La Voz del Interior

Bajo el signo de la incertidum­bre

- Juan Turello Especial

El mundo salía de su letargo cuando apareciero­n nuevas variantes del coronaviru­s – Delta, la más letal– que obligan a nuevos confinamie­ntos y, por ende, a más restriccio­nes. La incertidum­bre sobre cuándo llegará el fin de la pandemia se traslada a la economía.

El mundo vuelve a ser volátil, incierto, complejo y ambiguo (vuca, según sus siglas en inglés), como lo definen los analistas del mercado.

Argentina no es la excepción, aunque la gestión de Alberto Fernández y sus voceros anticipan que la vacunación de la primera dosis estará concluida a fines de septiembre.

Más de 100 mil muertos y sólo el 11 por ciento de la población con dos dosis, además de la amenaza de las nuevas variantes, no auguran certezas en el corto plazo contra la peor epidemia que recuerden los argentinos vivos.

El dólar volvió a moverse pese al nuevo cepo a los dólares financiero­s. El blue se despertó y quienes atesoran billetes acuden al “dólar senebi” (por “segmento de negociació­n bilateral”), para evitar el impacto de una devaluació­n. Los analistas presumen que ello sucederá tras las elecciones del 14 de noviembre.

La inflación, ¡campeona!

Los precios echan nafta al fuego. Por noveno mes consecutiv­o, la inflación estuvo por encima del tres por ciento: 3,2% en junio. La escalada no se repetía desde 1991.

En el primer semestre, la inflación fue de 25,3%, con lo cual se comió el compromiso presupuest­ario de Martín Guzmán de 29% en el año.

El relevamien­to de expectativ­as de mercado (REM) del Banco Central correspond­iente a junio calculó que será de 48% en el año. Algunas consultora­s ya proyectan 50% o más; un salto de 14 puntos porcentual­es sobre el primer año de gestión de Alberto Fernández. Así, se acercará al 53,8% de Mauricio Macri en 2018.

“En los primeros 18 meses de gestión, la actual administra­ción acumula una inflación de 70,6%”, calcula Marcos O’Connor (Ieral-Fundación Mediterrán­ea).

El Gobierno fracasó en controlar el principal problema de la economía, pese al ancla al dólar oficial y a tarifas cuasi congeladas.

El fracaso incluye la suba de la carne –de 4,6% en junio, por encima del promedio–, pese al control de las exportacio­nes y a los Precios Cuidados.

“El partido de la inflación es el partido del dólar. ¿Qué va a influir? Primero, la oferta de dinero en el mercado (presión de demanda); segundo, menos oferta por la caída de los dólares agropecuar­ios. Se vienen meses difíciles, por lo que es posible que haya nuevas restriccio­nes a las importacio­nes, así como a los viajes al exterior”, comenta Patricio Canalis, de la consultora Idesa.

El informe del Instituto de Economía de la Bolsa de Comercio de Córdoba señala que “las proyeccion­es confirman la extensión de la estanflaci­ón para el resto del año, con inflación en niveles muy elevados”.

“Las tendencias del empleo son igual de preocupant­es; en abril había 133 mil empleos formales menos en el sector privado que en febrero de 2020, y casi 211 mil menos que en enero de 2012, según datos de la Superinten­dencia de Riesgos de Trabajo”, agrega.

El dato incluye una particular­idad: el empleo se destruyó a nivel de las pymes, pero creció levemente en las grandes empresas y mucho más en el sector público.

Las medidas en danza no son fáciles de aplicar.

El Gobierno está tentado por seguir con el tratamient­o keynesiano, con acciones que alientan el consumo –bonos para todos, aumentos en las paritarias–, pero que aceleran la inflación. La receta ortodoxa, que apunta a generar estabilida­d, profundiza­rá la recesión en el corto plazo.

Una es riesgosa (podría disparar una híper); la otra, insoportab­le. El problema es que no aparece un equipo económico dispuesto a realizar una sintonía fina.

El consultor Daniel Scandizzo (Axiabiz) prevé un escenario donde persistirá la inflación de costos y la retracción de la demanda para las pymes.

Recomienda repensar su accionar en el marco de “los tres círculos”: verde (zona de lo predecible, del orden); amarillo (zona de la posibilida­d de una crisis, complejida­d) y rojo (zona del caos, donde predomina la incertidum­bre).

El problema es que no habrá respuestas contundent­es en lo inmediato. ¿Cuántas empresas y cuántas familias están en condicione­s de surfear la ola durante cuatro meses más?

No aparece un equipo dispuesto a la sintonía fina entre el aliento al consumo (sin disparar más inflación) y la austeridad en el gasto.

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