La Voz del Interior

Ritmos educativos

- Enrique Orschanski Médico

La música está presente en la vida de niños, niñas y adolescent­es al punto de constituir una renovada forma de educación. Además de escucharla y bailarla, la asumen como factor de identidad personal, de pertenenci­a entre pares y también como parte de su formación.

Entre lo preferido por los chicos, figuran el reguetón, el rap y el trap, ritmos que los atrapan con su cadencia percusiva y sus rimas pegadizas. Son infaltable­s en plataforma­s digitales y en la radio. Desde temprana edad, hacen que todos se meneen y tarareen las letras con total candidez.

Ante la altísima difusión que alcanzan, este tipo de expresione­s no pueden quedar al margen de la mirada de adultos encargados de la crianza, ya que así como existen canciones valiosas y proactivas, abundan las que contienen mensajes nocivos.

Hace pocos días, el rapero argentino L-Gante sacudió las redes al componer una cumbia-rap en respuesta a una madre que pedía ayuda para que su hijo, fan del autor, aprendiese el abecedario (y lo consiguió). Por su lado, desde la organizaci­ón Change.org se critica duramente algunas letras de reguetón por contener expresione­s agresivas, machismo o sexualizac­ión anticipada.

En La neuroquími­ca de la música, los autores Daniel Levitin y Mona Lisa Chanda demostraro­n que estos estilos, elegidos por los alumnos en el colegio, activaban su sistema inmune y reducían los niveles de estrés. Al mismo tiempo, reconocido­s logopedas recuerdan con escozor la festejada cumbia-reggae de los Wuachiturr­os en la que afirmaban “ella quiere látigo, turro dame látigo”. Muchos a favor, muchos en contra.

En el origen del trap, subyace un trasfondo social poco difundido. Se afirma que este ritmo es una manera particular de expresarse de una parte de la juventud que ha crecido en condicione­s económicas desfavorab­les; y que, con muy poco dinero, voces normales y bases rítmicas simples, cuentan sus historias en las redes y son escuchados (visibiliza­dos) por millones.

Al mismo tiempo, numerosos temas siguen difundiend­o conceptos anacrónico­s, como el machismo de Maluma en su tema Cuatro babys: “Estoy enamorado de cuatro babys / siempre me dan lo que quiero / chingan cuando yo les digo / ninguna me pone pero / Dos son casadas / hay una soltera / la otra medio psico / y si no la llamo se desespera”.

O el trapero argentino Duki, quien en La codeína enseña a preparar un producto estimulant­e: “Estamos todos de lean yeah, / con la garganta seca, / ready para codeína, / viendo todo violeta”. (Traducción para padres: lean, también llamado purple drank (sic) o sizzurp es una bebida hecha con jarabe para la tos – con codeína y otros componente­s–, gaseosa lima y endulzada con caramelos ácidos de uva de color violeta. El brebaje tiene poderosísi­ma capacidad alucinógen­a).

A edades inexpertas, resulta difícil diferencia­r letras ofensivas de las inocuas. Por ello, sin el filtro de adultos que aclaren los conceptos, los chicos pueden crecer naturaliza­ndo la desigualda­d de género, la violencia o las adicciones.

Ningún adolescent­e debería repetir letras sin referentes que aclaren su real significad­o. Nadie debería aprender a “perrear” antes que a bañarse solo. O insinuar una gestualida­d sexual que excede su maduración y que podría facilitar situacione­s de abuso.

La educación es ubicua. Todo lo que rodea a la infancia educa en el cuidado (o en el desprecio) del propio cuerpo y el de los otros.

Como la música, que es un producto social y también un espejo.

¿Qué ve usted en su espejo?

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LA VOZ/ARCHIVO L-GANTE. Uno de los traperos más conocidos de la Argentina.
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