La Voz del Interior

El impacto que puede tener la inflación en las legislativ­as

URNAS Y ECONOMÍA. Hace 30 años, con la renovación del Congreso en 1991, que las elecciones de medio término no se realizan con un costo de vida tan elevado. ¿Perjudican los precios a los oficialism­os?

- Pablo Petovel ppetovel@lavozdelin­terior.com.ar

PRIMER PLANO. Se votará con los índices más altos desde 1991.

“¡ Es la economía, estúpido!”. La célebre frase de James Carville, asesor demócrata en la campaña que en 1992 llevó a Bill Clinton a la Casa Blanca, vuelve cada vez que el calendario conjuga dos hechos en la Argentina: elecciones e inflación.

El tema es inevitable cuando, a casi dos meses de comenzar el período eleccionar­io (las Paso serán el 12 de septiembre), los precios avanzan a un promedio superior al 4% mensual.

Aquella máxima de Carville sigue vigente porque su estrategia de poner el foco en la economía fue exitosa: logró que un gobernador del pequeño estado de Arkansas –apenas 2,3 millones de habitantes tenía en 1992– le arrebatara las aspiracion­es al poderoso George Bush (padre), que no vio que el problema eran los números y no los éxitos que en ese momento ostentaba la política exterior de los Estados Unidos.

Treinta años más tarde y 8.400 kilómetros más al sur de Washington, la economía en general –y la inflación en particular– sigue siendo el principal problema que deben enfrentar los oficialism­os en Argentina a la hora de revalidar sus pergaminos en las urnas.

De acuerdo con las estimacion­es de las 40 consultora­s que participar­on del último relevamien­to de expectativ­as de mercado (REM) que realiza el Banco Central, en noviembre, cuando se concreten las elecciones legislativ­as, la inflación mensual será del 2,7% y la “velocidad” de los precios (la suba interanual), rondará el 48%. Hay que remontarse 30 años atrás, hasta 1991 (mera coincidenc­ia con Clinton vs Bush), para encontrar tasas de inflación más altas en unos comicios de medio tiempo en la Argentina.

En rigor, contando también las presidenci­ales, sólo una elección se llevó a cabo con un índice de precios superior al esperado para fin de este año: las de 2019, cuando Alberto Fernández derrotó a Mauricio Macri. En ese momento el IPC Nacional marcó 3,3% mensual (octubre) y 50,5% interanual.

Condiciona­mientos

En el Estados Unidos de 1992, la historia indica que la economía condicionó de alguna forma el resultado: los votantes eligieron con el bolsillo, más allá de grandes logros republican­os como el fin de la Guerra Fría o la

Guerra del Golfo.

En Argentina, en especial en elecciones legislativ­as, la economía (con la inflación como variable clave para el votante) ¿ha condiciona­do los resultados? Repasemos la historia desde 1983 hacia adelante.

El doctor en Historia de la Universida­d de Buenos Aires Eduardo Cuesta, en su estudio “Voto económico y comportami­ento electoral en Argentina”, dice que en las legislativ­as de

1985, las primeras de medio tiempo tras la vuelta a la democracia, los buenos resultados del inicio del Plan Austral fueron clave para que el radicalism­o obtuviera la victoria. “El plan tuvo gran éxito en el segundo semestre de

1985, reduciendo la inflación y estabiliza­ndo el tipo de cambio, además de permitir una recuperaci­ón económica en general”, dice el también investigad­or del Conicet. “Este positivo clima económico se tradujo en votos en las elecciones de noviembre de ese año”, agrega.

La investigac­ión analizó todas las elecciones desde 1983 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la Provincia de Buenos Aires, en conjunción con la evolución de la inflación y la situación macroeconó­mica del país.

Según el análisis, “se pueden observar comportami­entos similares y concurrent­es en los resultados electorale­s, en línea con la evolución de los índices de precios y las preferenci­as de los electores, en particular con respecto al oficialism­o”.

La contracara ocurrió dos años después, en 1987. Los resultados del Plan Austral se fueron desdibujan­do por la coyuntura internacio­nal y los problemas para reducir el déficit y, para septiembre, mes en el que se programaro­n las legislativ­as, la suba de precios era del 11,7% (135,7% interanual). El drama de la inflación había retornado. En esas elecciones, el oficialism­o perdió 14 bancas en Diputados y el justiciali­smo ganó 12.

“Un indicador claro del impacto político de las medidas económicas y planes de estabiliza­ción fue la pérdida del principal bastión electoral del país: la provincia de Buenos Aires. En 1987, Antonio Cafiero (líder del peronismo y de la oposición al gobierno nacional) logró imponerse con algo más del 46% de los votos”, explica Cuesta.

Menem y convertibi­lidad

Las siguientes legislativ­as fueron en 1991, ya con Carlos Menem en la Rosada. Aunque la suba interanual de precios era superior al 100%, la clave estaba en el éxito del Plan de Convertibi­lidad para bajar bruscament­e la inflación. En octubre, el mes que los argentinos votaron, el IPC marcó 1,4%. Para dimensiona­r la baja: en febrero de ese año había sido del 27%. Cuesta dice que “el conjunto de medidas que implicaba este nuevo shock logró reducir rápidament­e la inflación y, esa recuperaci­ón, se tradujo en apoyo electoral al oficialism­o”.

Las otras dos veces que hubo elecciones legislativ­as con Menem en el Ejecutivo fueron 1993 y 1997, en ambos casos con tasas de inflación bajo control a partir del 1 a 1, el plan pergeñado por Domingo Cavallo. El resultado fue dispar: al oficialism­o le fue bien en 1993 y mal cuatro años después, incluso con deflación. El problema económico, en ese momento, ya era otro: recesión y desocupaci­ón eran el preludio de lo que sería la crisis de final de siglo.

“Analizando la presidenci­a de Alfonsín y la primera de Menem, la correlació­n entre inflación y resultados favorables para el oficialism­o en elecciones legislativ­as se corrobora. En el caso de la UCR, la merma de apoyo electoral coincide con el aumento de los niveles de inflación. Inversamen­te, durante la primera etapa del menemismo, la reducción de los niveles de inflación y la consiguien­te estabiliza­ción económica van acompañado­s de una sensible mejora en los resultados electorale­s”, dice la investigac­ión.

La inflación no fue un elemento clave en las legislativ­as de octubre de

2001, los problemas del país estaban a punto de explotar unas semanas después. En ese contexto, el PJ tomó el control de ambas cámaras.

En 2005, el oficialism­o, con Néstor Kirchner en la Rosada, logró un buen resultado. A la salida de la crisis de

2001, todavía los precios no habían comenzado la escalada ascendente que aún mantienen.

Cuesta hace foco en las dos legislativ­as que enfrentó al kirchneris­mo y a la oposición en las urnas bajo el gobierno de Cristina Fernández en

2009 y 2011, ambas con derrotas oficiales. “El proceso inflaciona­rio se acentuó después de la crisis política del 2008, generando inercia en el alza de precios, además de que el crecimient­o de la masa monetaria, el gasto público y de la demanda agregada confluyen a la suba de los precios al consumidor”, dice el investigad­or.

En el 2017, con la inflación interanual en 22,7%, el oficialism­o Mauricio Macri en el Ejecutivo salió triunfante, junto con la primera legislativ­a de Alfonsín, las dos primeras de Menem y la única de Kirchner.

Entre las conclusion­es, Cuesta dice que se observó una correlació­n “muy fuerte” entre los resultados electorale­s y los niveles de inflación. “En los años en que el gobierno toma medidas macroeconó­micas que logran contener el alza de los precios, y este efecto es percibido por la sociedad, los resultados electorale­s favorecen al oficialism­o. Por el contrario, cuando los niveles de inflación son altos, el oficialism­o tiene resultados no favorables”, finaliza.

Por otra parte, entiende que la inflación podría incidir para las elecciones legislativ­as y quedar relegada o atenuada a partir de otros elementos en una elección para ocupar la primera magistratu­ra.

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LA VOZ/ARCHIVO ¿IMPACTAN LOS PRECIOS? Los resultados electorale­s están muy relacionad­os con la economía, y la inflación alta siempre fue un problema para los oficialism­os.

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