La Libertadores y la moda retro
El fútbol, como la moda, tiene esa rara costumbre de reciclarse cada tanto para volver a ofrecer una imagen repetida. Hace un tiempo, la Copa Libertadores de América ha recuperado sus “mejores” postales de los años ’60/’70, cuando los partidos se definían un poco pegándole a la pelota y otro tanto, a los futbolistas.
Fueron un clásico de los noticieros de aquellos años los grandes escándalos coperos en el continente. Durante buena parte de esas primeras ediciones, el contenido de los comentarios de los encuentros sudamericanos tenía invariablemente palabras como batahola, violencia, agresión, desorden, riña... Los partidos suspendidos eran moneda corriente y las polémicas ganaban las páginas de los diarios, revistas e informativos.
Después de innumerables sanciones, inhabilitaciones y suspensiones, la Copa pareció encaminarse definitivamente hacia el lado del deporte, restándole protagonismo a las crónicas policiales. Pero como suele suceder en el mundo de la alta costura, de un día para el otro una tendencia del pasado puede volver a ganarse la escena. La famosa rueda que gira y el “todo vuelve”.
Algo de eso está sucediendo con los torneos sudamericanos, cada vez más enlodados y rodeados por la vergüenza y la irracionalidad. Los sucesos protagonizados y sufridos por la delegación de Boca en Belo Horizonte reavivaron aquellas postales del siglo pasado, cuando el caos ganaba por goleada. El fútbol sudamericano, una vez más, muestra su peor cara.
Paradójicamente, la violencia, la polémica y la sospecha se potenciaron en las últimas temporadas, precisamente cuando la tecnología se metió en el medio con el fin de garantizar mayor grado de justicia. Sin ánimo de juzgar su utilidad o no y sólo atendiendo al análisis de sus resultados, la implementación del VAR lejos de traer soluciones sólo ha sumado mayores problemas.
La modernización del fútbol sudamericano ha tenido reflejo en varios aspectos. Por ejemplo, la infraestructura de sus estadios ha ido mejorando en varios países de la región, juntamente con la adaptación de las reglas y los avances informáticos de todo tipo. Sin embargo, la superación ha sido sólo en lo superficial. Porque, a la hora del juego, de la competencia en sí, el reloj de la Conmebol atrasa como nunca.