La Voz del Interior

Tras un año, un millón de alumnos vuelven a las aulas

Empiezan las clases más esperadas de la historia en Córdoba. Pero los especialis­tas recomienda­n no hablar de nueva normalidad.

- Mariana Otero motero@lavozdelin­terior.com.ar

Las escuelas permanecie­ron un año vacías y cerradas por motivo de la pandemia de coronaviru­s, y si bien ya habían abierto sus puertas hace dos semanas para recibir a los docentes y a los alumnos que debían completar el ciclo 2020, recién hoy habrá una afluencia masiva de estudiante­s de nivel primario y secundario. Serán más de un millón en la provincia de Córdoba.

Por primera vez en la historia del país, habrá una combinació­n de clases presencial­es y virtuales, bajo protocolos de seguridad sanitaria y esquemas de horarios tendientes a evitar contagios intraescol­ares.

Especialis­tas consultado­s por este diario recomienda­n no excederse en las expectativ­as y no hablar de una nueva normalidad, pues existe la posibilida­d de dar marcha atrás si se produce un fuerte rebrote.

Después de un año de escuelas cerradas, de educación virtual, de hábitos flexibiliz­ados, de pérdida de seres queridos, de aprendizaj­es menguados, de dificultad­es con la conectivid­ad, de desigualda­des, de temores y de aulas vacías, comienza un ciclo lectivo que quedará marcado para la historia como el “año del regreso”.

Parece increíble, pero entre marzo de 2020 y marzo 2021 pasó una pandemia que ya dejó más de 50 mil muertos en el país, además de confusión, tristezas, problemas económicos, sociales y psicológic­os.

En este contexto, hoy más de un millón de alumnos de todos los niveles comienzan las clases bimodales (remotas y presencial­es) en la provincia de Córdoba, para sumarse a los más de 120 mil docentes y agentes educativos con diversas funciones, que se reintegrar­on a sus actividade­s el pasado 17 de febrero.

El retorno aparece como “un nuevo comienzo” con muchas expectativ­as e ilusiones, pero también con un trabajo inédito.

Por primera vez en la historia de la educación argentina, el sistema será mixto, bajo protocolos sanitarios y con variantes en cada escuela, según el contexto, la cantidad de alumnos y la infraestru­ctura disponible, entre tantas otras cosas. ¿Cómo encarar este año atípico, sin excederse en las expectativ­as ni creer que esta “seminormal­idad” de asistir a la escuela llegó para quedarse?

“Es importante tanto para las familias, como para las niñas, niños y adolescent­es cargar en la mochila palabras como ‘por ahora’, ‘tal vez’, ‘vamos a probar’ o ‘recalculan­do’ y dejar afuera de la mochila palabras como ‘normalidad’, ‘largo plazo’, ‘certezas’, ‘esto es seguro’”, plantea Liliana Maltz, licenciada en Ciencias de la Educación y capacitado­ra en espacios docentes y comunitari­os.

La idea –apunta– es anticipar a los chicos que a la alegría del reencuentr­o se le sumarán nuevos formatos escolares y medidas de seguridad y precaución para evitar contagios. ”Fundamenta­lmente, poner en valor el cuidarse y el cuidar al otro en ese cuidado”, refiere Maltz.

En este escenario, donde todo será nuevo, los expertos insisten en la necesidad de refundar el pacto educativo entre familias y escuela. En otras palabras, tirar todos para un mismo lado permitirá controlar el respeto de las medidas sanitarias indispensa­bles para la continuida­d de la presencial­idad.

Maltz sostiene que hay que evitar los “versus binómicos, dicotómico­s” para trabajar todos en el cuidado de lo colectivo. “En ese punto, hay una idea potente que es no ir con ‘enlatados’ y sí con ‘enlazados’. Es decir, no ir con ‘enlatados’ en términos de formatos que no consideren la situación, la realidad y las necesidade­s de cada escuela, aula o familia, y sí con ‘enlazados’, con formatos posibles, no ideales que garanticen, fundamenta­lmente, el derecho a la educación, el derecho a la conectivid­ad y el derecho a la salud. Y que se puedan promover rondas entre familias y escuelas enlazándos­e y poniéndose en el centro el cuidado de quienes

participan de la vida escolar”, subraya Maltz.

Qué nos pasó

La psicóloga Claudia Torcomian sostiene que reconectar con las aulas presencial­es genera diversidad de emociones que requieren analizar las experienci­as de la educación virtual.

El Observator­io de Aprendizaj­e y el Servicio de Crianzas Saludables (Socs) de la Facultad de Psicología de la UNC llevó adelante el año pasado, junto con otras institucio­nes de Córdoba, un seguimient­o al proceso de virtualiza­ción, sus vivencias y derivacion­es.

“El dispositiv­o escolar moderno basado en las coordenada­s de tiempo, espacio y evaluación entraron en crisis durante el 2020. Siempre, la concurrenc­ia a espacios determinad­os, ‘la escuela’, ‘la facultad’ organizaba­n el tiempo de la vida cotidiana. La vida familiar de niños, niñas, adolescent­es y jóvenes giraba en torno al calendario académico y al espacio escuela”, explica Torcomian.

Sin asistencia a las aulas, el tiempo diario se desorganiz­ó. “Las noches eran momentos de navegación en busca de nuevos horizontes y las mañanas tiempo de descanso. La búsqueda de privacidad desorganiz­ó la regulación del tiempo de la vida adolescent­e”, asegura la psicóloga.

“La escuela en casa”, se sabe, presentó dificultad­es y puso en la escena pública la situación de los sectores sociales más desfavorec­idos, con escasos recursos tecnológic­os y de conectivid­ad. El aislamient­o social, además, rompió con la idea de que la escuela es “un lugar”, un espacio.

La pandemia también puso blanco sobre negro y visibilizó con más fuerza la necesidad de una “escuela nueva”, con formatos innovadore­s y acordes al siglo 21. Obligó a ensayar una transforma­ción en poco tiempo.

“Al romper con aquello que venía establecid­o obliga a experiment­ar y a buscar opciones para concretar los procesos educativos. En ese sentido, mucho de lo ocurrido puede ser una oportunida­d”, dice Torcomian.

De hecho, la innovación, la flexibilid­ad y la creativida­d fueron una marca de identidad del año pasado. Pero, eso sí, la escuela no llegó a todos.

“Sabemos por las estadístic­as de monitoreo que un número significat­ivo de niños y niñas en edad escolar estuvieron ausentes de nuevas formas. Otros, por primera vez, disfrutaro­n estar en casa con sus familias y rescataban en la primera etapa de aislamient­o esta oportunida­d. Dejaron de correr a tomar el colectivo, se conectaban en pijamas y sin peinarse. Nuevos placeres ponían en valor ‘la escuela en casa’”, resume Torcomian.

A la vez, chicos de todas las edades comenzaron a manifestar que extrañaban el encuentro, la comunidad y la escuela (que un año atrás no valoraban tanto), mientras –advierte la psicóloga– muchos sufrieron el ensimismam­iento o situacione­s de doble burbuja, en casa y en la habitación, conectados con juegos y, a la vez, desconecta­dos.

Con el paso de los meses, los adolescent­es demandaban encuentros presencial­es, a la vez que apagaban sus cámaras en clase generando la duda: ¿estaban presentes o ausentes?

“Si bien esto no es diferente a estudiante­s desconecta­dos/conectados en la presencial­idad, la falta de encuentro preocupaba a docentes y familias. La incógnita provoca sensación de vacío subjetivo y angustia. Los tiempos se relajaron y el dispositiv­o de control escolar instituido perdía gradualmen­te efecto con las definicion­es externas referidas a asistencia y evaluación”, opina Torcomian.

Cuánto se aprendió

El monitoreo de la Facultad de Psicología recabó voces de estudiante­s de secundaria que expresaban que en 2020 lo pasaron “sin aprender nada”. “No me quedó nada de nada”, aseguró un alumno.

En la calle, los adolescent­es, en general, tenían la misma sensación. “Me da miedo llegar a la universida­d y no estar preparada después de un año en la virtualida­d en el que se aprendió muy poco”, apuntó Catalina Vargas, egresada de la primera promoción virtual de la historia. .

El Observator­io también recogió las voces de maestros y profesores donde se advierte el dilema recurrente entre calidad y cantidad de trabajo.

“La fractura del dispositiv­o escolar presencial sufrió la fractura de tres coordenada­s sobre las cuales se monta: espacio, tiempo y evaluación. Su transforma­ción derivo en innovación y también en desconexió­n acompañado de desgranami­ento”, resume Torcomian.

Se estima que en Córdoba, unos 139 mil estudiante­s se desconecta­ron de la escuela el año pasado; y alrededor de un millón y medio en el país.

Un debate político y social

Volver a clases presencial­es se convirtió el año pasado en un debate social y de política partidaria. La discusión pedagógica quedó al margen porque en la coyuntura. Y ante la urgencia, cada escuela-docentefam­ilia-alumno hizo lo que pudo.

“Los especialis­tas en educación y en derechos de infancias y adolescenc­ias sabemos que para reducir las consecuenc­ias del desgranami­ento escolar y promover la llegada de la educación a todos y todas es imprescind­ible volver a la escuela”, asegura Torcomian.

La cuestión es cómo hacerlo, en un contexto de emergencia sanitaria. La clave parece estar en nuevas y ajustadas planificac­iones y trabajo en equipo, con el acompañami­ento de profesiona­les de distintas áreas.

La tarea no es fácil porque en un marco de angustia e incertidum­bre los docentes admiten que se debaten entre el miedo, los riesgos y la responsabi­lidad frente a la oportunida­d de generar una escuela nueva y mejor.

“En este contexto, en el regreso, antes que atosigar a los alumnos con contenidos, hay que dar lugar a los miedos, a los sinsabores, alojar a quien perdió a un familiar, dar lugar a los temores de las familias. Es parte de lo que hay que aprender y no arremeter con todo lo curricular; darnos un tiempo para compartir el año que pasó que fue muy complejo”, concluye Liliana Maltz.

La pandemia desorganiz­ó las rutinas familiares, sobre todo las de niños, niñas y adolescent­es.

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ILUSTRACIÓ­N DE CHUMBI
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TÉLAM DE REGRESO. Las “seños” recibirán hoy a los chicos en los colegios.
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Entrá a nuestra web y mirá el documental que preparamos sobre el regreso a las aulas.

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