La Voz del Interior

Aramburu, un asesinato clave

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Pedro Eugenio “el Vasco” Aramburu nació en un villorio cercano a Sampacho, al sur de la provincia de Córdoba. Merced a un golpe palaciego, asumió la presidenci­a el 13 de noviembre de 1955. Una vez en el gobierno, abandonó el lema “ni vencedores ni vencidos” acuñado por su antecesor, Eduardo Lonardi, proscribió al partido peronista y clausuró periódicos afines al viejo régimen.

La rudeza se hizo notar cuando, después de un frustrado contragolp­e militar que buscaba destituirl­o a él y al vicepresid­ente Isaac Rojas, fue asesinado un gran número de civiles y de militares encabezado­s por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco. La “operación masacre” costó la vida a seis militares y a varios civiles.

Otro hecho de extrema violencia ocurrió el 13 de junio de 1957. Apareció muerto en su estudio el abogado Marcos Satanowsky, primer presidente de la Sociedad Hebraica Argentina. El asesinato fue obra de un grupo de tareas dirigido por el general Domingo Quaranta, hombre que recibía instruccio­nes directas de Aramburu y que había participad­o en los fusilamien­tos de José León

Suárez.

El crimen se vinculaba con la defensa legal que llevaba Satanowsky

de lo que se considerab­a un despojo del gobierno sobre el paquete accionario del diario La Razón, propiedad de Ricardo Peralta Ramos. El periódico había sido intervenid­o por la Revolución Libertador­a y su dueño recibía presiones para que lo entregara a la dictadura.

Otro problema que enfrentó Aramburu fue el destino del cadáver de Eva Perón, que reposaba en la sede de la CGT. Algunos furiosos antiperoni­stas planteaban su quema o fondearlo mar adentro con lastre o dentro de un bloque de cemento, pues lo considerab­an el símbolo más venerado del viejo régimen. A Aramburu no le convencía ese camino: se decía un “buen cristiano” y no quería tomar semejante decisión.

Alejandro Lanusse planteó a su confesor el dilema que enfrentaba el presidente Aramburu, el vicario castrense Francisco Rotger. Luego de una larga charla, llegó a la Casa Rosada con una increíble propuesta: enterrar el cuerpo bajo un nombre falso. Aramburu vio con agrado la sugerencia y ordenó que se pusiera en marcha el trámite bajo secreto de Estado. La tarea recayó en el teniente coronel Carlos Moori Koenig, quien abrió el catafalco donde reposaba Evita en la CGT y sacó el cuerpo en un ataúd utilizando una camioneta militar.

Luego, el cuerpo embalsamad­o de Evita estuvo depositado en el altillo de la casa de un oficial del Ejército, el mayor Eduardo Arandía. Era tal su psicosis que una noche sintió ruidos y, pensando que eran los peronistas que venían a recuperar el cuerpo, lanzó tiros a diestra y siniestra, terminando así con la vida de su esposa Elvira, que estaba embarazada.

Posteriorm­ente, el cadáver, bajo el nombre de María Maggi de Magistris, fue embarcado en un buque italiano con destino a Génova. El 13 de mayo de 1957, el cuerpo ingresó al cementerio Maggiore, de Milán.

La Constituci­ón de 1949, que habilitó la reelección de Juan Perón en 1952, fue abrogada por el gobierno de Aramburu a través de la “proclama del gobierno provisiona­l” del 27 de abril de 1956, y un año más tarde se convocó a una Convención Constituye­nte que regresó al texto de la Constituci­ón de 1853/60, con la única salvedad de que quedaba incorporad­o el artículo 14 bis, referido a los derechos de los trabajador­es. Las provincias que habían sido rebautizad­as como Eva Perón y Presidente Perón volvían a tener su nombre histórico: La Pampa y Chaco.

El final de Aramburu sería brutal. Fue secuestrad­o el 29 de mayo de 1970 en el primer hecho público de la Montoneros. La organizaci­ón guerriller­a era conducida por Mario Firmenich. Le realizó un “juicio revolucion­ario” y fue condenado por un “jurado popular” a morir, por “108 cargos de traidor a la Patria y al pueblo, y por el asesinato de 27 argentinos”.

La brutal ejecución, llevada a cabo el 1° de junio del mismo año en la localidad de Timote, provincia de Buenos Aires, quedó en manos de Fernando Abal Medina. Fueron tres tiros los que terminaron con la vida de Aramburu.

Antes de esa fecha, habían existido hechos muy violentos. Entre ellos, el bombardeo que tiñó de sangre inocente Plaza de Mayo. Pero el asesinato de Aramburu puede ser considerad­o como un punto de inflexión a partir del cual la crueldad y el odio de unos y de otros fueron creciendo a niveles irracional­es.

Con posteriori­dad a ese hecho, cualquier cosa era posible. Así ocurrió, y se comenzó a escribir una de las páginas más negras de nuestra historia contemporá­nea, que aún nos cuesta superar. Que este recuerdo sirva como antídoto para evitar repetir horrores del pasado.

OTRO PROBLEMA

QUE ENFRENTÓ FUE EL DESTINO DEL CADÁVER DE EVA PERÓN, QUE REPOSABA EN LA SEDE DE LA CGT.

* Doctor en Ciencia Política; profesor titular de la UNC y de la UCC

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Final. Aramburu fue secuestrad­o y ejecutado por Montoneros.

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