Enfocan la atención en 19 mil familias vulnerables
Son 75 mil personas. Fortalecen la asistencia en esos barrios de la Capital y del interior. Se oficializó la extensión de la cuarentena hasta el 7 de junio. Hoy habrá salidas recreativas.
Las villas de emergencia y los barrios más populares son espacios críticos frente a la amenaza que implica el coronavirus. Los recientes casos detectados y el riesgo de contagio en esos contextos hacen que tanto la Provincia como la Municipalidad de Córdoba focalicen ahora sus esfuerzos para fortalecer allí los programas de asistencia.
En el territorio cordobés hay 19 mil familias que viven en asentamientos de este tipo, donde se concentran 75 mil personas.
En esos lugares, los referentes barriales y promotores sociales son claves como aliados de los equipos de salud.
Alberto Fernández oficializó anoche la extensión de la cuarentena hasta el 7 de junio y dijo que el aislamiento continuará todo lo que sea necesario. El Presidente hizo mención especial a la situación en los barrios más vulnerables.
Hoy y mañana habrá salidas recreativas en Córdoba.
Para la Real Academia Española, el término “nada” tiene múltiples acepciones. Una de ellas es “situación o estado de carencia absoluta”. La pandemia ha desnudado como nunca “la nada” que se vive en las villas y en los barrios marginales de Córdoba. Y si la principal vacuna para repeler al Sars-COV-2 son el cuidado personal y el aseo, hay bolsones de habitantes que quedaron expuestos.
Una muestra de lo que podría ocurrir en el mediano plazo en las villas de emergencia de Córdoba fue el caso del contagio intrafamiliar en barrio Bajo Pueyrredón. Se trata de un grupo de 13 integrantes que viven en tres módulos habitacionales distribuidos en dos terrenos a 20 metros de distancia. El Ministerio de Salud de la Provincia finalizó un operativo que indicó que los casos de Covid-19 detectados son de contactos estrechos.
Las precarias condiciones de vida que se vuelven patentes en Bajo Pueyrredón son similares en otros puntos de la Capital. La Voz visitó cuatro asentamientos de Córdoba capital. Eligió puntos distantes de la ciudad y accedió a estos a través del anillo de Circunvalación. Se hundió hasta lo profundo.
“Hay dos ‘Córdobas’ en Córdoba: la ciudad de los barbijos obligatorios y la ciudad donde ni siquiera hay lavandina”, soltó Luciana Mena, parada delante de la fila del comedor que organiza en el asentamiento Cooperativa Atalaya.
Ese ajetreado escenario urbano de la zona noroeste de la ciudad se mostraba en su esplendor a las 12.30 del último jueves. Una larga fila de 200 personas esperaba paciente que llegara su turno. La mayoría no tenía barbijos, pero en la punta entregaban una ración de alimento.
“La gente tiene hambre. Es imposible quedarse en casa si el hambre apremia, a pesar de que todos los que están acá querrían hacerlo. La falta de trabajo y, por consiguiente, de comida, hizo que las familias tengan que salir a buscar para comer”, explicó Noemí Mamondez, que colabora en el comedor. Noemí agregó que en los últimos 60 días se triplicaron las raciones de comida necesarias.
“No sólo no tenemos cubrebocas. Acá hay que esperar que llegue la madrugada para cargar agua”, se quejó Luciana.
La referente social explicó que la falta de asfalto, luz, agua y elementos de higiene son las preocupaciones de las que habla el contexto vecinal. “Muchos chicos tienen problemas respiratorios, asma y alergias de distinto tipo. Si alguien se enferma a la noche, no llegan los taxis y el dispensario de la zona está cerrado. Vivimos aterrados”, planteó Luciana.
En la calle, durante la entrevista, los niños salían corriendo en tropel. Cruzaban de vereda en vereda. Corrían con absoluta libertad. “Esto es lo único que nos queda: la alegría y la solidaridad, porque si entra el coronavirus no sabemos qué puede pasar”, expresó Noemí.
Al salir del lugar, la gente alzaba las manos en gesto de saludo. “Pidan que venga el Gobierno a ver cómo estamos”, soltó una voz anónima desde la fila.
Segunda parada
Saliendo de Atalaya, a 20 minutos de viaje en auto, otra fila aparecía en el horizonte. Cooperativa Renault, en la zona sudoeste de la Capital, también aglutina gente en un comedor.
“Acá la gente va llegando y se anota. El hambre, el dengue y el coronavirus son los tres peligros más grandes. En mi caso, desayuno a las 11, almuerzo a las 15 y tomo unos mates a la noche. Hay gente que viene a pedir porque no tiene alimentos”, sostuvo Ximena Sotomayor, que colabora en el comedor.
Para la referente social, que integra la organización Barrios de Pie, lo que se consigue ya no alcanza, tampoco el dinero para comprar jabón y alcohol en gel.
“En el comedor pedimos que se respete la distancia social. Y estamos organizadas para trabajar en grupo, con un protocolo que nos permite hacer rotaciones y que no se junte tanta gente. Pero la necesidad es muy alta y tenemos mucha más gente que lo que podemos contener”, lamentó.
Una puerta que suena
Más ubicado hacia la zona sur de la ciudad, barrio 2 de Abril se erige como otra zona con severas carencias.
“En mi casa vivo con mis hijos, mi nuera que ya tiene sus hijos y mi esposo. Todos en dos piezas. Y acá mismo funciona el merendero”, relató María Bustos, cuando nos recibió en uno de los dos dormitorios de su vivienda.
El baño está afuera. “Es precario. No tenemos para ampliar ni para construir otra solución. Lo peor es que todo el día suena esa puerta (señala hacia el ingreso) y es gente que me suplica por comida”, dijo al borde de las lágrimas.
Allí también se amontona el barrio para buscar la merienda. Para la vecina, es bueno que al menos las personas coman una vez al día. “La trabajadora social del dispensario del barrio me ha pedido que abra otros días el comedor. Pero no tengo más comida que lo que alcanzo a preparar. Acá amasamos y estiramos el alimento”, aseguró.
Último destino
El punto final del viaje es Barranca Yaco. Un asentamiento que crece día a día, donde el agua es escasa y hay viviendas construidas con barro, bolsas de nailon y ladrillos. “Acá no tenemos nada. Ya no hay nada que comer, no hay agua para lavarse las manos, las casas no tienen baños, la gente sufre el hambre y la desesperanza. El coronavirus es una bomba de tiempo”, aseguró Eva Usandivares, quien también atiende un precario comedor.
“Estamos al frente de barrio Bajo Pueyrredón. Somos conscientes del peligro y los que más nos cuidamos. La clase media y la clase alta pueden salir de sus casas y andar de acá para allá. Nosotros, en las villas, nos cuidamos y no salimos del barrio. Pero el temor a enfermarnos es muy grande”, planteó Eva.
En lo más recóndito de la zona nordeste de la ciudad, el caserío se abre paso entre el monte. “Acá no llegan ni los barbijos. Estamos solos pero decididos a cuidarnos. Necesitamos de todo”, contó Eva, que dejó un número de celular para recibir donaciones: 351 2122681.
Video. La recorrida por los asentamientos populares, en
LaVoz.com.ar.