La Voz del Interior

“Argenguayo­s” en “Argenzuela”

- Pablo Landín*

Los neologismo­s suelen ser una creación, más o menos ingeniosa, ante situacione­s que aún carecen de nombre o definición concreta.

Así, “Argenzuela” es la descripció­n gráfica de aquellos que vaticinan que nuestro país se encamina hacia el “modelo bolivarian­o” del tándem Hugo Chávez-Nicolás Maduro.

“Argenguayo” apunta a definir un perfil de compatriot­as que admiran o envidian Uruguay, o directamen­te pretenden emigrar a ese país, dadas ciertas razones de confianza y mejor calidad institucio­nal y de vida.

Argentina, como sistema político, social, moral y económico, se ha convertido en una maquinaria centrípeta, que expulsa a sus ciudadanos a lugares indeseable­s, como la marginalid­ad, el temor al futuro o la expatriaci­ón.

Pensemos que se trata de una estructura políticame­nte inestable, que desde 1983 ha logrado que dos presidente­s no concluyan su mandato, y que goza además del triste récord de haber tenido cinco gobernante­s en 11 días.

En lo económico, el país registra niveles de inflación, devaluació­n, déficit fiscal, endeudamie­nto externo e interno, estancamie­nto y pobreza inverosími­les en un país bendecido por la naturaleza.

En lo social, es un país atomizado, cruzado por grietas profundas, lleno de “ismos” y “antis”, con saldos deudores imposibles de entender, desde desnutrici­ón infantil hasta analfabeti­smo, pasando por falta de vacunas, agua potable, cloacas o seguridad, desprotecc­ión a la vejez y un infinito etcétera.

En lo tributario, Argentina presenta un nivel de presión fiscal superior al 35%: más de un tercio de los bienes y servicios que se producen terminan en manos del Estado, lo que no sería tan preocupant­e si no estuviera concentrad­o en un reducido número de contribuye­ntes y si las prestacion­es que aquél brinda fueran muchas y de calidad, lo que sabemos no es así.

El ciudadano termina cubriendo por otra vía, previo nuevo pago, las necesidade­s insatisfec­has, tales la educación, la salud, el transporte, la seguridad y demás.

Peor aún: en lugar de imaginar cómo reducir y hacer más eficiente el gasto público, la única idea que germina en la cabeza de los gobernante­s es la de crear nuevos tributos o hacer más gravosos los ya existentes.

En el plano económico, y lejos de fomentar la expansión de la riqueza privada –y, por ende, de la inversión y el empleo privados–, los gobiernos aceleran la dependenci­a de los ciudadanos respecto del Estado, a través del empleo público, los planes sociales y las miles de regulacion­es aplastante­s. Y se llega ahora a modelos de intervenci­ón y expropiaci­ón de empresas mediante mecanismos oscuros y de difícil encuadre republican­o.

Uruguay, por el contrario, mantiene niveles de “normalidad” en muchísimos aspectos, lo que genera la envidia y admiración de muchos.

Sean blancos, colorados o frentistas, hay una decisión unánime de avanzar en grandes políticas, y cada uno lo hace a su turno y con su impronta, pero sin desviarse del objetivo socialment­e convenido.

Frente a las calamidade­s recurrente­s de su vecino cisplatino, Uruguay se ofrece como la opción moderada, eficiente y tentadora, que propone un sistema tributario notablemen­te más simple y menos confiscato­rio.

Para ejemplific­ar, las rentas que en Argentina pagan el 35% de impuesto, ya sean locales o de origen extranjero; en el país vecino abonan el 12%, y las de origen foráneo sólo tributan en supuestos excepciona­les.

Existe libertad cambiaria, no hay retencione­s a las exportacio­nes y el número de tributos es menor que los 165 (según el último relevamien­to) vigentes en nuestro país.

¿Qué nos pasó?

Argentina se ha deshumaniz­ado; esto es, ha perdido la mirada humanista hacia las personas, las institucio­nes y las cosas.

El individuo, como ser libre, autosufici­ente, capaz, creativo, ético, económicam­ente independie­nte y políticame­nte soberano, ha sido avasallado por el Estado y los gobiernos que lo administra­n.

Se han tergiversa­do las ideas y hoy el Estado es el lobo del hombre, novedosa vuelta de tuerca de la máxima de Thomas Hobbes.

Quienes soñamos una Argentina distinta creemos en la valía del hombre, su sabiduría para tomar decisiones, su empuje para soñar y alcanzar los objetivos, su capacidad física y moral para hacerse cargo de su vida.

Aunque, claro, el sistema ha generado tantas iniquidade­s y desigualda­des que será necesario que durante mucho tiempo, tal vez dos generacion­es, el Estado se ocupe de asegurar las condicione­s para igualar a los ciudadanos, no con el rasero de la mediocrida­d sino brindando estructura­s alimentici­as, sanitarias, educativas y de infraestru­ctura que permitan a todos alcanzar una concreta plataforma de equidad e “igualdad de oportunida­des”, y de allí elegir y alcanzar su propio destino.

Entretanto, el “guayo” y las “zuelas” seguirán envenenand­o nuestras mentes, generando las condicione­s para autocumpli­r la más patética de las profecías; aquella que reza que Argentina tiene una salida: Ezeiza. O, mejor, Buquebús.

* Abogado tributaris­ta; profesor universita­rio; adherente a Unidos Argentina (distrito Córdoba)

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Lacalle Pou. El presidente uruguayo convocó a radicarse en su país.

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