Debe primar el diálogo
Las autoridades políticas volvieron a extender la cuarentena preventiva y obligatoria, con flexibilizaciones parciales y geográficamente acotadas, por dos semanas más. El presidente Alberto Fernández, con cierto fastidio, respondió que “va a durar lo que tenga que durar”, cuando se le señaló que el confinamiento argentino sería el más largo del mundo.
“Me llama la atención que muchos medios hablan de la angustia de la cuarentena. Angustiarse es enfermarse, es no preservar la salud”, agregó.
La preservación de la salud no depende sólo de extremar los cuidados para reducir la tasa de contagio del coronavirus; hay muchos otros factores en juego, y el impacto mental de la cuarentena es uno de ellos.
Además, los medios de comunicación no hacen otra cosa que reflejar la realidad.
Obrarían muy mal quienes gobiernan si subestiman lo que está viviendo la población. Sin ir más lejos, cada gobernante podría testear lo que ocurre dialogando con la Policía de su jurisdicción o con dirigentes gremiales y empresariales de los más diversos rubros.
Por un lado, la Policía está saturada de trabajo por todos los controles que debe realizar vinculados con la cuarentena, con sus fuerzas exhaustas, ya que opera las 24 horas y los siete días de la semana. A sus miembros les toca enfrentar el malestar social en diversos barrios, cuando acuden por denuncias de vecinos para disuadir o detener a quienes violan el confinamiento. Las agresiones son una constante. Los piedrazos ya hirieron a agentes. También hubo cruce de disparos en algunas ocasiones y en diferentes jurisdicciones.
Por otro lado, las protestas de comerciantes y de pequeños empresarios para que les permitan volver a abrir sus respectivos negocios y fábricas se multiplicaron en el país en las últimas dos semanas.
Córdoba y Mar del Plata fueron dos claros ejemplos de que hay decisión y organización para transgredir lo establecido por las autoridades.
Otros elementos conflictivos se añaden al escenario, como protestas gremiales que, por ejemplo, llevaron a paralizar los servicios de ómnibus urbanos e interurbanos desde hace semanas, lo que ha dado pie a ollas populares en algunos lugares, como Alta Gracia.
Como hemos advertido con anterioridad, cualquier resistencia más o menos organizada a la cuarentena podría derivar en una crisis de gobernabilidad.
En consecuencia, nadie discute la necesidad de preservar la salud, pero para llevar adelante medidas que prolonguen el parate económico en vastos sectores debieran primar el diálogo y la comprensión de las autoridades, para asegurar el bien común y la paz social.