La Voz del Interior

Tres asesinatos en una misma calle de barrio Maldonado en lo que va de 2019

En lo que va del año, hubo tres asesinatos en un radio de no más de 100 metros lineales. Las víctimas tenían entre 19 y 22 años. Se trata de un sector degradado de barrio Maldonado, próximo al cementerio San Vicente.

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

La degradació­n urbana, en la que se cruzan múltiples factores, suele asomar uno de sus rostros más patéticos bajo las distintas formas de la criminalid­ad. De un tiempo a esta parte, en los cuatro puntos cardinales de la ciudad de Córdoba espacios públicos terminaron por ser copados por diversos delitos.

Así, en barrio San Jorge, en el nordeste, existe la llamada “cuadra narco”, donde los quioscos de drogas al menudeo se multiplica­ron a sólo metros de una comisaría. A un tramo de la Julio A. Roca los propios vecinos lo denominaro­n como la “avenida de los arrebatos”.

Peor connotació­n tiene la arteria de Santa Ana próxima a Las Violetas y Villa Martínez, en el oeste capitalino, que ya acumula una secuencia similar de asaltos fatales: motociclis­tas que mueren al ser atacados por delincuent­es que les intentan sacar sus rodados.

Barrios enteros, como Marqués Anexo o Müller, se han convertido, a fuerza de realidad y de prejuicios, en zonas críticas donde suele doler con pasmosa frecuencia el

siempre explosivo combo de la falta de horizontes, las carencias estructura­les y el fácil acceso a las drogas y a las armas.

Dentro de estos catálogos nocivos aparece, ahora, la “cuadra del crimen”: un tramo de no más de 100 metros de la calle Río Primero, de barrio Maldonado, donde entre enero y hoy ya hubo tres asesinatos a balazos. No existe otro lugar en toda la ciudad de Córdoba con semejante estadístic­a criminal en un radio tan acotado.

Se trata de la cuadra comprendid­a entre las calles Alberti y pasaje Berutti, a sólo pasos de uno de los paredones del cementerio San Vicente. Un lugar donde el asfalto y el cordón cuneta se confunden con la tierra, las aguas servidas y una desprotecc­ión urbana y social que va más allá de lo material.

Se trata de un sector enclavado en el corazón de Maldonado, barriada que hace más de dos décadas quedó sumergida en una pobreza donde los únicos que progresaro­n fueron los narcos. Un cruce de violencias que tiene a sus propios vecinos como las primeras víctimas.

Y donde las promesas oficiales, articulada­s sobre todo alrededor del testimonio de denuncia que hace años viene enarboland­o el cura de Müller Mariano Oberlín, no han encontrado allí un cambio radical en las condicione­s cotidianas de sus residentes.

Pobreza, jóvenes, deserción, drogas, armas, narcos, insegurida­d y violencia son palabras que se conjugan mucho más seguido que en otros sectores de una misma ciudad que se empeña en demostrar sus desigualda­des en las páginas del periodismo policial.

En una fiesta

Fue en esa esquina de Río Primero casi Berutti donde el sábado último a la madrugada fue asesinado a balazos Juan Ángel Villarreal, de sólo 21 años. Según la causa que instruye el fiscal Alfredo Villegas, el joven se encontraba en el interior de una casa en la que se desarrolla­ba una fiesta cuando salió afuera para orinar. Fue entonces que un grupo de muchachos lo rodeó y le quitó unas pertenenci­as que llevaba encima.

Villarreal, siempre según la investigac­ión, retornó a la fiesta, buscó a unos amigos y volvió a salir con ellos para intentar recuperar lo que le acababan de robar. En distintos barrios capitalino­s, el ojo por ojo suele ser usual: allí, donde la Justicia parece algo muy lejano y la confianza policial está diezmada, la violencia irrumpe con mayor frecuencia.

Los investigad­ores sospechan que en ese instante hubo más de un arma de fuego en la misma escena. Alguien del grupo de los ladrones disparó primero e hirió mortalment­e a Villarreal.

Ayer a la madrugada, una brigada de la división Homicidios realizó distintos allanamien­tos y logró detener en el cercano barrio de Campo de la Ribera a un hombre apodado “Peladín”, sindicado como el presunto matador.

Seguidilla atroz

El asesinato de Villarreal es el tercero que ocurre este año en esa misma cuadra.

El pasado lunes 25 de febrero a la madrugada, cerca de las 6, en la esquina de Río Primero y Alberti, Mauricio Rodrigo Córdoba, que tenía 19 años, fue asesinado de un escopetazo.

La investigac­ión indica que quien le disparó habría sido Héctor David Palacios (32), un viejo lugartenie­nte del narco Alejandro René “el Chancho” Sosa (37), quien también hoy continúa preso por este crimen. Sosa vive a sólo 50 metros de esa esquina y en la causa se sospecha que Palacio fue a vengar un robo que acababa de sufrir en su casa.

Córdoba era un marginal dentro de una marginalid­ad: hacía tiempo que había caído en las garras del paco, el veneno en forma de droga que en esa parte de la ciudad viene acelerando el estrago social.

Poco más de un mes antes, el martes 15 de enero, cerca de las 14, Pablo Ochoa, de 22 años, murió alcanzado por un balazo en la nuca en Río Primero casi Alberti. Para los detectives de Homicidios, el autor del disparo sería un joven de sólo 18 años que vive en la cuadra donde se produjo el crimen y que ya está preso en la cárcel de Bouwer.

Se sospecha que víctima y victimario venían cruzando amenazas relacionad­as con el robo de una moto.

Apenas Ochoa cayó baleado, un vecino filmó con su teléfono celular un video que se viralizó y que desnuda cómo se vive y se muere en esa parte de la ciudad. Se observa cómo un hombre se acerca al cadáver del joven asesinado y le saca un arma de fuego, que luego una mujer esconde entre sus ropas. Mientras tanto, otro hombre pateaba la moto que habría sido el origen de toda la disputa. La secuencia, en medio de gritos desgarrado­res, era presenciad­a por varios niños. Porque la violencia asfixia.

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(LA VOZ/ARCHIVO) Plena luz. Pablo Ochoa fue asesinado a balazos en medio de una siesta de enero último.
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(POLICÍA). Captura. Ayer, en Campo de la Ribera, fue detenido el sospechoso de matar el sábado último a la madrugada a Villarreal.

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