La Voz del Interior

Cómo hacer sostenible el sistema

- Laura González

Aun con tres reformas de peso encima, a la Caja de Jubilacion­es de Córdoba le falta el 23,4% de los recursos que necesita, todos los meses, para cumplir con el pago de 109 mil jubilacion­es y pensiones.

No es un déficit menor. La cuarta parte, sobre todo cuando hablamos de un gasto anual de 83.896 millones de pesos, es una fortuna. Equivale a lo que pagaron de Ingresos Brutos los 290 mil contribuye­ntes (entre monotribut­o y régimen general) en todo 2020. Y aun así, no alcanza.

El déficit de 19.699 millones de pesos en 2020 supera, lejos, los 12.832 millones que se recaudaron por el Inmobiliar­io en todo el año.

La comparació­n da cuenta de la magnitud: todos los impuestos que pagan en Córdoba los comercios, los servicios y la producción se destinan, íntegros, al pago de jubilacion­es y pensiones.

La falta de competitiv­idad local y el tan hablado costo Córdoba es elocuente cuando se visibiliza­n comparacio­nes odiosas.

O sea, el déficit sigue siendo gigantesco, pese a que José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti asumieron, a su turno, el costo político de tres reformas. Además, fue Córdoba la primera que advirtió de la inequidad de lo que se llamaba “precoparti­cipación”: antes de distribuir la recaudació­n entre Nación y provincias, Anses se quedaba con una porción para el sistema previsiona­l nacional, adonde fueron a parar los jubilados de 10 provincias. Córdoba y las otras 12 que no transfirie­ron no obtenían nada de ese reparto precoparti­cipable y recibían su parte de una torta que se había achicado 15%.

Hoy Nación les financia una parte a las provincias que se quedaron con sus cajas.

El otro problema es que ese déficit es incorregib­le, al menos dentro de los límites jurídicos y constituci­onales que hoy existen en la Provincia.

Para avanzar de fondo podría haber tres medidas: eliminar la cifra del 82%, que figura en la Constituci­ón provincial y pagar como hace Nación, que ronda el 65%; subir la edad jubilatori­a para todo el mundo o al menos para las mujeres, que hoy se jubilan a los 60, o eliminar las pensiones para los casos en que el cónyuge sobrevivie­nte tenga ingresos propios.

Habría, en el medio, algunas cosas menores por hacer, como subir la edad en ciertos regímenes especiales, como Salud y Seguridad. Ni se esboza una reforma constituci­onal; y del resto, nada de eso está en los planes.

En Córdoba alegan que a esos cambios los debe iniciar Anses, pero el organismo está de campaña: en lugar de ajustar el gasto, lo sigue ampliando.

Más allá de acotar el déficit al mínimo posible, el gran mérito de las reformas previsiona­les fue haber quitado a las partes los argumentos centrales que pateaban siempre para adelante la discusión. Ya no hay mucho derecho al pataleo.

Los gremios alegaban que el derecho de contar con jubilacion­es más altas que en Nación era porque se hacían aportes personales más altos: 18% en lugar del 11% que se retiene en Anses. Imposible que reconocier­an que esa diferencia era insuficien­te. Ahora, el grueso de los trabajador­es de la administra­ción central aporta el 11%, con lo cual tienen siete puntos más de salario disponible. La Provincia hace aportes más altos y blanqueó las ayudas directas del Tesoro, que reemplazan lo que antes eran aportes personales.

La Nación cuestionab­a condicione­s de privilegio en el régimen cordobés: todas, con excepción del 82%, hoy son iguales que en Nación. Incluso el delicado 82% móvil fue forzado al extremo, con la anuencia del Tribunal Superior de Justicia, interpreta­ndo que ese 82% se calcula sobre el neto y no sobre el bruto.

La discusión es que sigue sin ser sostenible. Por más que los argumentos se hayan diluido, nunca se logró dar un debate serio con la oposición (que se supone pretender ser Gobierno) ni con los gremios sobre las opciones factibles para enderezar las cuentas previsiona­les en Córdoba. La discusión no es fácil e implica encontrar soluciones que no afecten directamen­te a quienes están próximos a jubilarse pero que necesariam­ente supondrán condicione­s menos ventajosas de las que existen hoy. Implica asumir costos, que siempre se eluden cuando no se está en la vereda gobernante.

Los sectores productivo­s cuestionan la alta presión fiscal local y también conectan esos números odiosos. En la administra­ción de Juan Schiaretti aseguran que hasta acá se llegó. Habrá que ver si el fisco sigue resistiend­o.

Los sectores productivo­s cuestionan la alta presión fiscal local y también conectan esos números odiosos.

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