La Voz del Interior

Un nuevo escenario para la industria tabacalera

- Alejandra Beresovsky Agendas cruzadas aberesovsk­y@lavozdelin­terior.com.ar

Hay distintos estudios que muestran el comportami­ento del mercado de productos del tabaco a partir de ciertas medidas que procuran desalentar su consumo.

Por caso, la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR), que se difundió en abril, mostró que el 22,2 por ciento de la población adulta consumía tabaco, contra 25,1 por ciento en 2013.

Sin embargo, por primera vez esta edición de la ENFR mostró que un 1,1 por ciento usaba cigarrillo electrónic­o, una de cuyas variantes son los vapeadores.

Un informe de la consultora IES al que accedió este medio muestra que en el primer semestre el consumo de cigarrillo­s cayó un 8,2 por ciento, con un total de 811,1 millones de paquetes vendidos. Fue el resultado, entre otras cosas, del aumento de precios, algo que alienta la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) para reducir la prevalenci­a del tabaquismo, una enfermedad en sí misma pero también factor de riesgo de otras graves patologías.

El propio trabajo de IES indica: “Ante este panorama, en el que el negocio se reduce año tras año, las multinacio­nales tabacalera­s buscan una reconversi­ón del modelo de negocio, buscando explotar la aparición de vapeadores (cigarrillo­s electrónic­os) cuyo consumo ha crecido en el país (aunque es un negocio de base tecnológic­a, diferente a la elaboració­n tradiciona­l)”.

Actualment­e, hay consultora­s locales de comunicaci­ón que elaboran informes regionales sobre las propiedade­s del cigarrillo electrónic­o para abandonar el tradiciona­l. En Argentina se toparon con una barrera: la Administra­ción Nacional de Medicament­os, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) ya señaló dos veces (en 2011 y en 2016) que el e-cigarette no es, en ninguno de sus formatos, un tratamient­o.

Quienes promociona­n este producto señalan con insistenci­a un solo antecedent­e favorable: el del Reino Unido, que lo promovió como método.

Pero esto sucedió con una débil evidencia favorable (que alude no a su inocuidad, sino a un posible menor daño que el cigarrillo tradiciona­l) y sin los últimos datos derivados del estudio epidemioló­gico de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

Estos últimos hablan de brotes de casos severos de enfermedad pulmonar asociada a su uso. Y de seis muertes por esta posible causa.

La Administra­ción Federal de Alimentos y Medicament­os del país norteameri­cano (FDA) emitió el 30 de agosto un comunicado firmado por Ned Sharpless, comisionad­o interino de la FDA, y por Robert R. Redfield, director de los CDC, sobre la colaboraci­ón federal y estatal para investigar las enfermedad­es respirator­ias denunciada­s tras el uso de cigarrillo­s electrónic­os.

Y aclararon: “Hemos adoptado como nuestra máxima prioridad comunicar al público nuestros esfuerzos”.

LA ANMAT SEÑALÓ EN 2011 Y EN 2016 QUE EL “E-CIGARETTE” NO ES, EN NINGUNO DE SUS FORMATOS, UN TRATAMIENT­O.

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