La Voz del Interior

Al banquillo. Histórico juicio en El Vaticano

Arranca hoy el proceso penal más grande en la historia moderna de la Santa Sede, en el que un otrora poderoso cardenal y otras nueve personas son acusados de malgastar decenas de millones de dólares.

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Un cardenal que habría convencido a un subordinad­o de que les mintiese a los fiscales. Abogados y agentes que habrían convencido al número dos del Vaticano de que aprobase un desastroso negocio inmobiliar­io. Una analista que compró artículos de Prada y de Louis Vuitton con dinero del Vaticano que supuestame­nte debía entregar a rebeldes que tenían a una monja como rehén.

Los fiscales del Vaticano han radicado una serie de cargos escandalos­os en el juicio penal más grande en la historia moderna de la Santa Sede, el cual se inicia hoy en un tribunal instalado en los museos vaticanos. El otrora poderoso cardenal y otras nueve personas son acusadas de malgastar decenas de millones de dólares donados al Vaticano a través de malas inversione­s, acuerdos con empresario­s turbios y posibles favores a familiares y amigos. Enfrentan condenas a prisión o multas, si no ambas, en caso de ser hallados culpables.

El juicio, que segurament­e será aplazado por varios meses después de las vistas de hoy y mañana, es la culminació­n de una investigac­ión de dos años de una inversión de la Santa Sede en una fallida aventura inmobiliar­ia de 350 millones de euros. Esa operación expuso los manejos financiero­s del Vaticano y su deficiente estructura, que permitió que un puñado de personas causasen enorme daño a las finanzas y la reputación del Vaticano, actuando sin ningún tipo de control y en base a conocimien­tos limitados.

¿Y Francisco?

Los fiscales plantean que el papa Francisco y sus principale­s asesores no sólo estaban al tanto de algunas de las transaccio­nes, sino que, en algunos casos, las autorizaro­n explícitam­ente, sin revisar todos los documentos ni comprender los detalles.

Un monseñor hasta hace poco considerad­o uno de los principale­s sospechoso­s, Alberto Perlasca, logró evitar ser imputado. Su oficina manejaba las inversione­s del Vaticano de principio a fin y su jefe lo identificó como el principal responsabl­e de tapar el costoso resultado. Los fiscales, no obstante, dijeron que Perlasca se dio vuelta y es un testigo importante de las irregulari­dades.

Francisco ya ha condenado en la práctica al único cardenal enjuiciado, Angelo Becciu.

Ex jefe de personal de la secretaría de estado del Vaticano, Becciu es asociado con un misterioso personaje que también está siendo enjuiciado, Cecilia Marogna, a quien contrató en el 2016 como consultora de seguridad. Los fiscales dicen que Marogna desvió 575.000 euros que Becciu había asignado al pago del rescate de rehenes católicos.

El negocio de bienes raíces data del 2014, en que la Secretaría de Estado del Vaticano decidió invertir en principio 200 millones de euros en un fondo manejado por el empresario italiano Raffaele Mincione. La mitad del dinero fue usada en la compra de un edificio en Londres.

Para noviembre de 2018, la inversión original ya había perdido 18 millones de euros, según los fiscales, lo que empujó al Vaticano a buscar una salida, aunque reteniendo intereses en el edificio, que se encontraba en el exclusivo barrio londinense de Chelsea.

Otro agente italiano, Gianluigi Torzi, ayudó a arreglar un pago de 40 millones de euros a Mincione para sacarlo del medio.

Según los fiscales, Torzi engañó a la Santa Sede y reestructu­ró 1.000 acciones de la nueva empresa dueña de la propiedad de modo tal que él se quedaba con el derecho al voto. Los fiscales dicen que acto seguido Torzi extorsionó al Vaticano y le sacó 15 millones de euros para devolverle el control del edificio, que la Santa Sede creía haber adquirido.

Mincione y Torzi, quienes están acusados de fraude, lavado de dinero, desfalco y otros cargos, niegan también las acusacione­s.

El pago de 15 millones de euros a Torzi es el eje del juicio. Los fiscales acusan a Torzi de extorsiona­r al Vaticano y a los organismos financiero­s del Vaticano de no haber hecho nada para impedir el pago. Los administra­dores del Vaticano afirman que no tenían otra opción que pagarle a Torzi, dado que la secretaría de estado, a sabiendas o no, había firmado documentos que daban a Torzi control del edificio.

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AP ESCÁNDALO. La imagen de la Santa Sede se vio afectada por esta serie de maniobras fraudulent­as.

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