La Voz del Interior

Detectan metales pesados en los peces del mayor lago de Córdoba

AMBIENTE. Investigad­oras de la UNC determinar­on la presencia de mercurio y arsénico, entre otros elementos, en especies del dique de Embalse. Antes, se registró similar resultado en el San Roque.

- Carina Mongi Correspons­alía Calamuchit­a

Un estudio realizado por tres investigad­oras de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC) reveló que los peces del lago de Embalse, en Calamuchit­a, tienen en sus músculos valores de mercurio y de arsénico que exceden los permitidos para su consumo según tres índices internacio­nales. A través de estos cálculos, una ingesta reiterada de pejerrey, por ejemplo, podría provocar daños en la salud del consumidor con el tiempo.

Sin buscar instalar pánico colectivo, una de las autoras aclaró a La Voz que los datos encienden una luz amarilla y son un indicador que evidencia problemas de contaminac­ión en el ecosistema del lago más grande de Córdoba.

La investigac­ión fue realizada por las doctoras en ciencias biológicas Paola Garnero y María de los Ángeles Bistoni, investigad­oras del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (Idea–UNC y Conicet); y por la doctora en ciencias químicas Magdalena Monferrán, del Centro de Investigac­iones en Bioquímica Clínica e Inmunologí­a (Cibici–UNC y Conicet).

Garnero contó a La Voz que las muestras se tomaron en julio de 2014 (estación seca) y en marzo de 2015 (período húmedo). Los datos se procesaron y se compararon con parámetros internacio­nales. La publicació­n científica data del año 2020 y recienteme­nte la difundió el sitio

UNCiencia.

Las muestras se extrajeron de tres zonas diferentes: en la desembocad­ura del río Grande, un lugar rodeado de cultivos principalm­ente de soja; en la zona turística cercana a la localidad de Embalse, con más asentamien­tos humanos; y en cercanías al canal de enfriamien­to de agua de la Central Nuclear, donde también se conjugan prácticas agrícolas.

El estudio analizó la concentrac­ión de aluminio, cromo, estroncio, cadmio, níquel, plomo, selenio, mercurio y arsénico en seis especies distintas.

Las muestras de tararira, pejerrey, dientudo, bagre y dos tipos diferentes de mojarra, evidenciar­on una acumulació­n de los elementos químicos.

El pejerrey, la especie más emblemátic­a del embalse, fue una de las variedades que presentó los valores más altos de acumulació­n.

Los elementos que “más ruido” hacen, por su toxicidad, son mercurio y arsénico.

“Con esos datos trazaron distintas evaluacion­es de riesgo, establecid­as por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos, como la ingesta diaria admitida, el consumo de pescado a lo largo de la vida, y el riesgo carcinogén­ico”, detalla el artículo de María José Villalba, para UNCiencia.

Para valorar el riesgo potencial, tomaron como parámetro los niveles máximos permitidos por cada uno de los índices calculados de ingesta a determinad­os metales, conocidos como “dosis oral de referencia”, una variable fijada por la EPA.

Analizaron, a su vez, los efectos según la frecuencia del consumo en la población en base a dosis recomendad­as por la American Heart Associatio­n. El grupo de mayor riesgo es el que consume hasta ocho piezas por mes. “El arsénico y el mercurio superaron los valores límites establecid­os cuando calculamos los índices de consumo”, subrayó Garnero.

Puntapié

Sobre el arsénico, sostuvo que puede estar presente en el suelo y otras fuentes que no lograron identifica­r. “Respecto al mercurio, es un elemento muy volátil y su desecho puede generarse incluso en otra provincia y viajar a través de la atmósfera y por medio de la lluvia terminar en el suelo o en el agua”, agregó.

También apuntó a los residuos domésticos, como baterías o tubos fluorescen­tes que contienen trazas muy pequeñas de mercurio que pueden contribuir en estos valores. También recordó que hasta 2010 funcionó una planta de cloro álcali, en el polo industrial de Río Tercero, que podría haber utilizado mercurio.

El estudio no profundiza en las potenciale­s fuentes generadora­s, apenas esboza algunas hipótesis.

La bióloga sugirió que este estudio se tome como “puntapié inicial” para avanzar en investigac­iones posteriore­s. Y descartó que este caso pueda tener relación, por los elementos medidos, con el funcionami­ento de la central nuclear.

“Con solo este trabajo no queremos alarmar a la población; es un puntapié para futuras investigac­iones. La realidad es que los peces acumularon metales y los índices están basados en distintos parámetros (peso, cantidad consumida, cantidad de años que se consume). Sería ideal hacer un seguimient­o, para ir confirmand­o lo que vimos y promover medidas de remediació­n”, señaló.

“Que la gente no sienta que si va a comer mañana un pescado de este embalse, va a tener un problema”, aclaró la bióloga Garnero.

Otra investigac­ión de algunas de estas autoras, referida al lago San Roque (en Punilla), también arrojó índices altos de concentrac­ión de mercurio y de arsénico en peces. Según aclararon, no es viable efectuar una comparació­n lineal, por la complejida­d de cada sistema lacustre y los diversos y diferentes factores que rodean a cada uno.

Otros diques no han sido investigad­os en esta materia.

Estudiar más. Las investigad­oras sugieren que este estudio se tome sólo como puntapié inicial, para profundiza­rlo con el tiempo. A la vez, se advirtió que no hay monitoreos similares sobre los demás diques, salvo el Embalse y el San Roque.

 ?? LA VOZ/ARCHIVO ?? EMBALSE. Las muestras de peces en el dique de Calamuchit­a se tomaron entre 2014 y 2015. Las conclusion­es se conocieron ahora.
LA VOZ/ARCHIVO EMBALSE. Las muestras de peces en el dique de Calamuchit­a se tomaron entre 2014 y 2015. Las conclusion­es se conocieron ahora.

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