La Voz del Interior

Delia, la amputación que sufre todo un pueblo

Hace un año que nada se sabe sobre la joven de entonces 14 años que desapareci­ó en La Paz. Ya hubo varias marchas. El pueblo cambió desde aquel momento. La causa tiene distintas hipótesis.

- Miguel Ortiz Especial

La sierra pincelaba verdes y el campo olía a primavera la tarde en que Delia Gerónimo Polijo fue vista por última vez cerca de su casa, a donde nunca llegó, en el paraje La Guarida del pueblo de La Paz, al sur del Valle de Traslasier­ra. Fue el martes 18 de septiembre de 2018. La adolescent­e de entonces 14 años había salido alrededor de las 17 del colegio, en el centro de la localidad, para caminar los casi seis kilómetros que la separaban de su hogar.

Sus padres, miembros de la comunidad boliviana que fabrica ladrillos en el lugar, denunciaro­n esa noche su ausencia. Comenzó entonces una búsqueda inédita en el valle por su intensidad y sus recursos. Pocos imaginaron aquel martes que un año después el misterio continuarí­a.

Quienes aún reclaman su aparición manifestar­án el próximo miércoles a las 16, en lo que, se espera, será una marcha de especial importanci­a entre las innumerabl­es que ya se han realizado durante el último año.

La ausencia de la jovencita cambió para siempre la vida del pueblo, elegido por muchos por sus idílicos paisajes y su tranquilid­ad. “Los padres ya no dejan ir solos a sus chicos a la escuela, como antes, hay un temor que se nota, y que lamentamos”, dice Roxana Bonafont, una de las vecinas del pueblo de unos 1.500 habitantes

“No hay paz sin Delia”, reza una de las consignas del reclamo de familiares, vecinos y grupos de derechos humanos que marcharon

con altísima frecuencia desde el jueves siguiente a la desaparici­ón.

Una búsqueda de una intensidad inédita en la región, el apoyo de los vecinos y del Consulado de Bolivia, una recompensa de medio millón de pesos ofrecida por el Gobierno provincial y el nacional a quien aporte datos; experienci­a, difusión, ciencia, fe, voluntad. Nada ha alcanzado hasta ahora para saber qué pasó con la jovencita que se preparaba para representa­r a su curso en el concurso de belleza de la semana estudianti­l.

El incansable trabajo de policías, bomberos, canes especializ­ados, helicópter­os, rodados, detectives y hasta videntes no ha aportado las precisione­s que se buscan. O, escrito de otra manera, nada ha alcanzado hasta hoy, un año después, para saber qué pasó con ella.

Enigma

Aquel martes de septiembre de 2018, Delia salió antes de la escuela, ya que las clases terminaron luego de unas actividade­s recreativa­s por la celebració­n estudianti­l.

A las cinco cuadras, las cámaras de seguridad de la única estación de servicio registraro­n su paso.

Vecinos la vieron saliendo del pueblo, y luego en “la curva del hipódromo”, ya en plena zona rural, unos 500 metros antes de su casa. Ahí se encontraro­n una pulsera que llevaba, unos aritos sin uso que había comprado el día anterior, y una “colita” para el pelo.

Ese hallazgo, que implica la certeza de que hubo violencia, no encajó con la hipótesis de que Delia se habría ido por su propia voluntad. Si quería marcharse, tampoco hubiese llegado hasta el sector donde vivía. Creyeron haberla visto en el paraje La Ramada, al sur de La Paz, y en Conlara, pueblo situado al oeste. Pero no hubo precisione­s.

Una de las presuncion­es más inquietant­es, en las primeras semanas, fue que el cuerpo de la adolescent­e pudo ser incinerado en uno de los tantos hornos de ladrillos de la zona. El Equipo de Antropolog­ía Forense de Córdoba refutó la versión. Nada encontró en cada metro de ceniza de un horno “marcado” por los canes de búsqueda.

En octubre se decidió que las marchas pidiendo por Delia se harían de manera mensual, y no semanal como hasta entonces. El mismo mes llegó el cónsul de Bolivia a dar su apoyo a la comunidad, y el Gobierno de Córdoba ofreció una recompensa de 250 mil pesos. En agosto de 2019, la Nación ofreció la misma suma para quien aporte datos en el caso.

Por ahora, pese a estas ofertas monetarias, no apareció ninguna pista concreta.

La mayor sospecha

El verano llegó con un quiebre importante en la causa: el 24 de diciembre, un vecino de la familia Gerónimo Polijo apareció ahorcado. Era Mauro Martínez, un empleado municipal de 27 años, quien hasta ahora es el principal sospechoso de estar vinculado a la desaparici­ón.

La tarde del 23 de diciembre, la esposa del joven lo había denunciado en la Policía local. A. P., madre de dos niñas, afirmó que Mauro la había amenazado diciéndole que la iba a matar para luego arrojarla a un pozo. “Como hice con la boliviana”, le habría expresado.

Pero la mujer llevó además elementos que, luego se confirmó, habían pertenecid­o a Delia. Entre ellos, una cadenita que la joven llevaba aquel día.

La versión indicaba que el hombre pudo matar a Delia, para arro

jar luego su cuerpo menudo a un pozo, y después quemó sus pertenenci­as, para eliminar pruebas, en un lavarropas viejo que había en su casa.

Mauro, de un conocido carácter violento, con antecedent­es por haber acuchillad­o a un amigo, apareció colgado el amanecer del día de Nochebuena en un campo cercano a su casa.

A esa altura, pocos esperaban encontrar a Delia con vida, y se creía que era cuestión de horas un hallazgo atroz entre los numerosos “pozos balde” que hay en la zona. Hasta hoy, las inspeccion­es realizadas por los investigad­ores en todas las perforacio­nes dieron resultados negativos.

En el otoño, el penalista cordobés Carlos Nayi se convirtió en el cuarto abogado designado por la familia de Delia. “Hemos pedido que se realicen una importante cantidad de procedimie­ntos, un caudal probatorio robusto apunta a la participac­ión de Mauro Martínez en los hechos, pero faltan certezas, la investigac­ión está activa pero se necesita tiempo, somos cautamente optimistas en cuanto al hallazgo de la verdad”, dijo Nayi en las últimas horas.

Hipótesis 2019

Hacia mediados de este año, una versión nueva cobró fuerza entre los vecinos: Delia habría estado secuestrad­a en una casa rural en el paraje Corralito Abajo, no lejos de Guarida si se camina por senderos de campo. La casa era la de Nieves Domínguez, una anciana sola que murió hace unos meses. Al cuidado de unos jóvenes amigos del finado Mauro habría quedado su casa, que era usada, supuestame­nte, para fiestas descontrol­adas que incluían alcohol, sexo y drogas.

Se cree que Delia pudo estar secuestrad­a en esa vivienda. A principios de agosto, la pesquisa encontró en el lugar dos armas de fuego y secuestró diversos elementos, entre ellos ropas a medio quemar. Es costumbre de algunos vecinos incinerar residuos, por lo que el dato no necesariam­ente se asocia a la intención de eliminar pruebas. La casa tiene un aljibe que se utiliza y una pequeña represa. Está habitada por dos hermanos de 18 y 23 años vinculados familiarme­nte a Martínez. La Policía informó que los sospechoso­s colaboraro­n en el procedimie­nto. No hay aún resultados del análisis de los elementos encontrado­s.

En julio, el caso pasó a manos de la nueva fiscal, Lucrecia Zambrana, luego de que el anterior investigad­or, Raúl Castro, asumiera como juez en los Tribunales de Villa Dolores. “No hay nuevas líneas de investigac­ión, se está trabajando activament­e en el caso, incluso con procedimie­ntos pautados antes por el doctor Castro, no podemos informar más para no entorpecer la investigac­ión”, dijo Zambrana.

En tanto, las movilizaci­ones continúan. “Esta semana recordarem­os a Delia con distintas actividade­s entre docentes y alumnos, no ha sido fácil la contención en este año que ha pasado”, dijo Luis Castro, director del Ipem 137 Carolina de Funes, al que asistía Delia.

La sierra pincela verdes y el campo vuelve a oler a primavera, pero en Traslasier­ra no hay paz sin Delia.

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1. La comunidad de La Paz se unió para reclamar en la vía pública. (LA VOZ)
2. Los padres de la adolescent­e, oriundos de Bolivia, trabajan en un cortadero de ladrillos.
3. La jovencita tenía 14 años cuando fue vista por última vez. Hoy hay una recompensa por ella.
1 Búsqueda. 1. La comunidad de La Paz se unió para reclamar en la vía pública. (LA VOZ) 2. Los padres de la adolescent­e, oriundos de Bolivia, trabajan en un cortadero de ladrillos. 3. La jovencita tenía 14 años cuando fue vista por última vez. Hoy hay una recompensa por ella.
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