Vivir con 45 personas, una experiencia enriquecedora
Los estudiantes que conviven en la residencia aseguran que se trata de una experiencia única, de gran crecimiento personal, y que es una oportunidad para cursar sus estudios universitarios.
“La casa me ha dado un montón de herramientas para mi vida, como debatir y vivir con 40 personas, que es bastante difícil y raro. Uno nunca se espera vivir con tanta gente. Para mí ha sido muy significativo. En lo personal, me ha ayudado emocionalmente. Te levanta mucho, te da otra energía para estudiar, para salir, te cambia”, cuenta Tadeo, de Villa Mercedes, San Luis, que conoció la existencia del CMU por un clasificado en La Voz.
Santiago, de Posadas, cuenta que llegó a la casa después de que su familia dejó de enviarle dinero. “Estuve viviendo con un amigo, con una amiga y con una familia, y luego en casa, todo eso pasó en un mes. A mí la casa me salvó de estar en la calle o de seguir pidiendo lugares donde vivir. Estaba trabajando en un quiosco y cursaba cuando podía. La casa me enseñó un montón de cosas”, asegura.
“Si puedo aportarle algo a casa con mi tiempo, mis ganas, con alguna tarea que haya que hacer, trato de estar siempre disponible. Mi función ahora es charlar con la gente, la convivencia, los lazos. Me encanta la experiencia y la organización que se tiene, me gusta ayudar a los demás y casa tiene esa solidaridad que, más que decir, se practica”, dice el joven que ya lleva tres años en la residencia.
Juan llegó desde Villa Dolores al CMU en 2018 por casualidad, gracias al dato de un amigo del padre. “La casa me hizo crecer en distintos aspectos, la institución me brindó aprendizaje y herramientas para desempeñarme en varios ámbitos y situaciones”, asegura.
Lucas, santiagueño, ingresó en 2016. “Cuando llegué, sabía que se me iba a complicar, no era de sacar temas de conversación, era callado, opinaba sólo cuando se me preguntaba. Acá aprendí que callarme era lo peor que podía hacer en cualquier situación, que lo mejor era siempre ser escuchado y casa te da esa posibilidad. Por más que tengas 17 o 25 años, se te va a escuchar, se te da tu espacio, tu opinión. Es el segundo año que formo parte de la comisión directiva y eso me ayudó a darme cuenta de que no puedo estar cerrado en una sola forma de pensar en cualquier situación, siempre hay muchos puntos de vista. Si no estuviera aquí, quizá no sabría, seguiría pensando que las cosas son blanco o negro. Aquí me di cuenta de que hay muchos matices de colores al medio”, remarca.
Marcos, de Villa María, asegura que la residencia fue “salvadora”. Su familia había realizado gastos extraordinarios para prepararlo para el ingreso a Medicina y la casa le permitió quedarse en Córdoba.
“A mí me cuesta mucho verme cómo era antes de venir, recién terminado el secundario, sin cuestionarme muchas cosas sociales. Hoy, en retrospectiva, veo que aprendí a debatir, a hablar, pero también cuestiones de solidaridad, de empatía, de empezar a ver situaciones de la sociedad que antes no me cuestionaba porque la vida era por y para mí, y es diferente a tener que llevar un proyecto junto con otras personas. Una de las cosas que más me gustaba es que en ningún otro lado, teniendo la edad que tenía, se me iba a escuchar y dar un lugar”, asegura Marcos.
Edith es una de las siete mujeres que está haciendo historia en el CMU, exclusivo para varones durante seis décadas. Es de Ayacucho, Perú, y estudiante de dos carreras: Medicina y Enfermería.
“En un comienzo, me costaba mucho porque nunca había convivido con tanta gente... y con varones. Bajaba al comedor y me daba vergüenza. Ahora ya no. Acá hay mucho compañerismo, algo que no había visto en otro sitio”, sostiene.