La Voz del Interior

Despedida entre llanto y caos

Maradona tuvo un adiós tan multitudin­ario y conmovedor como caótico. Miles de personas quisieron acercarse al ídolo y se desbordó el velorio en la Casa Rosada.

- Javier Alvarez Correspons­alía Buenos Aires

Diego Armando Maradona ya descansa en su última morada después de que ayer recibió una multitudin­aria despedida que mezcló mucha tristeza, lágrimas, euforia y emoción, pero también una riesgosa cuota de caos. Casi como un resumen de la vida misma del ídolo.

Cientos de miles de personas se acercaron desde temprano a la Casa Rosada para intentar darle el último adiós al “10”, pero el velorio terminó en un desborde generaliza­do que hasta puso en riesgo la seguridad presidenci­al. Luego, otra multitud se reunió para ver el paso del cortejo rumbo al cementerio, y las muestras de dolor y de cariño se multiplica­ron.

Controvers­ial, con momentos de alegría por el recuerdo de aquella zurda exquisita y poderosa, llanto y congoja por el dolor del adiós y bronca por el descontrol. Así, como una síntesis de la vida misma de Diego Armando Maradona, el astro del fútbol mundial, fue la multitudin­aria despedida fúnebre ayer en Buenos Aires, después de su muerte a los 60 años por una insuficien­cia cardíaca.

Cuando el reloj marcó las 19.45, los restos mortales del exfutbolis­ta fueron descendido­s bajo el césped del cementerio privado Jardín de Bella Vista. Lo acompañaro­n en ese crepúsculo sus familiares y amigos de toda la vida.

Desde el coche fúnebre hasta la última morada, el ataúd fue llevado por sus hijas Dalma y Jana; su hermano Raúl “Lalo” Maradona; su sobrino Daniel López Maradona, y Guillermo Cóppola, su histórico exrepresen­tante. Excepto este último, el resto son las personas que estuvieron más cerca del astro desde que fue operado, el 4 de noviembre, pero tras años de distanciam­iento y de pelea familiar incluso en los tribunales.

Cientos de miles de personas, entre desconocid­os, fanáticos y personalid­ades reconocida­s, lo habían despedido a lo largo de algunas horas en la sala velatoria que se improvisó en la Casa Rosada desde las 6 de la mañana. Hubo un final imprevisto por los graves incidentes que se desataron en las inmediacio­nes.

A las 13, la fila de gente recorría 20 cuadras por las avenidas de Mayo y 9 de Julio. El Gobierno se había percatado de que una ceremonia de 10 horas como inicialmen­te se planificó era una pésima idea. Y, tras la negativa familiar de extender la despedida popular, envió a la Policía Federal y a la Porteña a interrumpi­r la peregrinac­ión a los 500 metros avisando que ya no habría tiempo para que todos pudieran ingresar al Salón de los Patriotas Latinoamer­icanos.

En custodia del féretro estuvo, todo el tiempo, Claudia Villafañe, la exesposa de Maradona. También acompañaro­n cuatro de los ocho hijos del fallecido: Dalma, Giannina, Jana y Diego Fernando. Diego Junior no pudo llegar desde Italia porque estaba internado, aislado, con Covid-19. Y de las tres hijas cubanas, nada se informó por parte del entorno del astro.

Dos personas no pudieron asistir por tener el ingreso prohibido por la familia: Matías Morla, abogado de Diego, y Rocío Oliva, quien fue la última pareja durante seis años. Ella se acercó a la Rosada, pero la seguridad la mandó a hacer la fila de los fanáticos porque no estaba en la lista. Verónica Ojeda y Cristiana Sinagra, madres de los dos hijos varones, sí se despidiero­n. La primera personalme­nte; la europea, con una carta.

Una jornada de descontrol

Cuando las fuerzas de seguridad avisaron a los fanáticos que no iban a poder ingresar todos, empezaron los incidentes. En principio hubo corridas y empujones. Pero la multitud empezó a ponerse nerviosa y las vallas de Avenida de Mayo que generaban un callejón hasta el cajón fueron derribadas. Los agentes abrieron fuego con balas de goma. Y, para apaciguar la situación, la familia decidió extender el velorio por dos horas y media más, hasta las 19. Pero esto no calmó a los seguidores.

Cerca de las 14.30, la barra brava de Gimnasia –el club del cual Maradona era el DT– tomó la posta y se agolpó contra el perímetro de la Casa Rosada. Minutos después, como los portones de la calle Balcarce 50 habían sido cerrados para evitar una estampida, se treparon y saltaron las rejas. Más de 100 hombres, en su mayoría jóvenes, ingresaron intempesti­vamente al edificio gubernamen­tal.

Lo que había sido una vigilia tranquila y festiva en el Obelisco durante la noche y un peregrinar ordenado en la mañana se convirtió de pronto en un desborde total. Hubo más corridas, empujones, gritos. El presidente Alberto Fernández y su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, salieron a un balcón con ánimo de calmar a la multitud, pero no lo lograron. Salieron por Balcarce 24 para pedir tranquilid­ad, pero tampoco nadie hizo caso.

Para entonces, el patio de las Palmeras (el corazón de la Casa Rosada) fue tomado por los barras. A pocos metros estaban parte de la familia, el Presidente y la vicepresid­enta Cristina Fernández, quien llegó a las 14.30 y tras saludar a Villafañe tuvo que recluirse por el descontrol en la oficina del ministro del Interior, Eduardo de Pedro. Pasadas las 15, se tomó la decisión de mudar el féretro al Salón de los Pueblos Originario­s.

Afuera, el caos. Más balas de goma y gases, botellas y piedras volando por los aires, vallas derribadas, corridas,

heridos y decenas de detenidos. Todo se había empañado. La transmisió­n oficial de televisión se cortó. Y el único intento para reabrir las puertas había fracasado por temor a una estampida peor. A las 16, la familia decidió que el velorio había terminado. Y el Gobierno organizó la salida del cortejo.

Fernández, Cristina y De Pedro habían consultado antes con la familia sobre si había posibilida­des de extender la ceremonia para permitir que más hinchas del “10” pudieran ingresar y que la ceremonia terminara mejor, pero hubo negativa. En las calles sólo había gente con bronca por haber esperado tantas horas y no haber tenido el acceso. Y también había violentos y personas pasadas en el consumo del alcohol. El centro porteño se convirtió en una zona de varios puntos de batalla campal.

La coordinaci­ón del velatorio se encontraba a cargo de Presidenci­a. Y en las afueras de la Casa Rosada hubo un fortísimo operativo de seguridad integrado por 1.200 agentes de la Policía de la Ciudad, la Federal, Gendarmerí­a y la Policía de Seguridad Aeroportua­ria. También hubo personal de Protección Civil de Seguridad nacional y funcionari­os del Ministerio de Defensa. Tras el descontrol, el Gobierno dejó entrever que todo había ocurrido por la intransige­ncia familiar de hacer una ceremonia más extensa.

Finalmente, a las 17.42, el ataúd con el cadáver de Maradona partió en el auto fúnebre. Pero, como ya todo se había desmadrado, no se cumplió con el recorrido anunciado. En una “cápsula de seguridad”, el coche tomó por avenida Paseo Colón, subió a la autopista 25 de Mayo, continuó por la Perito Moreno y luego por el acceso Oeste hasta el Camino del Buen Ayre y bajó en calle Roca hasta el cementerio.

La despedida del ídolo más popular del país terminó con violencia y tensión, con las miserias más indeseadas expuestas a los ojos del mundo. Quedó la impresión de que no se le pudo dar un hasta siempre pacífico y amplio, a pesar de que cientos de miles hicieron todo lo posible para expresar su gratitud subiéndose a las terrazas de edificios y puentes de autopistas al paso del cortejo fúnebre. El Gobierno había anunciado una transmisió­n en directo de todo el trayecto final, pero no lo cumplió, en un verdadero papelón.

Y ahí quedaron los hinchas de todos los clubes, los fanáticos del fútbol que gritaron sus goles en la selección, los que lloraron con la Copa del Mundo de 1986. Ahí quedaron con la incredulid­ad de haber vivido el día que jamás quisieron que llegara.

El Diego humano, de carne y hueso, que salió de Villa Fiorito y conquistó todas las latitudes con la pelota, ese que una vez dijo que nunca pretendió ser ejemplo de nada, se había ido para siempre.

 ?? PRESIDENCI­A ?? DESPEDIDA. El féretro con el cuerpo de Diego fue expuesto durante algunas horas para el último saludo de los hinchas. Pasado el mediodía, el inicio de los incidentes empañó la jornada.
PRESIDENCI­A DESPEDIDA. El féretro con el cuerpo de Diego fue expuesto durante algunas horas para el último saludo de los hinchas. Pasado el mediodía, el inicio de los incidentes empañó la jornada.
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AP INCIDENTES. Se registraro­n en los alrededore­s de la Casa Rosada. Hubo detenidos.
 ?? GENTILEZA CLARÍN ?? CARAVANA. La gente ganó las calles para ofrecer su último adiós al ídolo. Por momentos, daba la sensación de que el paso del cortejo iba a ser interrumpi­do por la multitud.
GENTILEZA CLARÍN CARAVANA. La gente ganó las calles para ofrecer su último adiós al ídolo. Por momentos, daba la sensación de que el paso del cortejo iba a ser interrumpi­do por la multitud.
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PRESIDENCI­A DE LA NACIÓN DESPEDIDA. El presidente Alberto Fernández participó del velorio.
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TÉLAM CAOS. La salida del coche fúnebre de la Casa Rosada tuvo momentos de tensión ante la gran cantidad de gente que se agolpó.
 ?? TÉLAM ?? INCIDENTES.
Hubo numerosos detenidos ante los desbordes.
TÉLAM INCIDENTES. Hubo numerosos detenidos ante los desbordes.

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