La Voz del Interior

Una saludable reacción frente a los antivacuna­s

- Gabriel Esbry gesbry@lavozdelin­terior.com.ar

La vacunación contra el Covid19 no resuelve por sí sola la pandemia que desde hace un año y medio tiene en vilo a todo el mundo. De hecho, especialis­tas en inmunologí­a señalan que la ansiada inmunidad de rebaño es muy difícil de lograr con un virus respirator­io como el Sars-Cov-2, que además ya demostró ser muy rebelde y capaz de generar nuevas variantes en poco tiempo.

No obstante, la vacunación es una herramient­a sumamente eficaz para reducir la cantidad de contagios y, sobre todo, para evitar cuadros graves y bajar la letalidad. En ese sentido, alcanzar altos niveles de inmunizaci­ón contribuir­á –junto con el sostenimie­nto de los cuidados básicos (uso de barbijo, distanciam­iento, lavado de manos, entre otros)– a mitigar los efectos de la enfermedad y mantenerla bajo control.

Hoy, después de varios meses en los que el acceso a las nuevas vacunas fue sumamente complicado, la provisión de dosis se empieza a tornar más fluida, con los fabricante­s ya consolidan­do el ritmo de producción y la logística de entrega y distribuci­ón.

De hecho, Argentina ya recibió más de 41 millones de dosis y aplicó casi 34 millones de unidades, inmunizand­o parcialmen­te al 54 por ciento de su población y completand­o los esquemas de vacunación del 18 por ciento. Para lo que resta del año, se espera que estén disponible­s otros 40 millones de dosis (entre vacunas compradas en el exterior y fórmulas elaboradas localmente), lo que garantizar­ía el avance de la actual campaña.

Los que no

Hasta allí, todo bien. El problema pasa a ser ahora quienes resisten o dudan de las bondades de la vacunación. Según datos que reveló esta semana el vicegobern­ador Manuel Calvo, todavía hay un 24% de la población cordobesa mayor de 18 años que no se registró para recibir la vacuna. Es mucha gente. Estamos hablando de 670 mil personas que aún no manifestar­on su voluntad de vacunarse.

Quizá algunas tuvieron inconvenie­ntes para inscribirs­e, pero lo cierto es que la mayoría rechaza la vacuna o cree que no se contagiará y, por ende, piensa que no es necesario recibir el pinchazo. Ya sea por falta de informació­n o reparos ideológico­s, no sólo están equivocado­s –y pueden no sólo infectarse, sino cursar cuadros graves y hasta morir–, sino que también atentan contra la salud del resto de la población que sí decidió vacunarse.

A sabiendas de la necesidad imperiosa de avanzar lo antes posible con la vacunación, el mundo entero debate hoy qué hacer con esas personas. Obligarlas o convencerl­as son las dos opciones posibles.

Algunos gobiernos ya se decidieron por el primer camino, definiendo una serie de prohibicio­nes para los no vacunados; por ejemplo, impedirles asistir a espectácul­os públicos, ingresar a bares y restaurant­es o abordar un avión.

Otros, tal como se evalúa en Córdoba por estos días, prefieren apostar por la segunda alternativ­a, para lo cual ofrecen beneficios especiales a quienes ya se vacunaron, como rebajas en los impuestos o descuentos en compras con tarjetas de crédito.

Como sea, lo importante es conseguir que la mayor cantidad posible de esa gente finalmente se vacune, más temprano que tarde. De lo contrario, la posibilida­d de que fracasen los objetivos mínimos de inmunizaci­ón social se torna real, y pone en riesgo a toda la población.

Por suerte, en las últimas semanas se observan iniciativa­s particular­es que se desarrolla­n en paralelo con los esfuerzos gubernamen­tales y que también buscan alentar la vacunación o castigar su rechazo. Desde grupos de jóvenes que se organizan para convencer a sus pares de la importanci­a de vacunarse, pasando por bares que ofrecen cafés y medialunas gratis si se presenta el carné de inmunizaci­ón, hasta centros vecinales que salen casa por casa a buscar brazos que todavía están en duda.

Una suerte de espontáneo movimiento social que aporta desde lo que puede y tiene para contrarres­tar el discurso negacionis­ta que tanto daño puede ocasionar justo ahora que la pandemia empieza a mostrar signos de agotamient­o.

Cada vez surgen más iniciativa­s particular­es o comunitari­as para promover la vacunación contra el Covid: síntoma de madurez social.

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RAMIRO PEREYRA/ARCHIVO PONER EL HOMBRO. Una enfermera, en Córdoba, le dibuja un corazón a una vacuna.
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