Fanatismo
Cuestiones de toda índole: religiosa, política, deportiva, académica, pueden conducir al individuo al fanatismo. ¿Pero es en realidad así, o existe en el ser humano cierta tendencia al apasionamiento exagerado, a la intolerancia, la necedad y negación de la razón y del razonamiento?
Elegimos, en ocasiones, puntos de vista o de partida conveniente a algún interés personal, relacionado con emociones ocultas como, entre otras, podrían ser el racismo, sectarismo, el rechazo o aceptación incondicional de determinados paradigmas y creencias que atesoramos con arraigo desde la niñez, o desde alguna experiencia relevante, quizás traumática.
Si sometiéramos a una prueba de coherencia lo que pretendemos sostener con desequilibrada pasión –sea un líder, un dogma o cualquier aseveración personal–, desmembraríamos ayudados por la lógica, la prudencia y objetividad, una realidad probablemente distinta y distante a la que nuestra convicción defiende, cercana a la verdad o, al menos, tendiente a buscarla.
Cada afirmación injuriosa, incluso hasta la imputación o el simple hecho de endilgársele una inconducta o delito a alguien, no ha de tomarse en cuenta sino desde un análisis minucioso de su comportamiento habitual comprobado, pero esto no es lo importante.
Lo es el hecho de que si hemos de juzgar y tomar partido por una u otra opción con relación a lo que fuere que sea menester decidir, el verdadero análisis, el trascendente para arribar a la verdad y no a mi verdad, aquella que sostengo interiormente anquilosada, previa e independiente a todo razonamiento, es el análisis de mis motivos, mis razones, mis fundamentos no sólo para juzgar en uno u otro sentido, tan sólo para juzgar, lo que ya implica parcialidad y, por lo tanto, fanatismo.
Aldo Cristian Alí