Crecen las consultas virtuales a psicólogos por el temor al virus
Se multiplican las consultas virtuales a psicólogos. La angustia y el malestar están vinculados al temor al coronavirus. Los pacientes tienen incertidumbre y se plantean la imposibilidad de vivir con libertad.
La pandemia que azota al mundo comienza a tener consecuencias en la salud mental de algunas personas que, además del temor al coronavirus, sienten los efectos negativos del encierro obligatorio por la cuarentena. Los psicólogos advierten que se multiplican las consultas por angustias y malestares vinculados no sólo a la expansión de la enfermedad, sino también a la incertidumbre por lo que vendrá y a la imposibilidad de planificar y de vivir con libertad.
La psicóloga Claudia Torcomian sostiene que el coronavirus nos enfrenta a “un exceso de las tres fuentes de malestar” de las que habla Sigmund Freud y que todos intentamos controlar para lograr la felicidad. Estas son: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad del cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos entre los hombres y la familia, el Estado y la sociedad.
“Esto describe la complejidad del fenómeno. Nos recuerda nuestra naturaleza frágil, la hiperpotencia de la naturaleza (traducida en un virus que la ciencia por ahora no puede controlar) y las dificultades que tenemos los seres humanos para convivir (necesitamos encontrar responsables: los chinos, los italianos, los viajeros, los imprudentes, la falta del presupuesto en salud). Este exceso produce angustia en unos; y para otros, es un motor para producir algo nuevo: por ejemplo, la vacuna, barbijos, videos”, enumera.
Cristina González, coordinadora del servicio de contención virtual, confirma que estas situaciones suelen despertar emociones similares a las vividas en otros momentos críticos: miedo, ansiedad, angustia. “Hoy hemos perdido las certezas que nos permiten cierta confianza en lo predecible. Por eso, las reacciones emocionales pueden ser semejantes a las de transitar un duelo: la negación (‘eso no es cierto’ o ‘acá no va a pasar’). Y cuando no es posible mantener la negación porque la realidad nos confronta, suele aparecer el enojo, la ira (‘el culpable es el sistema, las autoridades, el otro’); luego, el miedo (‘qué nos va a pasar’)”, sostiene González.
La experta asegura que el miedo es saludable porque es una alerta al cuidado, siempre y cuando no desencadene el pánico, que en vez de cuidarnos nos expone. También puede provocar tristeza al “reconocer nuestra vulnerabilidad y por la conciencia de que no está en nuestras manos el control de muchas cosas”, agrega González. Sí está en nuestro control “cuidar y cuidarnos”.
La angustia, apunta Torcomian, puede expresarse de distintas formas, y es tan singular como los seres humanos, sus historias y recursos. Para algunos, es una sobrecarga; y eso genera intranquilidad, dificultad para dormir, desesperación o incertidumbre.
Para otros, remarca, es una oportunidad de descansar, de trabajar relajados, “ser libres encerrados”.
La psicóloga Araceli Montoya coincide en que cada persona reacciona del modo en que históricamente lo ha hecho ante situaciones de amenazas. “Hay quienes se asustan y acatan al pie de la letra las normativas impuestas; otros desconfían, pero aceptan; y hay quienes funcionan con un alto nivel de negación (‘a mí no me va a pasar’) y siguen su vida normal o creen que pueden considerar este tiempo como una extensión de las vacaciones. Estos últimos manifiestan un funcionamiento adolescente, con grandes riesgos para sí y para terceros”, remarca.
Incertidumbre
En las consultas, los profesionales de salud mental advierten la incertidumbre. ¿Qué pasará con el trabajo? ¿Y con el año escolar? ¿Quebrará mi negocio? ¿Cuánto va a durar esta situación? ¿Cuándo abrazaré a mis hijos que viven en el exterior?
“El miedo a morir, a hacer daño, a que colapsen los sistemas de salud. Aparece la tensión entre la pulsión de sobrevivencia versus en sentimiento de libertad. El miedo a la muerte se esfuma frente al miedo a lo incierto”, apunta Torcomian. En muchos, la cuarentena irrumpe como un tsunami.
“La cuarentena es percibida por algunos como ‘invasión total’. Invade y arrasa proyectos, planes de vida, viajes, duelos. Todo queda en suspenso por decisión externa, incluso despedir a un ser querido. La percepción es que se ataca el sentimiento de libertad”, plantea.
Los especialistas indican que si el encierro obligatorio se extiende, pueden emergen síntomas distintos, según los sectores sociales. No es lo mismo vivir en una casa con lugares amplios y jardín que en un departamento, o bien hacinados en una habitación. Estar solo o acompañado. Tener 20 años o 90.
Torcomian advierte que el virus va en contra de la necesidad gregaria de los humanos. “Lo que te retiene no es el temor a la muerte, sino a ser causa del contagio de los seres queridos: el amor al otro”, remarca la psicóloga.
La tecnología es fundamental para el encuentro. Cada situación es distinta: las familias separadas, los padres preocupados por sus hijos, e hijos preocupados por sus padres. Para las personas solas es fundamental la conversación diaria a través de videollamadas. “Aprender a esperar, sin ninguna duda, va a favorecer la calidad del encuentro. Es interesante observar por estos días la alegría que nos produce volver a ver a través de una pantalla a las personas queridas”, remarca Montoya.
Moverse y comunicarse
“La mejor manera de contrarrestar el malestar es inyectando pizcas de bienestar. Hay que buscar cuáles son para cada uno: buscar que emerja la libertad en el encierro. Es dejar que surjan la creatividad y la autonomía. Hay que producir, sublimar, imaginar más allá de estos límites. Poner en marcha el motor y que la inercia no gane”, apunta Torcomian.
“Es una guerra en la que el enemigo está en el contacto social; por ello es necesario buscar puntos de encuentro on line que nos ayuden a transitar el encierro”, subraya la experta. Todo dependerá de las posibilidades y de las circunstancias, que no son iguales para todos.