La Voz del Interior

Aquellos años rotos

- Natalia Ferreyra Escritora y periodista

Okupas desembarcó en Netflix hace menos de 20 días y se volvió tendencia frente a una batería de series y películas que ofrece la plataforma y que pocas veces invitan a repensar la historia contemporá­nea de Argentina.

Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía también captó al público, pero su pulsión central era la de reconstrui­r la mayor cantidad de relatos en torno de la muerte del fiscal que puso en jaque a la presidenta más odiada y amada del país. La serie dejó gusto amargo a los odiadores y sabor a poco a los fieles de Cristina Fernández de Kirchner.

Con Okupas pasa otra cosa. Verla por primera vez o reverla después de 21 años nos aleja del presente pandémico y nos escupe a ese escenario desolador que fuimos. El visionado demanda un permanente ejercicio de memoria histórica que conduce, indefectib­lemente, a la angustia. Es diferente dimensiona­r las balas cuando están quemando a hacerlo después de unos años, cuando el cuerpo ya relajó y se siente un poco a salvo.

Entre la agonía y la explosión

La serie implica un desmontaje sobre el impacto nefasto de las acciones de políticos, banqueros, economista­s y especulado­res que impusieron las medidas económicas más liberales y crueles que existieron en el país bajo el halo de la democracia.

Me obligo a verla con la necesidad de acordarme de ese país que oscilaba entre la agonía o el ruego de que todo explote. Los desalojos a cielo abierto, la policía a fuerza de pistola sin el mínimo reparo en los derechos humanos, el descrédito a trabajar, estudiar y seguir el camino de los padres trabajador­es; la ruptura de la confianza de pares, la búsqueda incesante de ternura, amor o, al menos, algún tipo de registro y camaraderí­a.

De corte realista con poca estetizaci­ón y ridiculiza­ción de los personajes (al menos de los cuatro principale­s y a excepción de las escenas sexo afectivas), filmada con decisiones de dirección más atentas al presupuest­o que a una idea televisiva, da en el ángulo a ciertos valores del cine documental. Y esa costura es, la que desde mi punto de vista, logra el mejor efecto. Porque resulta paradójico, a veces, sentarse a ver series inspiradas en los peores dramas sociales que se filman bajo mega produccion­es y decisiones estéticas tan alejadas del brutal escenario de lo real.

Institucio­nes estalladas fue el nombre con que Ana María Fernández tituló su libro editado en 1999. La obra empezaba a preguntars­e sobre a construcci­ón de subjetivid­ades a partir de las políticas neoliberal­es y la vulnerabi liza ción como estrategia de dominación de unos grupos sobre otros.

Okupas es una muestra fiel de cómo, a inicio s del siglo 21, esa vulnerabi liza ción fue una operación que empezó a gestarse desde el poder y se adoptó como una estrategia de superviven­cia frente a otros.

Si en su estreno promovió una nueva manera de filmar en la televisión, esta nueva puesta en pantalla fuera de época invita a dimensiona­r las rupturas del tejido social a las que estamos acostumbra­dos los argentinos.

El reestreno de “Okupas” invita a dimensiona­r las rupturas del tejido social a las que estamos acostumbra­dos en la Argentina.

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