El peor de los mundos para Macri
El golpe furioso que recibieron los sectores de clase media y populares desde que en 2018 el dólar se escapó de control dictaminó un voto castigo. Si bien el Gobierno lo temía, nunca creyó que tendría semejante profundidad.
La magnitud de la victoria del kirchnerismo puso de relieve que en la sociedad argentina sigue pesando por sobre todas las cosas la variable económica. Pero esta monumental paliza electoral hace superfluo sostener las especulaciones sobre el reposicionamiento de los votantes del resto de las fuerzas políticas en lo que puede ser la primera y única vuelta de octubre. Sencillamente porque la
ventaja con la que parte el Frente de Todos es a todas luces indescontable, salvo que la política argentina produzca alguna sorpresa fuera de libreto en las próximas semanas.
Aunque el dicho popular dice que “no está muerto quien pelea”, a priori parece que el esfuerzo de Juntos por el Cambio deberá estar enfocado de aquí en más a, por lo menos, salvar el honor en un par de meses más. Pero el verdadero desafío de Mauricio Macri y su equipo hasta octubre –y más aún hasta el final del mandato– será pilotear la indomable economía, de tal forma que no termine su mandato con el mismo destino que tuvieron otros presidentes no peronistas.
El riesgo en este escenario es que los ganadores, que no han dado muestras ni garantías fehacientes de actuar con moderación, se sientan ahora con el suficiente consenso como para consolidar la radicalización. Este posicionamiento desestabilizaría mucho más de lo esperable a un Gobierno que tiene el talón de Aquiles al descubierto.
No hay que olvidarse de los sacudones que, con el paso de las horas, puede producir el mercado, que en esta instancia operaría como un factor funcional a los objetivos de la oposición, si es que sus líderes decidieran jugar de modo desleal.
Esto hace aún más escabroso lo que se presume hoy son los últimos meses del interregno no peronista.
Otro escenario esperable, con semejante espaldarazo popular, es que la fuerza ahora triunfante interprete que la sociedad le acaba de dar un cheque en blanco para operar cambios en el plano político-institucional una vez que asuma, entre los que no se debería descartar una reforma constitucional o del sistema de Justicia.
De ser así, podría decidir esas movidas con rapidez y antes de que sus adversarios superen el efecto anestésico de la derrota. Días agitados esperan a los argentinos.