La Voz del Interior

Horacio Cabak y el precio del “sex appeal”

- Lucas Asmar Moreno

La agenda mediática fue succionada por Horacio Cabak. Su historia puede resumirse así: Cabak enferma de coronaviru­s y es internado con un diagnóstic­o de moda: neumonía bilateral. La mujer con la cual lleva casado 27 años, madre de sus tres hijos, recibe el celular del marido. El artefacto se convierte en una caja de Pandora cabaretera: Cabak no tiene una amante, sino, aparenteme­nte, miles.

Los programas despliegan un juego de sugestione­s nominales que el televident­e adivina con facilidad: “Una de las amantes es muy famosa” (Rocío Oliva), “Otra de las amantes pertenece al círculo íntimo” (Belén Lanosa, la fotógrafa), “Cierta amante es panelista de este programa” (Mariana Brey).

El crucigrama de nombres se bifurca en tantas direccione­s que Cabak tuitea: “levante la mano quien supuestame­nte NO se acostó conmigo”. Este sentido del humor daría a entender que Cabak transita el escándalo con templanza. De ningún modo: el conductor de La jaula de la moda sufre. Su matrimonio se destroza y sus hijos lo miran con desconfian­za.

Infidelida­d, un clásico

Desde La Ilíada, las infidelida­des son tópicos eficaces. El caso de Cabak no aportaría originalid­ad narrativa y precisamen­te en este carácter banal se esconde la llave del éxito. Estamos ante un chimento clásico haciendo lo que solía hacer el chimento en su época dorada: arruinar vidas.

La llegada de los reality shows, no como formato televisivo, sino como modo de existir, devaluaron el chimento poniéndolo al servicio de la confección autobiográ­fica. Un famoso ahora puede exponer su intimidad anticipánd­ose a la intrusión del paparazzi.

Pero aún en la autobiogra­fía más osada existen elementos ocultos, detalles preferente­mente opacos. En Cabak, el poliamor era ese componente protegido, algo que su mujer interpretó como “doble vida”. El chimento vuelve a manifestar­se como fuerza destructor­a impropia, aquello que envenena una singularid­ad. La desesperac­ión de Cabak deja de ser un temperamen­to programado para ser una consecuenc­ia real e indeseada.

El poder del chimento

Todo chimento es un rumor actuando como prueba; he allí su poder siniestro. Los chimentos se emparentan con las fake news porque están al servicio de algo que alegrará nuestro aparato cognitivo. ¿Qué nos entusiasma de la infidelida­d de Cabak y su descomposi­ción matrimonia­l? Aquí sucede algo interesant­e: Eros y Tánatos se alían en una operación de fantasía retroactiv­a.

Cabak –junto con Tomy Dunster, Matías Camisani o Iván de Pineda– perteneció a una camada de modelos de elite. El desenfreno sexual develado recienteme­nte funciona como una magdalena proustiana: nos regresa al ensueño erótico de los noventa.

Aquella monogamia que Cabak protegió en su juventud se revierte en el rumor contemporá­neo; no importa que la infidelida­d exista, importa el deseo de hacerla existir para recuperar una virilidad perdida.

El furor por este chimento quedaría cifrado en un revival por partida doble: como erotismo añorado y como periodismo carroñero. La destrucció­n de Cabak gracias a su promiscuid­ad es también un resurgimie­nto mediático nostálgico. Suerte de moraleja con delay de dos décadas: nadie puede convertirs­e en el sex symbol de una generación sin pagar las consecuenc­ias.

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EN EL OJO DE LA TORMENTA. Cabak sufre el poder de un chimento clásico.
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