La Voz del Interior

La pequeña tragedia de los liderazgos menores

- Héctor Ghiretti*

Antes de partir para Francia, el joven Laertes advierte a su hermana Ofelia sobre las intencione­s de su amigo Hamlet, príncipe heredero de Dinamarca. Le dice que por su condición no tiene la libertad de casarse con quien ame. El padre de Ofelia, Polonio, no sólo le aconseja evitarlo sino que le prohíbe verse con él. Por más que ella se compromete a obedecer, no puede evitar el encuentro con el príncipe, quien la turba con su extraña actitud y aspecto.

Al informarle Ofelia sobre el incidente, Polonio se da cuenta de que a través de ella puede averiguar las intencione­s de Hamlet. Polonio y el Rey Claudio deciden espiar los encuentros de Hamlet y Ofelia.

En los siguientes encuentros, Hamlet parece más atormentad­o que enamorado: le aconseja a Ofelia marcharse a un convento, le dice que ya no habrán matrimonio­s. Tiene terribles sospechas sobre su madre, la Reina Gertrudis, y el actual Rey, su tío/padrastro Claudio: cree que los dos se conjuraron en el asesinato de su padre, el Rey Hamlet.

En un episodio confuso, Hamlet mata a Polonio creyendo que es Claudio. El dolor de la muerte de

su padre y el desprecio de Hamlet hacen que Ofelia pierda la razón. Canta canciones alegóricas sobre la muerte y la pérdida de la virginidad, regala flores. En su extravío intenta subir a un sauce, pero la rama se rompe y cae a un arroyo, donde se ahoga.

La Ofelia de Hamlet es el arquetipo del inocente arrastrado por el itinerario funesto de los protagonis­tas de la tragedia. Nuestra Ofelia, en cambio, parece una joven lúcida y decidida, de carácter fuerte, plenamente dueña de su destino.

Otra Ofelia

La imaginamos provenient­e de un hogar de clase media ilustrada de la Ciudad de Buenos Aires (Caba), lo que parece evidente por el cultismo de su nombre. Con trayectori­a inevitable en alguno de los colegios públicos de la elite porteña. Buena alumna, discutidor­a, combativa. Con una genuina vocación dramática, como ella misma manifiesta, aunque acompañada por un physique du rôl poco versátil, que produce una sublimació­n en la militancia. Es sabido que representa­ción dramática y representa­ción política poseen un estrecho vínculo.

Ofelia habla con la seguridad y la vehemencia con que lo hacen los predicador­es, los imbéciles y los jóvenes. No tiene un pelo de tonta. Pero es demasiado joven. De líder de las tomas de colegios en 2017 (una profunda tragedia institucio­nal en el punto de inicio) a candidata a legislador­a en la Caba, con chances razonables de ser elegida. Una trayectori­a demasiado corta, excesivame­nte veloz.

Desde siempre, la política fue cosa de gente madura. Con razones bien fundadas, Platón prevenía contra la iniciación temprana de los jóvenes en la política. Siglos después, Maquiavelo exaltaba las virtudes de los príncipes jóvenes, pero en contextos muy particular­es.

Cuando desde la política se impulsan o promueven los liderazgos juveniles, no se trata de incorporar sus dotes para el gobierno ni para la toma de decisiones, sino de aprovechar lo que es propio de su edad: entusiasmo, carisma, rebeldía, popularida­d o docilidad. En estos contextos, la política no sirve a los jóvenes: se sirve de ellos.

Manipulaci­ón

Desde los medios de comunicaci­ón y en las redes sociales Ofelia fue intensa y frecuentem­ente atacada, criticada y, sobre todo, ridiculiza­da. Una perspectiv­a de análisis más madura debiera concentrar su atención en los padres, los maestros, los dirigentes políticos y los referentes adultos que están detrás de esa hiperexpos­ición.

Ofelia Fernández es manipulada por la organizaci­ón política a la que pertenece, porque supone que puede atraerle votos de un colectivo juvenil altamente politizado. Fabricio Ruiz, nuevo intendente de Bañado de Soto, de 19 años de edad, es impuesto en el cargo por su padre, el intendente anterior, para poder seguir al mando del municipio.

La diferencia entre los dos jóvenes es apenas la capacidad discursiva. Mientras que Ofelia maneja con soltura un sociolecto muy minoritari­o pero altamente sofisticad­o, Fabricio apenas responde con monosílabo­s. Si bien la retórica es componente esencial de la política, tanto una como otro se encuentran lejos de esa habilidad. Y en todo caso, nunca es sustituto de la prudencia, la madurez o la experienci­a.

¿Cuál es el destino de este liderazgo precoz? Puede que Ofelia consiga aquellas dotes para el gobierno de las que hoy carece. Para eso necesitarí­a mantener una actitud receptiva y dispuesta al aprendizaj­e, algo que la picadora de carne de la política no estimula.

Lo más probable es que termine aprendiend­o en la práctica los vicios y las triquiñuel­as del poder, pero sin haber tenido tiempo ni oportunida­d para adquirir un sólido carácter moral. O que quede congelada en una forma elemental de la política, el asambleísm­o estudianti­l, tal como le sucede a uno de los gerontes por excelencia de la política criolla, el senador Pino Solanas.

En cualquier caso, nuestra Ofelia se asemeja a la de Shakespear­e mucho más que lo que ella y nosotros estaríamos dispuestos a reconocer.

EN ESTOS CONTEXTOS, LA POLÍTICA NO SIRVE A LOS JÓVENES: SE SIRVE DE ELLOS.

* Profesor de Filosofía Política

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Ofelia Fernández. Candidata a diputada con 19 años.

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