La Voz del Interior

Modernizac­ión del Estado, hacia un nuevo paradigma

- Andrés Guzmán*

Un gobierno es más que la mera administra­ción del Estado, pero sin duda ese es el eje vertebral. La “modernizac­ión del Estado” aparece por momentos como un eslogan posmoderno y a veces como una necesidad estructura­l, aun en países en vías de desarrollo.

Es claro que la burocracia desaceitad­a es enemiga de la eficiencia pública, pero puede que sólo sea la “punta del iceberg”; quizá es tiempo de repensar la dinámica del Estado.

Modernizar el Estado es más profundo que la digitaliza­ción o el uso de las redes sociales: es un paradigma alternativ­o que intenta actualizar la relación sociedad-Estado, en la que la innovación resulta central para el desarrollo público, junto con la apertura del gobierno.

El objetivo es lograr un Estado funcional y desconcent­rado, en el cual se intente un equilibrio virtuoso entre la planificac­ión estratégic­a integral (requiere liderazgo), la negociació­n permanente de sus efectores, la adaptabili­dad política y la incrementa­lidad efectiva. De esta manera, se busca afianzar la confianza y la predictibi­lidad económica e institucio­nal, para otorgarle una nueva legitimida­d al sistema político.

La necesidad de innovación y apertura del Estado, junto a la filosofía del movimiento del software libre, crearon una nueva doctrina: el open government (gobierno abierto). Se trata de un conjunto de políticas activas a favor de la transparen­cia, la participac­ión y la colaboraci­ón. Se dejan atrás las sombras de la “política de escritorio”, para echar luz sobre los procesos decisorios y ejecutable­s de la cosa pública.

Como consecuenc­ia, se fortalece la democracia mediante la reciprocid­ad y el control ciudadano, logrando un alineamien­to entre las actividade­s de gobierno y las necesidade­s de primera, segunda y tercera generación, que muchas veces se yuxtaponen en los conglomera­dos urbanos.

Otros factores de presión social para la modernizac­ión son los fenómenos de “empoderami­ento ciudadano” y la “destatizac­ión” de individuos, iniciados con la globalizac­ión y catalizado­s por la digitaliza­ción, más la revolución de las comunicaci­ones de la actualidad.

Las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón, con vedettes como la big data y las aplicacion­es, aventuraro­n al mundo a cambios profundos en las relaciones humanas, institucio­nales y organizaci­onales.

El uso de redes sociales y plataforma­s digitales ha constituid­o un verdadero nicho o comunidade­s virtuales, segmentada­s algorítmic­amente por sus caracterís­ticas de consumo de bienes y servicios, gestiones, accesos e intereses.

A lo largo de la historia, los estados fueron mutando junto a los cambios de época, para no perder poder de intervenci­ón y de resolución de conflictos. En las décadas de 1960 y 1970, se comenzó a dejar atrás la idea del Leviatán, de Thomas Hobbes, de un Estado omnipotent­e, y se adoptaron perfiles más profesiona­listas en el auge de la planificac­ión, lo que originó nuevos pactos sociales.

Por otro lado, en el plano administra­tivo, el trámite y la atención al público eran considerad­os un mal necesario indigno de invertir, lo que volvía vulnerable la única relación entre el administra­do y el poder administra­dor.

Hoy estamos atravesand­o la cuarta etapa de Revolución Industrial. Esto significa un gran impacto social a través de los cambios laborales y económicos, con la creación de nuevos empleos y la extinción de otros.

La experienci­a argentina goza de algunas eventualid­ades. Una es el llamado “costo argentino”, generado por el reglamenta­rismo y la falta de federalism­o, que no contribuye­ron a mejorar la instrument­ación de leyes y desalentar­on el crecimient­o.

Otra es la Reforma Constituci­onal de 1994, que introduce al sujeto consumidor, profundiza­ndo las libertades individual­es y otorgando nuevos derechos ciudadanos.

Con el tiempo, esta identidad se consolidó tanto que entró en conflicto con otros sujetos, como el “trabajador” clásico por superposic­ión de derechos, aun pertenecie­ndo al mismo sector social. El Estado moderno debería armonizar los mecanismos de negociació­n sectorial, como también algunas legislacio­nes, evitando sesgos. En la política se percibe una crisis de representa­tividad de los modelos tradiciona­les “políticame­nte correctos”, agudizada en las nuevas generacion­es que culpan a las anteriores por no resolver problemas históricos como el acceso a servicios, la pobreza, etcétera.

Vivimos en una transición donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo, de nacer, pero a su vez exige inmediatez. La modernizac­ión estatal no debería tomarse como la solución mágica, sino como un medio de transforma­ción contemporá­nea hacia un Estado inteligent­e, facilitado­r y accesible.

OTROS FACTORES DE PRESIÓN SOCIAL PARA LA MODERNIZAC­IÓN SON LOS FENÓMENOS DE “EMPODERAMI­ENTO CIUDADANO” Y LA “DESTATIZAC­IÓN” DE INDIVIDUOS.

* Exdiputado por el Movimiento Evita

 ??  ??
 ??  ?? Digitaliza­ción. Muchos trámites oficiales hoy se hacen por internet.
Digitaliza­ción. Muchos trámites oficiales hoy se hacen por internet.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina