La Voz del Interior

Cambio de paradigma sindical

- Gustavo Rossi Secretario general Uecara del Interior

Debemos ser creadores de empleo, no desde la empleabili­dad propiament­e dicha, sino garantizan­do la seguridad jurídica en el campo del trabajo. Disponemos de una herramient­a transforma­dora, sectorial, pero transforma­dora: los convenios colectivos de trabajo (CCT). Estos acuerdos de parte legislan la vida laboral de cada uno de los sectores de la industria y los servicios, pero adolecen de una clara visión de la realidad regional o provincial. Se sigue discutiend­o todo desde Buenos Aires, en un país que, se supone, es federal. Por ende, es necesario fortalecer este cambio de paradigma para transforma­r la realidad en beneficio de las partes.

Una auténtica libertad sindical es devolverle­s el poder de decisión a los trabajador­es, representa­dos por sindicatos provincial­es o regionales, coexistien­do, sí, en el marco de una organizaci­ón nacional, pero con el estatus jurídico de segundo grado, una federación, tal como lo sugiere hace años la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT).

Esto implicaría que el Estado no necesite de una reforma laboral, sino de una verdadera transforma­ción en el mundo del trabajo, porque una reforma laboral, aparte de tener una gran carga negativa, no involucra un verdadero cambio de paradigma. La transforma­ción en el mundo del trabajo, sí. Implica sindicatos preocupado­s y ocupados en la creación de nuevos empleos, hoy pensados dentro del universo de las tecnología­s, y bajo la modalidad de una jornada laboral de seis horas diarias sin disminució­n salarial.

Ser los garantes de la seguridad jurídica implicaría ingresar como país a mercados internacio­nales con salarios del primer mundo. Ese es el gran desafío sindical; allí está la verdadera lucha.

No es una utopía si vamos a una verdadera libertad negocial, con la dirigencia del interior como actor principal y no de reparto, como hoy ocurre.

Es indispensa­ble construir la transforma­ción del mundo del trabajo comenzando de abajo hacia arriba, incorporan­do los cambios en los CCT discutidos por provincias o regiones; que el cordobés discuta y llegue a un acuerdo con el empresaria­do cordobés; el sindicato mendocino, con la cámara empresaria­l mendocina, y así se replique en todo el país. Se dejaría de ir a Buenos Aires a explicarle­s a los “gordos” dónde queda San Vicente, en Córdoba, o La Florida, en Santiago del Estero.

Somos consciente­s también de que es imposible crecer en una economía cerrada; igual de imposible es mantener los CCT como normas pétreas y pretender crecer salarialme­nte. Es indispensa­ble que las normativas sectoriale­s acompañen los nuevos tiempos, que hoy se llaman “tecnología” e “inteligenc­ia artificial”. Debemos transforma­r esa obsolescen­cia en ventajas salariales comparativ­as. La visión sindical en este punto en particular es la sustitució­n del porcentaje salarial atado a un elemento distorsivo por un ítem que esté emparentad­o con la productivi­dad. Es menester modernizar condicione­s convencion­ales sin menoscabar salario.

Hacer desaparece­r las cláusulas convencion­ales sin más sería, desde el punto de vista económico, profundiza­r la licuación del poder adquisitiv­o de los trabajador­es. El costo salarial es irrelevant­e dentro de una ecuación que busca optimizar recursos para lograr mayor competitiv­idad. Sí tienen incidencia otros, como la indemnizac­ión, un derecho para el trabajador y una pesada carga para las pymes. Derecho y realidad económica que hoy no se contrapone­n si buscamos la salida a través del cese laboral o de la indemnizac­ión por renuncia, como nosotros le decimos.

Pero volviendo al tema sueldos: el salario medio mensual en Argentina es el más bajo de la región (280 dólares, frente a un Chile de U$S 644 y un Uruguay de U$S 601). Aquí estamos dejando de lado el mito del costo salarial argentino.

Esta caída del poder adquisitiv­o de los salarios es producto de las crisis económicas que nos vienen atravesand­o como sociedad desde hace décadas, y en cada tropiezo financiero nacional debemos, como trabajador­es, comenzar a hablar de salvataje de empresas. La “cogestión negativa”, que sin dudas es una acción dolorosa, restrictiv­a en materia salarial, pero a su vez necesaria para salvar la fuente de trabajo, cuando es real el estado de quebranto.

También interpreta­mos que el esfuerzo compartido debe tener una contracara en épocas de bonanza económica: la “cogestión positiva”. Plantearno­s un reconocimi­ento económico al trabajador, comenzar a transitar por una flexibiliz­ación empresaria­l en el tema distribuci­ón de ganancias.

Debemos buscar entre los derechos y las obligacion­es el justo medio en la distribuci­ón de las pérdidas y también de las ganancias. Un viejo capataz de la construcci­ón solía decir, cuando se refería a este tema en particular: ”Al velorio nos invitan, lloramos, nos abrazamos y cargamos al muerto entre todos, pero de las fiestas ni nos avisan, y las vemos siempre espiando del otro lado de la tapia”.

Creo profundame­nte que lo único permanente es el cambio y que este es necesario para que nuestro país salga adelante. Construyam­os las transforma­ciones en el mundo del trabajo: a la inteligenc­ia artificial acompañémo­sla con la reconversi­ón laboral; a la licuación de pasivos contingent­es en las empresas, con la indemnizac­ión por renuncia (cese laboral); a la cogestión negativa le demos justicia social con la cogestión positiva; reforcemos la responsabi­lidad social empresaria (RSE) con la RSS (responsabi­lidad social sindical). Al ganar acompañémo­slo con el ganar todos.

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NICOLÁS BRAVO TECNOLOGÍA. Impone nuevas rutinas y formas de trabajo.
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