La Voz del Interior

La ciudad del futuro tiene que tapar los baches

- Virginia Guevara

Tras 12 meses de pandemia, conflicto gremial y cambios puertas adentro del municipio, Martín Llaryora ayer pronunció un discurso que apuntó a la ciudad que está afuera del Palacio 6 de Julio.

Los objetivos más importante­s planteados fueron la descentral­ización operativa del municipio, un sistema más eficiente de recepción y resolución de los reclamos de los vecinos, inversione­s para el fortalecim­iento de los esquemas de salud y educación municipal, una nueva regulación del uso del espacio para frenar la descontrol­ada expansión urbana y tres ejes en materia de transporte: 160 kilómetros de nuevos tramos de ciclovías, empezar a concretar el Ferrourban­o con la Nación y dotar de tecnología a los colectivos para hacer más eficiente esa prestación.

En el mismo discurso dejó claro que para que esos proyectos de futuro no les suenen a ciencia ficción a los cordobeses, primero tiene que tapar los baches.

Está en marcha una inversión de 610 millones de pesos financiada por la Nación y ayer Llaryora anunció 1.200 millones adicionale­s para reparar la red vial. La magnitud de la cifra evidencia la gravedad del problema que las calles representa­n para el peronismo en la Capital.

El otro anuncio que apunta a los reclamos básicos de los vecinos –son los que preocupan puertas adentro del Palacio 6 de Julio– es la instalació­n de 15 mil nuevas luminarias. Esos dos rubros son las principale­s fuentes de malhumor vecinal, junto a la red cloacal, cuyas mejoras están en marcha con una megainvers­ión de la Nación y la Provincia en redes troncales y duplicació­n de la planta de Bajo Grande.

Llaryora se mantiene inamovible en el rol de gestor, sin referencia­s partidaria­s: no nombró al peronismo.

Agradeció a su “gran amigo” Juan Schiaretti y a la diputada Alejandra Vigo por las inversione­s de la Provincia en la ciudad y el trabajo conjunto, pero también recalcó que avanza con la Nación –lo hace a través del senador Carlos Caserio, hoy enfrentado al schiaretti­smo– en la planificac­ión del demorado Ferrourban­o. Está claro que no es tiempo de definicion­es políticas para el intendente.

Hizo menciones aisladas a la herencia del exintenden­te Ramón Mestre, que el año pasado había insumido buena parte del discurso, y esquivó por completo el tema que supuso un intenso conflicto de más de seis meses en plena pandemia: el recorte a los empleados municipale­s, que a lo largo de 2020 tuvieron una baja promedio superior a los 30 mil pesos mensuales en sus recibos de sueldos.

Llaryora en su primer año recortó en los hechos el poder de obstaculiz­ación de los tres gremios históricos del municipio –Suoem, UTA y Surrbac– y los eliminó del discurso público. El modo en que se manejó en cada caso fue muy diferente: sólo hubo enfrentami­ento con los municipale­s. El gremio de los recolector­es se transformó en un aliado inmediato de la actual gestión y el de los choferes mantiene un acuerdo que dejó fuera de escena a los tradiciona­les paros de transporte en la Capital.

Llaryora también ignoró por completo las críticas de la oposición por los casi 700 monotribut­istas y por la ampliación del programa de servidores urbanos, que superan los 1.800. Sólo mencionó que se “fortaleció” ese programa social de 10 mil pesos mensuales y que los beneficiar­ios fueron equipados para que puedan prestar servicios. Los opositores, a coro, sostienen que se trata de un municipio paralelo.

Lo real es que, por ahora, a Llaryora le preocupa más el enojo de los vecinos que el de los opositores.

La agenda de modernizac­ión que impulsa Llaryora se choca con el estado de las calles. La prioridad hoy son los baches.

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