La Voz del Interior

El desayuno deja de ser el rey de las comidas Lucas Viano

- Lucas Viano Ciencia aplicada lviano@lavozdelin­terior.com.ar

El desayuno tiene muy buena prensa. “Hay que desayunar como un rey”, según el dicho. Parece que en la antigüedad no era una comida tan importante. Pero luego llegó la Revolución Industrial para acomodar los horarios laborales y, con ellos, también los de las comidas. Además, apareció John Kellog, quien hizo un emporio con el desayuno a fuerza de alimentos industrial­izados y publicidad.

Muchas personas no pueden arrancar sin un buen desayuno. Sin embargo, varios estudios recientes están bajando del trono a esta comida.

Un metanálisi­s (estudio que analiza toda la evidencia científica que hay sobre el tema) publicado hace unas semanas en el British Medical Journal encontró que el desayuno no parece desempeñar un papel importante en la reducción de peso. Es decir, el aumento de peso no es peor entre las personas que se lo saltean.

El estudio también detectó que quienes no desayunan no necesariam­ente aumentan su ingesta de comida y de calorías durante el resto del día.

Pero, ojo, este trabajo se limita a eso. Nada dice sobre si no desayunar se relaciona con otros problemas de salud. De hecho, otros estudios correlacio­nan el ayuno con problemas cardíacos y enfermedad­es crónicas.

La nutrición es una ciencia todavía en desarrollo y con pocas verdades absolutas. Quizá por eso las dietas no siempre funcionan. Porque más allá de qué comer y cuánto (las variables que manejan los dietistas), los científico­s continúan descubrien­do otros factores que inciden en por qué subimos o bajamos de peso.

Uno de ellos es nuestro microbioma, el ecosistema de microorgan­ismos que tenemos en nuestro sistema digestivo y el principal responsabl­e de cómo absorbemos esos alimentos.

Otros estudios también sugieren que es importante cuándo comemos. Hay que alinear nuestras comidas con el ritmo circadiano, el set de relojes que tiene nuestro organismo.

Tim Spector, experto en epidemiolo­gía genética, agrega que la evidencia apunta cada vez más hacia los posibles beneficios de los intervalos de ayuno para bajar de peso. Otros trabajos afirman que comer tarde o picar algo a medianoche puede generar problemas metabólico­s, además de engordar.

La clave es que no debería haber más de ocho horas de diferencia entre el desayuno y la cena, cuando habitualme­nte ese período es de 15 horas.

La razón es que nuestro metabolism­o está adaptado al ciclo día/noche desde hace miles de años, por lo que nuestros sistema digestivo, hormonas y enzimas se preparan para la ingesta de alimentos en la mañana y en la tarde, pero no en horario nocturno.

Omitir el desayuno no parece ser una tragedia, siempre y cuando la persona coma bien y sano, y cene lo más temprano posible.

Lo curioso es que de los siete autores del metanálisi­s, cuatro confesaron desayunar regularmen­te todos los días. Fácil investigar­lo, pero difícil no tentarse con unas facturas vienesas y un café con leche.

LA NUTRICIÓN TODAVÍA ES UNA CIENCIA CON POCAS VERDADES ABSOLUTAS. QUIZÁS POR ESO, A VECES, LAS DIETAS NO FUNCIONAN.

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