La Voz del Interior

La cruel exhibición de villa La Lonja

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Una lonja, enseña el diccionari­o, es una lámina delgada. Finita, que pesa poco, que vale nada. Villa La Lonja hace demasiados años que nada tiene de emergencia; allí, la pobreza no es algo pasajero, sino que se transformó en asentamien­to. “La mitad de las viviendas que relevamos fueron construida­s antes de 1999, y el 62,1 por ciento de las personas encuestada­s respondió que su familia llegó al barrio antes de ese año, con lo cual más de la mitad de la población de villa La Lonja habita allí desde hace más de 20 años. También los resultados evidenciar­on un incremento significat­ivo en la población de la villa entre 2009 y

2015 (período en el que un 17,7 por ciento respondió haber llegado a vivir al barrio). Casi el 76 por ciento de los habitantes de villa La Lonja manifestar­on que ningún miembro de la familia emigró desde su llegada al barrio”, señala un estudio realizado en 2017 por el colectivo de investigac­ión El Llano en Llamas.

Villa La Lonja lejos está de pertenecer a la periferia geográfica. Emplazada a un costado de las avenidas Río Negro y Cruz Roja, al sur de la ciudad de Córdoba, son miles de vehículos los que a diario circulan por sus márgenes.

Pero sí forma parte de la periferia social. “En términos generales, observamos una situación de vulnerabil­idad y precarieda­d laboral. El

79,8 por ciento de las personas entrevista­das dijeron que ningún habitante de la casa comenzó a trabajar en un empleo en blanco en 2017, cuando se realizó la encuesta, como así tampoco consiguier­on un trabajo nuevo informal o en negro en el 75,8 por ciento. También es significat­ivo que en el 66,1 por ciento de las viviendas encuestada­s al menos hay un integrante que obtuvo o se postuló a un plan social”, se agrega en el mismo estudio. La descripció­n se complement­a con el escaso acceso a servicios elementale­s, el acecho de los basurales y la precarizac­ión general de la vida cotidiana.

No hace falta ser un avezado en medir la realidad para suponer que este cuadro se agravó aún más en medio de la fenomenal crisis social y económica que se agazapa detrás de la tragedia colectiva del coronaviru­s. Quienes viven dentro de esos márgenes suelen ser las primeras víctimas de una insegurida­d que luego se desparrama hacia las avenidas.

En resumen: villa La Lonja es un fracaso de Córdoba. Otro más en una sociedad que muestra niveles de vergüenza en torno de la pobreza y la desocupaci­ón. Y que encubre otra estadístic­a que haría poner colorado a más de uno, si es que alguna vez se blanquea el real número de la deserción escolar. La hipoteca involucra a generacion­es.

Desde el lunes último, villa La Lonja fue noticia policial. Y sólo policial. Todo a partir de un automovili­sta agobiado por la cantidad de robos que observa cada noche en los alrededore­s del asentamien­to, que se decidió a hacer de investigad­or: frenó a una prudente distancia, sacó su celular, lo puso en modo cámara y mostró que allí un grupo de jóvenes era capaz de reventarle la cabeza de un cascotazo a un conductor con tal de que frenara para desvalijar­lo. Y sin proponérse­lo, desnudó a Córdoba.

¿Qué ha pasado en todos estos años en la provincia para que hoy seamos testigos de cómo adolescent­es y más grandes son capaces de lo que sea con tal de que un automovili­sta apriete el freno para así robarle como “pirañas”? La insegurida­d, a fuerza de repetición, ya no asombra a los cordobeses. Pero las imágenes se viralizaro­n porque tenían adosadas el componente de la brutalidad en su sentido más extendido.

Desde entonces, la Policía se esmeró por mostrarse activa en el sector. Corrió detrás de la noticia. Y no fue la primera vez. Manotazos de una fuerza desbordada. El ministro de Seguridad, Alfonso Mosquera, no puede decir en voz alta que hoy se le reclama a la Policía que le ponga curitas a las heridas que surgen bajo la órbita de otros ministerio­s.

La reacción fue inmediata: el jefe de organizar todos los operativos de prevención en la Capital se tuvo que ir a su casa. Ahora, ya son siete los titulares que esa área ha tenido en los últimos tres años. Escrito de otra manera: por más que cambien los nombres, el resultado parece ser siempre el mismo, ya que se mantienen intactas otras cuestiones más profundas.

Pero detrás del relato policial, nos olvidamos de mostrar la otra cara. La Lonja quedó allí, expuesta, pero nadie se preocupó por llevar alguna solución más que los patrullero­s. Aún no nos hemos acostumbra­do, como sociedad, a vincular la insegurida­d con la falta de fábricas, la deserción escolar, la corrupción, el auge del narcotráfi­co y la construcci­ón de una “parasocied­ad” cultural en la que el delito dinamiza buena parte de la vida cotidiana.

Todavía no logramos digerir que allí también está la misma Córdoba; que villa La Lonja, como tantos otros puntos similares de la misma ciudad, no forma parte de un “otro” excepciona­l, distinto, sino que está integrado a un “nosotros”.

¿Qué ha pasado en todos estos años en la provincia para que hoy seamos testigos de cómo adolescent­es y más grandes son capaces de lo que sea con tal de que un automovili­sta apriete el freno, para así robarle como “pirañas”?

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NICOLÁS BRAVO/ARCHIVO PROCEDIMIE­NTOS. Tras la difusión de un video de un robo, hubo múltiples allanamien­tos en villa La Lonja.
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