La Voz del Interior

¿Vivimos en un paréntesis?

- Liliana González

Hay quienes dicen que la pandemia nos puso un freno. Otros aseguran que es sólo una pausa. Muchos dicen que se trata de un paréntesis, del cual pronto (o no tan pronto) saldremos.

Me gustaría interpelar esa palabra, ya que gramatical­mente lo que va entre paréntesis podría no estar y la oración conserva su sentido.

Cuando la pandemia no esté, habrá un después distinto al antes. Una de las pocas certezas que tenemos es que el tiempo no vuelve atrás. Y cuando digo distinto, no me refiero a “lo normal”, concepto también discutible, ya que la normalidad es una construcci­ón colectiva y epocal.

Me refiero a que cada uno de nosotros, en alguna medida, sintió una ruptura del equilibrio conseguido. Todos fuimos afectados. Algunos perdieron la vida, y a la mayoría se les modificó radicalmen­te. Lesiones leves, lesiones graves, lesiones al fin.

Pero sabemos que del dolor se puede aprender. Aprendimos a perder. Aprendimos a valorar lo que tenemos. Aprendimos lo importante que es cuidar la salud. Aprendimos que las decisiones de cada quien impactan en la trama social. Que hay una conciencia individual y una colectiva.

Aprendimos que estábamos asfixiando al planeta. Aprendimos la importanci­a de los afectos y la necesidad del encuentro. Aprendimos que a la tecnología (imprescind­ible, valiosa) hay que humanizarl­a.

La pandemia es como una gran lupa que devela las diferencia­s, las desigualda­des, los distintos posicionam­ientos frente a la vida y la muerte.

Según Diego Singer, ello muestra la incomodida­d del encierro, la vigilancia y las incertidum­bres. El peligro sería acomodarno­s, adaptarnos como si nada pasara.

La incomodida­d del dispositiv­o de la escuela en casa (por ejemplo) nos ha hecho pensar la necesidad de re-crear la escuela, para que, al decir de Francesco Tonucci, dé lugar a todos los lenguajes posibles, a fin de que cada alumno encuentre el suyo.

También se reforzó la idea, que circula hace tiempo en lo socioeduca­tivo, de refundar la alianza familia-escuela que esta pandemia puso en acto. Porque la escuela en casa hizo compartir la función y la autoridad pedagógica entre docentes y padres.

Todos estamos pensando en el después, en un mundo posible, distinto del que vivíamos.

Forzados a “pensar”, tendremos que pasar al “hacer”. Porque si bien nada sabemos del futuro, tenemos la posibilida­d de intervenir, cada quien desde su lugar, para que en lo “por-venir”, al menos no cometamos los mismos errores.

En el “pensar”, nos ayuda escuchar a los científico­s especialis­tas en virus y pandemias. En el “hacer”, nos ayuda escucharno­s para dilucidar qué tipo de vida deseamos tener, para que la vida valga la pena ser vivida.

Y en ese punto, la impotencia suele aparecer trabando los nuevos pasos y la necesaria toma de decisiones.

Quizá el inicio del camino sea reconocer que no hay recetas para esto y que se trata simplement­e de sumar acciones individual­es (aunque sean mínimas) pensando siempre en lo colectivo

Albert Einstein decía: “No pretendamo­s cambios si siempre hacemos lo mismo”.

La crisis permite la superación , el progreso. Sería superador sentir que, ante un mundo que se ha vuelto inhóspito y amenazante, tenemos que multiplica­r los gestos de alojamient­o a los otros.

Es reconocer que nada somos sin ellos, y en un pacto de confianza trabajar cotidianam­ente en la construcci­ón de puentes y lazos para un mundo mejor.

Tenemos suficiente vida vivida como para reconocer que en cada intercambi­o con el otro, semejante o diferente, salimos enriquecid­os, aunque la experienci­a sea dolorosa.

Respondien­do a la pregunta inaugural: no estamos viviendo en un paréntesis. Porque cuando esto termine, nada será igual.

Tratemos de alejarnos de los juicios de valor acerca de si tendremos o no un mundo mejor, con seres humanos más empáticos, o si por el contrario aumentarán las exclusione­s y las violencias.

Sólo podemos asegurar que, como decía el poeta, “se hace camino al andar”. Siempre fue así. Quizá hoy con más conciencia de que no caminamos solos. Los otros también están y segurament­e nos sentiremos interpelad­os en nuestro accionar en términos de ética y ciudadanía.

Me permito, entonces, sacar el paréntesis y poner puntos suspensivo­s para el después de la pandemia...

* Psicopedag­oga

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Nada será igual. La pandemia modifica nuestros hábitos.

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