Juan, condosis combinadas de adrenalina y de temor
“Por un lado, uno lo vive como un desafío, con adrenalina. Formar parte de un equipo de salud en una situación de pandemia no se da todos los días. Por el otro, con una dosis de temor, que no puede faltar porque hace que uno esté alerta”. Lo dice Juan Rojo (50), licenciado en Producción de Bioimágenes desde hace 25 años.
Su obsesión es que la “famosa curva” de casos siga aplanada y no sature el sistema de salud.
Dice que, en el hospital San Roque, donde trabaja, están entrenándolos desde hace un mes en bioseguridad.
Su esposa, con quien comparte profesión, comenzó a trabajar por la situación de pandemia. “Era una buena oportunidad, aunque también tuvimos dudas porque los dos estaremos en el hospital. Pero tratamos de tomar todas las medidas posibles”, cuenta.
Sus hijos, de 12 y de 13 años, al principio los miraban con curiosidad cuando llegaban al hogar y pasaban derecho a bañarse sin siquiera abrazarlos y al ver que dejaban las mochilas y bolsos en la entrada. Ya se acostumbraron a que es parte de la rutina diaria.
Su especialidad también es clave en el tratamiento de pacientes con coronavirus: se ocupa de realizar radiografías o tomografías de tórax a los pacientes afectados en su parte respiratoria. En estos casos, las radiografías se realizan con equipos portátiles para evitar que los pacientes se movilicen de sus salas.
La colocación de los equipos de bioseguridad son una rutina diaria, pero clave. “Usamos dos pares de guantes, doble bata, un barbijo N95 más otro común que lo protege, gafas, máscara y una cofia en la cabeza”, detalla Juan.
Al sacarse cada uno de esos elementos, entre paso y paso, debe lavarse las manos.
El mayor riesgo de contagio se presenta cuando se quitan los elementos de protección. “Es un momento clave que exige una gran concentración”, precisa.