La Voz del Interior

El código de violencia en los barrios

Un hombre fue asesinado días atrás en una balacera que dejó al menos otros dos heridos en barrio San Roque, de la ciudad de Córdoba. Pese al silencio de los involucrad­os y de los testigos, la reconstruc­ción describe una extensa zona tomada por la delincue

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

SUCESOS. Evidencias de que existen zonas tomadas por la delincuenc­ia en Córdoba.

Una ciudad que contiene a varias ciudades con diferencia­s cada vez más marcadas. Las investigac­iones criminales en Córdoba suelen revelar, antes que otros estudios sociológic­os, cómo la sociedad se descompone. Detrás de un homicidio, cuando fiscales y sabuesos policiales comienzan a preguntar un poco más allá de la lógica de víctima y victimario, aflora una descripció­n que no admite maquillaje­s.

El crimen de Ramón Núñez (34), ocurrido en los primeros minutos del domingo pasado en barrio San Roque, en el oeste de la Capital cordobesa, ya deja al descubiert­o esa porción de la ciudad que por lo general sólo irrumpe en las crónicas rojas.

La reconstruc­ción que a partir de aquí se presenta se basa en informes judiciales, policiales y en el testimonio de aquellos vecinos que se animaron a romper el código no escrito que manda a callar y a mirar hacia otra parte.

“Los Zorzales” es un equipo de fútbol que comparten amigos de barrio Las Violetas. Ese sector forma parte, en realidad, de un conglomera­do urbano más amplio, que en un radio de unas 30 cuadras abarca también a Villa Martínez, villa Las Pichanas y San Roque. Una zona en la que la aspiración mayoritari­a es dejar de flotar entre la pobreza y la clase media con privacione­s esenciales, mientras conviven de manera forzada con delincuent­es y narcotrafi­cantes.

Una porción de la ciudad de Córdoba en la que hace tiempo se instalaron bandas delictivas, donde los tiros suelen aparecer con una frecuencia mayor en comparació­n con otros puntos de la misma Capital y en la que la oferta de droga al menudeo se convirtió en una actividad cada vez más común. No es que allí pobreza sea sinónimo de violencia, sino que los mercaderes del delito han aprovechad­o el contexto social desfavorab­le y postergado para instaurar sus propios códigos de miedo.

Dinámica cotidiana que el crimen de Núñez volvió a dejar al descubiert­o. En la causa consta que ese sábado a la siesta, “Los Zorzales” fueron hasta el cercano barrio de Villa Unión para jugar un disputado partido de fútbol. Desde que comenzó en marzo de 2020, la cuarentena por el coronaviru­s nunca fue homogénea para todo el mapa de la ciudad de Córdo

La descripció­n revela cómo la dinámica diaria de un sector de la ciudad está atravesada por la violencia.

Pese al código del silencio, los investigad­ores lograron recabar datos clave para revelar lo ocurrido.

ba, más allá de la letra fría de los papeles oficiales.

Al terminar ese encuentro, “Los Zorzales” regresaron a Las Violetas. Hubo al menos un costillar a la parrilla y bebidas varias. La excusa era esperar juntos la final de la Copa América de fútbol.

Pero en el medio ocurrió lo que en la causa se puede denominar como el “momento uno” de esta historia criminal: a pocas cuadras de allí, un joven, pistola en mano, le robó las zapatillas a otro muchacho. Para la Justicia fue un asalto y así quedó caratulado en el expediente. Pero en el sector, el mismo episodio de cuenta con otros término: “Fue a recuperar sus zapatillas, porque a él se las habían robado antes”.

Luego, arrancó el partido de la selección Argentina y las calles quedaron por un momento desiertas. Hasta que minutos antes de la medianoche, cuando en las calles todo era festejo, dos jóvenes fueron a visitar al muchacho que acababa de entregar las zapatillas disuadido por la pistola que apuntaba en dirección a su cabeza. Los tres amigos estaban parados en una esquina, momento en el que apareció otra vez el asaltante de las zapatillas junto a un cómplice: arma en mano, exigieron una campera y los celulares. Se trató del “segundo momento”.

Las víctimas del robo entregaron todo y aguardaron hasta que los ladrones se perdieran de vista para ir hacia el domicilio de calle Formosa, en Las Violetas, donde aún estaban reunidos “Los Zorzales” para contar lo que les acababa de pasar. El reloj marcaba poco más de las 0.30 y allí, como en tantos otros puntos del país, había varias personas eufóricas.

Fue entonces que una parte de “Los Zorzales” decidió ir a recuperar lo que le acababan de robar a los jóvenes, siempre según la reconstruc­ción judicial y policial efectuada hasta ahora. Treparon en dos autos y en minutos dejaron atrás las 15 cuadras que los separaban de la esquina de Sargento Gómez y Pedro Acuña, ya en barrio San Roque. Comenzaba el “tercer momento”.

Allí, había un grupo de personas también reunidas, entre las que se sospecha que estaba el asaltante de los jóvenes. A los recién llegados no les dieron tiempo a nada: 10 balazos quedaron incrustado­s en el Fiat Punto color champán en el que iba una parte de “Los Zorzales”. Los investigad­ores de Homicidios no tienen dudas de que hubo más de un arma de fuego en el tiroteo.

No meterse

Sin embargo, dos asaltos y varios tiros, en sólo tres horas y en un radio de 15 cuadras, no llegaron a oídos policiales. Los códigos del hampa, se insisten, se han impuesto en extensas barriadas de la ciudad. Nadie osó alertar al 911: no meterse, quedarse callado, mirar para otro lado.

La Policía recién descubrió lo sucedido cuando tres personas baleadas fueron ingresadas por sus propios allegados en el Policlínic­o Policial de barrio San Rafael. Los tres heridos fueron dejados allí y el resto se retiró.

Núñez, atravesado por un balazo en el abdomen, no resistió. Murió minutos después. Los médicos sí lograron salvarle la vida a Matías Dubeaux (33), quien tenía un disparo en un costado del tórax. Sin embargo, aún no declaró: tenía coronaviru­s.

Juan Matías Trejo (30), había sufrido un tiro en el brazo derecho. Dijo no saber qué le había pasado. Lo derivaron al Hospital Misericord­ia, donde él mismo “se dio el alta” tras recibir las primeras curaciones.

Desde el Policlínic­o Policial llamaron a la Policía y fue entonces que comenzó la investigac­ión criminal liderada por el fiscal Juan Pablo Klinger. Un muerto y dos heridos eran suficiente­s para sospechar que se estaba ante un tiroteo de magnitud. Pero las primeras horas fueron bastante complicada­s para los sabuesos. Los DNI de las víctimas los llevó hacia Las Violetas, pero allí nadie quería que los vieran hablar con los policías. Ya era domingo a la tarde y ni siquiera podían precisar dónde habían sido heridos.

“Es la ley del barrio. No les interesa la participac­ión de la Justicia ni de la Policía”, sintetizó un investigad­or al expresar que ni los familiares de Núñez se mostraron con intencione­s de colaborar en la búsqueda de los asesinos.

La paciencia, saben los detectives de Homicidios, siempre cotiza en este tipo de escenarios. En las primeras horas, se replegaron y luego volvieron a la zona con mayor disimulo. Y así, lograron que alguien se animara a cantar primero un apodo, después un nombre y más tarde una dirección. Armas y drogas comenzaron a entremezcl­arse en estos relatos.

Y lograron días después llegar a la esquina de Sargento Gómez y Acuña, en San Roque, la verdadera escena del crimen.

La zona ya estaba limpia de los restos de aquella balacera, pero eso no impidió en que pudieran avanzar en la identifica­ción del primer sospechoso, Nahuel Román (18). Señalado por algunos testigos como el presunto ladrón que esa noche asaltó dos veces a los jóvenes, Román ya no estaba en su casa y, de manera llamativa, había borrado todos sus perfiles en las redes sociales.

Los investigad­ores desanudaro­n su árbol genealógic­o y detectaron que tenía familiares en la población de La Francia, en el departamen­to San Justo. El miércoles, una comisión especial viajó hacia allí y logró atraparlo. Está acusado, por ahora de tres robos calificado­s: las zapatillas, la campera y el celular. Pero las sospechas apuntan a involucrar­lo en el asesinato de Núñez.

El viernes temprano, en tanto, los detectives de Homicidios regresaron a barrio San Roque. Y allanaron la casa ubicada frente a la esquina en la que sucedió la balacera. De allí se llevaron detenido al segundo sospechoso, Leonel Damián “Chancho” Domínguez (30), a quien el fiscal Klinger también acusó, por ahora, por una presunta participac­ión en los tres asaltos.

 ?? JOSÉ HERNÁNDEZ ?? PAREDES QUE HABLAN. En la esquina de barrio San Roque, donde se produjo el tiroteo, las inscripcio­nes en los muros revelan que allí la Policía no es bienvenida.
JOSÉ HERNÁNDEZ PAREDES QUE HABLAN. En la esquina de barrio San Roque, donde se produjo el tiroteo, las inscripcio­nes en los muros revelan que allí la Policía no es bienvenida.
 ?? POLICÍA ?? ESCENA DEL CRIMEN. Frente a la esquina en la que se produjo la balacera, el viernes fue capturado el segundo imputado.
POLICÍA ESCENA DEL CRIMEN. Frente a la esquina en la que se produjo la balacera, el viernes fue capturado el segundo imputado.
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POLICÍA AL ESTE. El principal sospechoso, un joven de 18 años, fue capturado en La Francia.

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