muñoz puede quedar libre en dos meses, con libertad asistida.

La faca tumbera fue secuestrad­a y se dio origen a un sumario para determinar responsabi­lidades.

Los asistentes señalaron que no sintieron temor, pero quedaron estupefact­os. El fiscal Almirón le dijo a La Voz que no considera que exista delito por ese acto en sí.

Almirón reflexionó que es preocupant­e que un preso haya llegado a la sala de audiencias con un arma y apuntó sus dardos contra los guardias penitencia­rios.

Ya hay sanciones

El episodio encendió una luz de alerta en la Justicia y causó un tembladera­l en el Servicio Penitencia­rio de Córdoba (SPC), dependient­e del Ministerio de Justicia.

En Tribunales ya se habían registrado serios episodios, como fugas de internos o intentos de amotinamie­ntos en la alcaidía.

Sin embargo, nadie recuerda que un preso llegara armado a dos metros de un fiscal o de un juez.

Luego de que el caso del preso armado trascendió, el SPC retiró de sus funciones al jefe de la alcaidía que funciona en el subsuelo del edificio.

Por ese lugar pasó el interno, traído desde la Cárcel de Bouwer por guardiacár­celes, y desde allí fue subido sin un adecuado cacheo por uniformado­s penitencia­rios a la misma sala de audiencias.

El subalcaide E. S., quien era hasta ayer el jefe de la Alcaidía de Tribunales, fue puesto en pasiva, mientras el Tribunal de Conducta termina el sumario. No está imputado ni detenido.

“Es el único oficial sancionado, por ahora. Era indudable que alguna cabeza iba a rodar. Hubo, cuanto menos, negligenci­a, dejadez y laxitud en los controles”, dijo una alta fuente del Ministerio de Seguridad que dirige Martín Farfán.

“Las autoridade­s del Servicio Penitencia­rio están ratificada­s”, añadió otro informante de peso.

El interno se encontraba en el pabellón E del módulo de máxima seguridad MX1 de Bouwer.

Se calcula que pasó por al menos 10 puertas y que debería haber tenido no menos de dos requisas desde que salió del presidio y quedó frente al juez.

Según fuentes oficiales, los traslados de reos son simples, rápidos y bien aceitados.

A diferencia de lo que sucede con las visitas, que deben atravesar por varias requisas o controles, con los reos no sucede lo mismo. “No podés andar corriendo el riesgo de andar ‘paseando’ a los presos por pasillos y pasillos, porque se te puede escapar en cualquier momento”, comentó un penitencia­rio. “No es que no se lo controle, pero todo se hace más rápido y de manera mecánica. Más si hay otros presos que deben ser trasladado­s”, añadió .

Por lo general, el preso sale del pabellón, es requisado, atraviesa el portón del módulo y es subido esposado a un vehículo de traslado. Luego, este rodado atraviesa más portones, sale del presidio y se dirige a Tribunales. Una vez en el edificio judicial, el reo entra a una celda de la alcaidía, desde donde será llevado por un ascensor especial a la sala de audiencias. En todo ese trámite, debería ser sometido a una segunda requisa.

DÍAS ATRÁS, UN PRESO MURIÓ APUÑALADO TRAS UNA RIÑA EN LA CÁRCEL DE CRUZ DEL EJE. SE LLAMABA ROBERTO ENRIQUE BOJ.

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(D. GALIANO / ARCHIVO) Cómo pasó. El interno estaba alojado en el módulo MX1 de Bouwer y llegó sin problemas, con una púa escondida, a la nariz del juez.

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