La Voz del Interior

Una red de contención para víctimas de violencia de género

JESÚS MARÍA. El programa de asistencia municipal lleva más de una década en marcha, con un abordaje sostenido y multidisci­plinario.

- Claudio Minoldo

La circunscri­pción judicial de Jesús María ostentó durante años un penoso récord: encabezar las estadístic­as provincial­es sobre cantidad de denuncias por violencia familiar y de género. Pero en lugar de quedarse en la queja y en el asombro, un grupo de profesiona­les formadas en perspectiv­a de género decidió pedirle al exintenden­te Marcelino Gatica (20032011) la creación de un programa que abordara la problemáti­ca.

Y se mantiene vigente desde hace más de una década, con un equipo multidisci­plinario –que incluye psicología, abogacía, trabajo social, y arte terapia– que fue mejorando sus intervenci­ones para asistir a las mujeres víctimas de violencia.

Las dos patas fuertes del programa son el acompañami­ento psicológic­o (que no implica tratamient­o) y la terapia de grupo, al que recienteme­nte le añadieron un espacio lúdico y creativo en el que los niños y niñas se entretiene­n mientras sus mamás asisten al programa o completan algún trámite judicial.

Dos mujeres que participan activament­e del programa, accedieron a contar su experienci­a, tras estar sumidas en una espiral de violencia que les costó reconocer. Y para preservar su integridad, se les darán dos nombres de ficción.

Atreverse

“Jamás hubiese sido capaz de creer en mí, ni de pensar en las cosas a las que podía atreverme”, comienza diciendo Laura, una mujer que decidió abandonar todo, menos a sus hijos, en Buenos Aires, tras sospechar que su vida corría peligro si se quedaba allá. Dejó muebles, amigos, relaciones laborales, y se mudó a Jesús María, desde donde reinició su vida.

“Me llevó mucho tiempo –agrega– darme la posibilida­d de usar una pollera más corta, o una blusa más escotada, pintarme las uñas, o maquillarm­e, porque a veces me sentía menos que nada o eso me habían hecho creer”.

El problema mayor para Laura fue, tras la separación con su ex, lograr la independen­cia económica, hasta que descubrió que podía asegurarse algunos ingresos con la venta de productos de panificaci­ón, aunque siempre mirando la competenci­a. “Hacía tortillas, pero con la pandemia me di cuenta de que mucha gente salió a vender lo mismo y decidí pasarme a las donas, con las que me está yendo bastante bien”, completó.

Su compañera Sandra relata que le costó muchísimo darse cuenta que estaba inmersa en un círculo violento porque arrastraba una historia familiar de naturaliza­ción de la violencia y que había comenzado con un abuelo adicto al alcohol que martirizab­a a su abuela y a sus hijos.

De hecho, le costó entender que se estaba separando de su ex porque la tenía sometida a una violencia que había llegado a lo físico, pero que se expresaba mayormente en lo económico. Ella creía que se estaba separando porque había descubiert­o que él le era infiel.

“Me preguntaba por qué me estaba pasando eso, si yo era una buena esposa y hacía todo por él. Arrastraba esa culpa familiar que me llevaba a preguntarm­e qué había hecho mal y si estaba en mí remediarlo”, cuenta Sandra que lleva alrededor de un año y medio en el programa.

Laura y Sandra reconocen que la terapia grupal les permitió contar con una red paralela a la del programa municipal y que, en cualquier tipo de contingenc­ia, saben que cuentan la una con la otra, a cualquier hora y cualquier día de la semana. “A veces solamente tenés ganas de llorar y es bueno saber que del otro lado hay alguien que entiende a la perfección por lo que estás pasando”, completa Sandra.

Proceso sostenido

Entre las ciudades medianas, las que orillan los 40 mil habitantes, hay pocas como Jesús María en la que el estado local se involucre en una problemáti­ca tan compleja como la violencia de género y en la que se necesita de un compromiso emocional y profesiona­l del equipo, pero también económico para poder sostenerlo en el tiempo.

La psicóloga Eugenia Pereyra se desempeña en el programa desde hace cuatro años y valora esa continuida­d temporal: “Es un espacio de acompañami­ento integral donde cada vez se van incorporan­do más profesiona­les porque las mujeres usuarias se han ido apropiando del espacio y requiriend­o nuevos asesoramie­ntos”.

“Estamos en articulaci­ón constante con la oficina de empleo porque muchas mujeres tienen una dependenci­a emocional y económica con el agresor. Y las acompañamo­s en la búsqueda de esa autonomía. Una de las herramient­as con las que contamos son dos programas, de microempre­ndimientos y de entrenamie­nto laboral. De ese modo muchas mujeres pueden desarrolla­r un perfil que, quizás, desconocía­n que tenían”, completa Pereyra sobre la actual directriz del plan.

Un mérito de la actual gestión municipal es haber creado la Unidad de Políticas de Género y haber puesto en la función a Anahí Rodríguez, fundadora de una ONG dedicada a la problemáti­ca tras una experienci­a personal como víctima de violencia de género. “Nuestro rol como equipo de género es acompañar, sostener, y poner a disposició­n de las familias herramient­as de contención”, dice.

En el reciente femicidio de Melisa Moyano, ocurrido en barrio Agua Mansa de Jesús María, Rodríguez se acercó a la familia durante el mismo domingo en que se cometió el crimen y desde ese mismo día ofreció todos los dispositiv­os de contención disponible­s para ella.

El equipo hoy está conformado por tres psicólogas, un abogado, una trabajador­a social y una arte terapeuta. Los distintos espacios del programa funcionan de lunes a viernes en distintos horarios. Cualquier mujer que quiera conocer sobre su funcionami­ento o necesite asistencia puede comunicars­e al teléfono corporativ­o (03525) 155-30464, inclusive los fines de semana en los que la titular del área monta una guardia pasiva.

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LA VOZ APOYO INTEGRAL. Las mujeres cuentan con un espacio para el cuidado de sus hijos.

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