La Voz del Interior

El “a todo o nada” que la “T” ya no vive

- Hugo García hgarcia@lavozdelin­terior.com.ar

El Mundo Talleres, como ocurre en el de todos los clubes, tiene instantes bisagra. El primer equipo se aproxima a un hito en la campaña, la expectativ­a surge, el escenario de mínima y máxima surgen a la considerac­ión de los hinchas y brota un “a todo o nada”.

El resultado de hoy puede mantener sus chances de clasificar­se a la siguiente ronda de la Copa Sudamerica­na o lo puede dejar al borde de la eliminació­n; el partido con Lanús, del fin de semana, lo puede llevar a cuartos de final en la Copa de la Liga Profesiona­l o a ser eliminado. Otros dos escenarios posibles también tendrá la definición de su participac­ión en la Copa Argentina: si vence a Estudiante­s de Río Cuarto irá a cuartos de final y, si no, habrá despedida.

El “a todo o nada” es la disyuntiva que se debate ahora, como muchísimo tiempo tuvo lugar en un club que vivió al ritmo del resultado deportivo del equipo. A fines de los ’90, el éxito ofreció títulos como la Primera Nacional y la Copa Conmebol, más los pases a jugar por primera vez la Copa Mercosur 2001 y Libertador­es 2002. El club festejó y mucho, pero se empezó a ir a la quiebra. El buen armado de los planteles era la única política deportiva y tomar deuda fue “el” recurso económico. Cuando el resultado no acompañó, el club se vino a pique. No hubo estructura que permitiera barajar y dar de nuevo. Y fue “a todo o nada” en serio. Porque si el club no fue rematado fue porque se acogió a la ley 25.284 que le permitió seguir funcionand­o, mientras no generara nueva deuda y se pagara el pasivo en un lapso de casi 10 años. ¿Qué fue lo peor? Que nadie fue responsabl­e. Sólo el club.

Hoy la opción del “a todo o nada” parece haber quedado limitada al aspecto deportivo exclusivam­ente. O ni siquiera, al menos en la era Andrés Fassi. Talleres podrá conseguir los objetivos que se fijó para la triple competenci­a (pasar de ronda en la Sudamerica­na y en la Copa de la Liga Profesiona­l, y llegar a una final de Copa Argentina) o no, pero ya no habrá riesgos de que el club tenga que ser apostado a un pleno para ganar un título, que el fútbol de Córdoba no tiene.

Entre hipotecar el club o dotarlo de una estructura, la directiva actual eligió lo último. Talleres volvió a Primera en 2016. Es cierto que pasaron cinco años y el primer equipo no fue campeón, como la gente quiere. Pero le permitió ir a la cancha o, ahora, sentarse frente a un TV, tablet o cualquier otro dispositiv­o para ver jugar al equipo. Fassi lo hizo sin romper el chanchito ni tomar deuda (más allá de los pasivos corrientes y de las devolucion­es a inversioni­sta al sexto año de mandato, no hay otros compromiso­s de considerac­ión) y contrató a entrenador­es que pudieron lograr un estilo de juego con recursos limitados. Su apuesta es al juego y el resultado determinar­á si alcanza o no. Para llegar a un título le falta, pero menos. Para los hinchas que creen en esta política, alcanzará; para otros, no.

Lo cierto es que será el propio presidente albiazul quien determine qué más hace falta para lograr los objetivos deportivos y la continuida­d de los protagonis­tas. No más entrenador­es ni jugadores que usen la vidriera del club y que se puedan ir cuando quieran.

Pero Fassi no puede extralimit­arse en lo económico. Sus decisiones tienen una responsabi­lidad patrimonia­l. Si te equivocás y hay déficit, lo pagás. “El que rompe, paga”, para simplifica­r, según se aprobó por estatuto. Por caso, si no alcanzara a cubrirse el monto de los 810 mil dólares que el club debe pagarle a Cibi por Reynoso, habrá que meter la mano al bolsillo.

El tristement­e célebre “a todo o nada” ya dejó de ser una opción para Talleres. Al menos, mientras esté Fassi.

Entre hipotecar el club o dotarlo de una estructura, la actual directiva que lidera Andrés Fassi eligió lo último.

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