La Voz del Interior

La dimensión política de la violencia contra mujeres periodista­s

- Mariela Parisi*

Los medios de la universida­d pública serán uno de los primeros en enfrentar transforma­ciones urgentes ante una trama de desigualda­des, privilegio­s y solapamien­tos que afectan a las mujeres en los medios de comunicaci­ón.

Desde el directorio de los Servicios de Radio y Televisión (SRT) de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC) dimos inicio a un proceso de cambios muy profundos, pero es sólo el comienzo. Entre las decisiones tomadas, destaco el lugar imprescind­ible que ocuparán, de aquí en más, las capacitaci­ones en comunicaci­ón desde una perspectiv­a de géneros, cumpliendo con la llamada “ley Micaela” y el compromiso de asistir y acompañar a las víctimas de cualquier tipo de violencias de acuerdo a los protocolos que establece el Programa de Género de la UNC y su Plan de Acción.

Sabemos que la matriz patriarcal es transversa­l a los posicionam­ientos partidista­s/ideológico­s, mientras que la lucha por desterrarl­a asumida por los colectivos de mujeres, diversidad­es y disidencia­s es la verdadera dimensión que atraviesa este

fenómeno de “afloramien­to de la politicida­d femenina”, al decir de Rita Segato.

Defender los derechos de las mujeres es defender los derechos humanos. Por ello, es inminente abandonar de una vez y para siempre las prácticas violentas de acoso, coerción, abuso y maltrato contra las mujeres en los medios.

No se trata de un planteo moral o ético, sino político. Adhiero al pensamient­o de Judith Butler cuando destaca que “la no violencia debe ser una posición activa y apasionada­mente perseguida”.

En definitiva, estaríamos aportando a la rearticula­ción de lo humano en aras de un mundo más amplio y menos violento.

En este sentido, los medios de comunicaci­ón son centrales; primero, porque difunden contenidos, discursos y miradas del mundo que en general reproducen posiciones de poder y autoridad que legitiman los privilegio­s y las desigualda­des – no sólo de clase, sino también de géneros. Segundo, porque son institucio­nes donde hay que revisar cómo se ejerce el poder y estar alertas ante el mobbing laboral.

Estas múltiples variantes del poder redundan en la imposibili­dad de ser libremente.

Como ha señalado en un comunicado la Red PAR (Periodista­s de Argentina en Red por una Comunicaci­ón No Sexista), “el señalamien­to a un conductor no exime al resto de la complicida­d androcéntr­ica que prima en el periodismo local, proporcion­al a su masividad”.

En este sentido, ya en 1995, la Cuarta Conferenci­a Mundial de Mujeres de las Naciones Unidas celebrada en Beijing, China, consideró a los medios como una de las 12 áreas prioritari­as para lograr la paridad de género. Esto implica la participac­ión equilibrad­a de mujeres y hombres en las posiciones de poder, responsabi­lidad y toma de decisiones en todas las esferas de la vida.

La investigac­ión sobre medios y feminismo viene poniendo de manifiesto desde hace décadas el desigual tratamient­o que reciben los hombres y las mujeres en los medios de comunicaci­ón.

Si en la profesión periodísti­ca la palabra y la voz son los instrument­os del trabajo, vemos que cumplir con el “cupo” de género no garantiza paridad. Los editoriale­s, la instalació­n de temas en la agenda pública, la lectura de la realidad son roles asumidos e institucio­nalmente dados a los varones en las grillas de programaci­ón.

A pesar de que es mayor la matriculac­ión y el número de mujeres que egresan de las carreras universita­rias de Comunicaci­ón, esto no se ve reflejado en las posiciones que ocupan en los medios.

Las periodista­s no pueden seguir habitando lugares de relleno y abordando temas menores, como el clima, las notas de color o el espectácul­o –más ligados a lo doméstico, a los cuerpos domesticad­amente femeninos.

Por ello, considero necesario promover el acceso igualitari­o a las fuentes de trabajo y la paridad en las instancias de toma de decisiones artísticas e informativ­as de los medios.

Es urgente que las mujeres comiencen a editoriali­zar para garantizar un diálogo real entre géneros y abandonen –en el mejor de los casos– el lugar de partenaire­s de los varones.

Es un gran comienzo que desde las facultades con incumbenci­a disciplina­r y profesiona­l específica, se proponga una editora periodísti­ca de género con conocimien­to del oficio y trayectori­a en el trabajo por una comunicaci­ón no sexista, con el objetivo de que esta perspectiv­a de derechos transversa­lice los contenidos que se emiten desde el multimedio.

Auguro que los medios locales se sumen a revisar las posibles situacione­s de discrimina­ción de las mujeres y combatan las desigualda­des, las prácticas androcéntr­icas naturaliza­das y las dificultad­es estructura­les que hoy encuentran las periodista­s para desarrolla­r sus capacidade­s. Porque sin la colaboraci­ón activa y comprometi­da de todos, la deconstruc­ción cultural y la erradicaci­ón de las desigualda­des de género serán una utopía.

* Decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicaci­ón (UNC)

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Romina Manguel. Contó en TV que fue acosada.

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