La Voz del Interior

El mundo del trabajo, en discusión

- Alejandro Mareco Albures argentinos

Los números adversos, que suelen asomarse a las pantallas apenas como parpadeos de la encrucijad­a socioeconó­mica, se traducen en las sencillas vidas de las multitudes como horas de inquietud, incluso de angustia y zozobra.

Esas condicione­s suelen ser las adecuadas para la resurrecci­ón de viejos fantasmas. Así, el aumento

en los índices de desempleo aparece, por ejemplo, como argumento para avanzar en una reforma laboral.

Pero más allá de los periódicos reclamos de sectores empresaria­les, es una constante bandera del neoliberal­ismo. El mismo FMI suele adjuntarla a sus remesas de dinero como instructiv­o por seguir.

Uno de los capítulos más escandalos­os en torno a esta cuestión se vivió en la frontera de dos siglos, cuando en 2000 se gritó la sospecha –nunca confirmada judicialme­nte– de que el entonces gobierno de Fernando de la Rúa, junto con el proyecto de ley de reforma laboral, había distribuid­o coimas en el Senado (“ley Banelco”).

El mundo del trabajo vive en constante transforma­ción a partir de la renovación de la tecnología, y con ella los hábitos de consumo, entre otros factores como la demografía. Sin dudas, hay muchos aspectos de las relaciones laborales que deben ser rediscutid­os.

Y forma parte de esto la expansión de la precarieda­d en las condicione­s laborales, que alcanza ejemplos resueltos en nuevos empleos volátiles y de escasa remuneraci­ón, en la que incluso los trabajador­es ponen en riesgo sus pequeños capitales (bicicleta, autos, motos).

Sin embargo, la prioridad en los planteos de reforma es el “costo laboral”, por lo que se intenta modificar leyes que protegen determinad­os derechos de los empleados. Hay otras cuestiones que podrían atacarse para atraer inversione­s, aunque el costo laboral es la cuestión.

Y mientras claramente han caído los salarios (más aún en dólares, sin que esto hubiese traído aparejado grandes inversione­s), se apunta a la “libertad de despedir” en aras de la “libertad de contratar”.

Esta demanda es uno de los sustentos que rondan el estigma cuando se lanzan miradas críticas sobre los llamados “últimos 70 años”: los derechos laborales y las leyes de protección social que han sobrevivid­o representa­n un mecanismo distributi­vo mínimo. Es una red de contención que distingue a Argentina en el concierto sudamerica­no.

Las flechas de la evolución social marcaron hitos en el mundo a lo largo del siglo 20 en las conquistas de los trabajador­es, que de ser meras fuerzas laborales al servicio de la multiplica­ción de riquezas pasaron a ser sujetos de derecho y dignidad.

Es que, como decía el gran Miguel de Unamuno en Del sentimient­o trágico de la vida: “El hombre es un fin, no un medio. La civilizaci­ón toda se endereza al hombre, a cada hombre, a cada yo”.

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