Cambios culturales y legales en los últimos años
sin ninguna razón valedera.
La directora de una escuela de la ciudad de Córdoba cuenta que cuando una madre informa que el padre no puede retirar al niño (o a la inversa), solicitan el oficio al juzgado de Familia y se labra un acta para que todo el personal del establecimiento conozca la situación.
“En general, los retiran los viernes y los llevan a la escuela los lunes. El gran problema es que a veces no van y los niños faltan los lunes y martes”, apunta.
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En los juzgados advierten que las situaciones de violencia crecen año tras año.
“Hay más casos, pero también se sabe más adónde recurrir. Han crecido exponencialmente. Hubo un proceso de conocimiento, de descubrimiento de la información para las mujeres. Antes era la denuncia por el golpe, la violencia física, ahora es toda violencia: emocional, económica. Si una mujer dice: ‘Sentí miedo porque nunca me pegó pero me amenazó por teléfono’, eso ya genera la orden de restricción”, explica Morcillo.
Agustina Olmedo, secretaria del Tribunal Superior de Justicia y encargada de la Oficina de Coordinación de Violencia Familia, coincide en que las mujeres denuncian más. “Tiene que ver con los movimientos, la difusión, con muchos más recursos por parte del Estado, con que las personas se han sentido más acompañadas al hacer la denuncia. Esto no se visualizaba, quedaba puertas para adentro. Estaba tan naturalizada la violencia de género e intrafamiliar, que no se denunciaba. Ahora las mujeres están comprendiendo que eso no es natural”, asegura.
Las cautelares
Martínez plantea que muchas vidas se han salvado gracias a las medidas cautelares como la restricción. “Cumplen su función punitiva de control primario de la violencia, que es indispensable. Por eso es importante que la escuela, que es casi el segundo hogar de los chicos, esté en la misma sintonía que la orden de restricción emitida”, subraya.
Si los maestros advierten situaciones de violencia hacia los chicos tienen la obligación de denunciar. “Muchos directivos no saben que pueden proteger a los niños de ese modo, recurriendo a la Senaf (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia) o con una denuncia por violencia. Lo que persiguen estas leyes no es acumular denuncias, sino tratar de atemperar la violencia”, acota Martínez.
La directora de otra escuela estatal de la periferia de la Capital relata que el problema se presenta cuando uno de los padres dice, de manera verbal, que el otro progenitor tiene restricción de contacto. “De palabra no podemos tomarlo como real, por más que confiemos en el papá o en la mamá”, explica.
Esa escuela fue testigo, en una ocasión, de un episodio que obligó a llamar a la Policía. “Cuando uno de los papás trae la orden judicial, les decimos a los dos que no queremos inconvenientes ni que el nene quede expuesto a la salida de la escuela por una pelea de los adultos”, relata la docente.
Dentro de los colegios también ocurren otras situaciones. La asesora de Familia, Myriam Rebuffo, explica que algunas escuelas no reciben al progenitor que no convive con su hijo porque tiene una orden de no acercarse a la casa de su expareja. “Hay un desconocimiento, porque él es tan padre como la madre y tiene todo el derecho a ser recibido por la autoridad del colegio sin ningún oficio del tribunal. Posiblemente, desconozcan las autoridades de la escuela. No puede ir a ver al hijo, pero sí a buscar información”, puntualiza. Silvia Morcillo, jueza de Familia, interpreta: “Hay cada vez más mujeres que dicen: ‘Quiero que él lo cuide, que se vaya con el padre’. También hay hombres que dicen: ‘No tengo problemas de cuidarlo durante la semana, pero los fines de semana, no’. Y más mujeres que piden lo mismo para los ‘findes’”.
La jueza de Familia Silvia Morcillo asegura que el avance en el debate de las cuestiones de género en la última década está produciendo un notable cambio cultural que, entre otras cosas, impacta en el cuidado de los chicos.
En este sentido, la reciente reforma del Código Civil, que dejó atrás la idea de patria potestad o del hijo como “posesión” de sus progenitores para dar paso a la responsabilidad parental compartida con modalidad indistinta, trajo aparejada transformaciones cruciales.
“Ahora los hijos son de todos, son de la sociedad y hay que criarlos entre todos. El trabajo del padre es tan importante como el de la madre y hay que organizar la vida alrededor de la crianza de los chicos, como lo han organizado históricamente las mujeres con la maternidad”, explica la jueza cordobesa a La Voz.
Sin embargo, subsisten situaciones en las que una de las partes se niega. “Siempre tenemos una pequeña porción que se resiste, tenemos maternidades simbióticas, absorbentes y que no ceden un espacio para el cuidado. Parejas de ambos sexos y del mismo sexo. En el caso del hombre y de la mujer, donde se ha establecido una lucha, que tiene más que ver con cosas que no entendemos que con cosas que entendemos, la mujer no le deja espacio al hombre para que cuide al hijo o hija. No lo considera confiable, responsable”, sostiene.
En ocasiones –indica– cuando la Justicia fuerza el cuidado compartido suelen presentarse denuncias inexistentes de abuso sexual, de violencia de género o doméstica. De esta manera, se limita la responsabilidad respecto de los hijos.
“Tenemos casos en los que alegan abusos sexuales para impedir el contacto. Es un alto porcentaje. Y en el acto tenemos que suspender el contacto, no hay ninguna posibilidad de contacto entre víctima y victimario en caso de abuso sexual”, subraya Morcillo.
Resabios
La asesora de Familia Myriam Rebuffo remarca que la estructura patriarcal sigue existiendo. “En las audiencias escuchás al hombre que dice: ‘Tengo que trabajar, ¿cómo voy a tener a mi hijo del martes hasta el miércoles, llevarlo a la escuela?’. No pueden entender que su trabajo es igual que el de la mujer que trabaja y resuelve con los recursos que tiene y cumple con este cuidado”, plantea.