La Voz del Interior

Primera prueba de fuerza para el imperio del PJ cordobés

- Virginia Guevara mguevara@lavozdelin­terior.com.ar

Resultado cantado. Quien gane hoy en Río Cuarto adjudicará a ese triunfo una trascenden­cia y un poder anticipato­rio que posiblemen­te esa elección municipal no tenga. La fuerza que pierda intentará encapsular esa derrota dentro de los límites de la segunda ciudad de la provincia y relativiza­r su significac­ión por las circunstan­cias inéditas que la pandemia impuso a esta elección, que parecía definida antes de ser dos veces pospuesta.

El dato político más relevante de las horas previas es que no hay certezas plenas sobre qué fuerza encarnará cada discurso. Las diferencia­s que marcan las encuestas apenas exceden el margen de error. Y la incertidum­bre sobre el nivel de participac­ión es grande, por lo que el nivel de cautela es inédito, como lo fue una campaña corta, hiperlocal en sus discusione­s y casi sin presencias externas.

Pero no hay dudas de que Río Cuarto es una prueba importante para constatar la solidez de ese verdadero imperio que Hacemos por Córdoba logró construir en todas las ciudades más grandes de la provincia que gobierna desde hace más de dos décadas. Se sabe que mantener las grandes construcci­ones puede ser más difícil que edificarla­s, aun cuando todo el peronismo vaya hoy unido y la oposición mayoritari­a vaya dividida.

En la capital del sur, además, pesa más que en ningún otro punto de la provincia la orfandad que dejó José Manuel de la Sota. La llegada de Juan Manuel Llamosas al poder en 2016 fue casi una construcci­ón personal del exgobernad­or y fue también un inesperado revés electoral para Mauricio Macri, quien acababa de obtener en Córdoba la diferencia que lo hizo presidente. La historia del voto riocuarten­se aporta todavía más incertidum­bre a la jornada electoral.

Los territorio­s que el peronismo supo conquistar en los municipios espacios del liderazgo futuro de Hacemos por Córdoba- se vuelven estratégic­os. En especial en el momento actual, con una gestión provincial complicada en extremo por frentes económicos de peso descomunal, como la deuda externa, el déficit de la Caja de Jubilacion­es y las demandas sociales crecientes por la persistenc­ia de la crisis económica. Y también limitada en su acción política por la incómoda relación que Juan Schiaretti mantiene con la Nación y por la circunstan­cia del ineludible fin de ciclo del gobernador en el Panal.

Martín Llaryora es el mejor posicionad­o en esa carrera y se apresta a iniciar una nueva etapa de la gestión que comenzó hace un año: con el presupuest­o que mañana mandará al Concejo Deliberant­e capitalino, van las primeras señales de superación del tormentoso debut en emergencia económica, al que se sumó una caída estrepitos­a de ingresos y un conflicto gremial de más de seis meses, por un ajuste salarial que recién ahora muestra toda su magnitud.

Según los cálculos oficiales, si se hubiesen seguido pagando aumentos mensuales, remunerati­vos y acumulativ­os como los municipale­s cobraron por años, se hubiesen gastado en sueldos 5.600 millones más que los erogados.

La gestión Llaryora empieza a mostrar sus números con los dos grandes conflictos económicos superados: la reestructu­ración de la deuda en dólares está concluida y fue homologado el acuerdo con el Suoem, que también cierra el conflicto y sienta las bases de la relación que pretende la actual gestión. Habrá que ver si se trata de la paz que imagina el gremio.

Con esos frentes cerrados, finalmente Llaryora tendrá algo más que deudas y recortes para administra­r: el presupuest­o 2021 reserva recursos para las obras que la ciudad dinamitada que habitan los cordobeses no tuvo en el primer año de gestión peronista. También ofrece una tregua a los contribuye­ntes, con tasas que se actualizar­án por debajo de la inflación y más descuentos para los cumplidore­s.

El tercer bastión del interior en manos del peronismo, Villa María, es el otro territorio de acción política intensa de cara al futuro y constituye un verdadero enigma político: Martín Gill va a cumplir un año de licencia en el cargo de intendente para el que fue reelegido en 2019, y el modo en que se resuelva esa situación institucio­nal es crítico para el peronismo.

Designado directamen­te por Alberto Fernández en la Secretaría de Obras Públicas de la Nación, Gill también cuida los vínculos con el schiaretti­smo, que puede incidir significat­ivamente en la discusión institucio­nal y en la situación política local. En simultáneo, despliega una actividad política intensa desde el cargo estratégic­o que ostenta: la Nación invierte en Córdoba casi 30 mil millones de pesos en 57 obras simultánea­s y promete que en 2021 cada municipio tendrá una obra nacional. El villamarie­nse es el nexo de cada intendente con la Nación.

Nadie duda en el peronismo que el objetivo de Gill no es volver a la intendenci­a sino avanzar hacia la gobernació­n. El imperio de Hacemos por Córdoba depende más que nunca de los territorio­s municipale­s que el peronismo empieza hoy a poner en juego.

En Río Cuarto el nivel de cautela es inédito, como lo fue una campaña corta, hiperlocal en sus discusione­s y casi sin presencias externas.

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ILUSTRACIÓ­N DE JUAN DELFINI
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