Pandemia: dónde se ve el impacto psicosocial en niñez y adolescencia
Las consultas psicológicas crecieron en el último año en Córdoba. Especialistas piden no patologizar ni hacer diagnósticos rápidos.
Las consultas por malestar psicológico de niños y adolescentes y de sus familias -con variantes según la edad, el entorno y las circunstancias- han crecido de manera notable en el último año y medio, cuando la pandemia obligó al confinamiento, a las restricciones sociales y a la virtualidad
“Los profesionales de la salud mental estamos preocupados por los efectos que está produciendo la situación de pandemia”, apunta Mariela Zachetti, psicóloga y profesora universitaria.
En el encuentro virtual “Tiempos de pandemia en la clínica psicológica. Terapeutas y pacientes impactados”, profesionales de la Capital y del interior de Córdoba coincidieron en la sensación de estar “abrumados” por la intensa demanda de atención terapéutica en un contexto de cansancio social generalizado.
“Hoy los pacientes necesitan que alguien los pueda calmar; es muy fuerte esa demanda”, explica Zachetti. Esto incluye a niños, adolescentes, jóvenes y adultos de todas las edades.
María Virginia González, especialista en psicoanálisis infantil y docente en la UNC, explica que los padres consultan por chicos desbordados, con crisis de ansiedad que se manifiesta en alteraciones en el sueño, en los hábitos alimenticios y en la aparición de fenómenos regresivos y de pérdida de logros evolutivos.
“Ya controlaba esfínteres, y ahora se hace encima de nuevo”. “No acepta los límites porque se enoja y estalla”. “Estamos perdidos”. Esas son algunas de las frases que, confirma la experta, se escuchan con frecuencia en boca de los adultos cuidadores.
La falta de contacto personal y la restricción en la socialización profundizan el malestar.
González plantea que la virtualidad recorta la imagen del otro a través de una pantalla, empobrece los vínculos que pierden calidez y cotidianidad y limita la posibilidad de comunicación fluida en mensajes rápidos.
“La realidad pierde una dimensión, la más concreta y cotidiana, generando un empobrecimiento de la experiencia y los aprendizajes en la infancia. El mundo se achica, se vuelve pequeño, se limitan las variables espacio-temporales coagulando en niños como en adolescentes la imperiosa necesidad de moverse para crecer”, opina González.
“El eslogan ‘El virus no se mueve, si vos no te movés’ puede ser un acertado enunciado epidemiológico pero es un imperativo demoledor para quienes deben transitar estas etapas evolutivas en las cuales el ‘moverse’ es parte del desarrollo”, agrega.
En este punto, Zachetti subraya: “En nuestra cultura, el abrazo, el saludo con un beso, son necesarios”.
Miedos y berrinches
“Hasta marzo de 2020 los niños no hablaban de la muerte, y se podía dar el tiempo necesario y acompañarlos para procesarla. Era uno en el grado el que perdía a un ser querido; ahora son varios”, explica Zachetti.
Los niños, dice, no tienen tiempo para elaborar lo que sucede, ni los adultos, para explicarlo.
“Sin dudas la realidad es lo que está traumatizando, y la escuela, que sostiene más allá de la familia, tampoco está”, apunta Zachetti.
La psicóloga remarca que en los niños pequeños, frente a tanta frustración y pérdida, aparecen con más frecuencia los berrinches, la intolerancia a los límites. Por otro lado –dice– se observan tics, trastornos de sueño o en el control de esfínteres.
Los padres de niños de 6 a 8 años suelen consultar por la aparición de “miedos”. Zachetti indica que se asocian a fuertes enojos por frustraciones vividas, y, también, al miedo a la muerte por Covid. En esos casos pueden exacerbarse las conductas de cuidado; esto es, uso permanente de alcohol, imposibilidad a salir de la casa o rechazo a que sus familiares lo hagan.
Estas conductas –explica Zachetti– son reacciones directas a la situación real de pandemia.
También aparecen temores a la hora de dormir. Zachetti relata que algunos niños dicen cosas como estas: “Mamá, ¿mañana tampoco voy al cole? ¿Tampoco veo a mis amigos? Creo que mis amigos se van a olvidar de mí”.
A partir de los 10 u 11 años, los terapeutas observan que los niños se “pierden” en las redes, donde también hacen las tareas. Zachetti apunta que se observan transgresiones, mentiras y actitudes desafiantes, quizá como un intento de “hacer lo que se quiere” en un contexto general incontrolable y poco previsible.
“Prestemos atención en cómo están aprendiendo nuestros púberes y adolescentes. También pasa en la Universidad. Para los docentes está siendo muy difícil evaluar objetivamente e individualmente”, apunta Zachetti.
La contracara, sostiene, es un cierto sentimiento de omnipotencia, el aburrimiento, la apatía, el para qué. “Son dos caras de la misma situación de angustia profunda frente al no poder, a la pérdida, y a la ausencia de referencias y de referentes que nos digan hasta cuándo”, asegura Zachetti.
Tensiones familiares
La convivencia en las familias a tiempo completo ha provocado encuentros (la familia volvió a jugar junta, por ejemplo) y desencuentros.
“La pandemia incrementa las tensiones intrafamiliares por la convivencia full time, llegando a la sensación de ‘sobrevivencia’ familiar”, explica María Virginia González.
El niño pequeño –apunta la especialista en psicoanálisis– necesita un territorio en la casa para jugar o estudiar. Pero también necesita al adulto que acompañe y entienda que tiene la función de sostén del hijo.
“Antes de la pandemia, se atendían en el consultorio a niños que sufrían. En consultas en pandemia, se reciben niños y adolescentes que sufren profundos malestares pero también adulto, padres que se sienten desarmados, desbordados e imposibilitados de acompañar a sus hijos”, dice González.
La psicóloga Claudia Torcomian plantea que hay que enmarcar la pandemia en su momento histórico, marcado por “el aumento de la insignificancia”, donde –dice- pareciera que la felicidad se entronca en torno al consumo, a lo que se puede tener, y en el que hay un apagamiento de la participación política, crisis de proyectos personales, más individualismo, conformismo y revolución tecnológica.
“De repente se produce un parate frente a hábitos y a formas de vida que giraban en torno al consumo y a las rutinas familiares, con la escuela como organizadora de tiempos y espacios”, dice Torcomian.
Los adolescentes
Un número significativo de adolescentes manifiestan sentirse solos o reportan vivencias de vacío, sin con