El policía que no falta al control de ruta
El tráfico entre Río Segundo y Pilar es intenso. A metros del puente carretero que las une se instaló un puesto fijo de la Policía. Allí están los encargados de exigir que los conductores circulen sólo con los permisos correspondientes.
Suelen ser tres efectivos con piloto, máscara, barbijo y guantes cumpliendo esa tarea. “¿De dónde viene?, ¿adónde se dirige?, ¿me puede mostrar el permiso de circulación?”, son las preguntas de rigor. Muchos automovilistas exhiben su papel antes de que se lo soliciten. Los policías evitan tocarlos.
Dado que deben acercarse a la ventanilla de los vehículos, les resulta imposible respetar la distancia de dos metros recomendada para evitar el contagio del virus. De todos modos, es alto el porcentaje de conductores que llevan barbijo.
“Soy consciente de que me expongo, pero estoy orgulloso de salir a pelearla”, dice Luis.
“Lo que más temor me da es llevar el virus a mi familia”. agrega el joven policía. En su casa lo esperan su esposa y dos hijas. “Ni bien llego, una sale a rociarme con agua y alcohol. Luego me saco el uniforme, que coloco siempre en el mismo lugar, me lavo manos y cara, me vuelvo a vestir y recién después saludo a todas”, cuenta.
Le toca estar en la calle, ese espacio al que muchos temen, desde el día uno. “Para mí hacer la cuarentena no era opción. Al principio me angustió tener que salir”, marca. Pocos policías, por razones de salud, pueden pasarla en sus casas.
En los controles, además de máscara protectora, elige llevar barbijo. Lo agregó al notar que la máscara no alcanzaba en el control a camioneros. “Debemos levantar la vista y la cara queda descubierta”, cuenta.
“Son pocos lo que circulan sin permiso. Y están los que no lo tienen e inventan alguna excusa para pasar. En esa situación, soy riguroso. Y noto cuando me están mintiendo”, revela. A un metro, un compañero asiente: dice que la calle les aporta algo que llama “olfato policial” para advertir esas situaciones.