La Voz del Interior

Geriátrico­s: un año y medio casi sin contactos afectivos, en el final de la vida

PANDEMIA. La Provincia analiza una flexibiliz­ación del protocolo, para autorizar visitas y salidas. El 99% de los residentes tienen dos dosis de vacuna. Familias quebradas por el dolor de no poder verse ni abrazarse.

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Están, segurament­e, entre los que peor la pasaron (y aún la pasan) en pandemia: los miles de adultos mayores que residen en hogares, a los que en el lenguaje cotidiano llamamos geriátrico­s. Por ser el grupo de mayor riesgo sanitario, allí se plantaron en marzo de 2020 los más estrictos protocolos, que hicieron que perdieran todo contacto físico con el exterior, incluidos sus afectos.

Esos protocolos, con una variante introducid­a en septiembre pasado, siguen vigentes hoy. Suman largos 16 meses con severas restriccio­nes, incluso con la doble vacunación aplicada ya al 99% de los residentes.

Salvo el caso inicial del hogar de Saldán, apenas se inició la pandemia y que encendió todas las alertas, no hubo casos en Córdoba de muertes masivas en esas residencia­s. Aunque sí, casos inquietant­es de contagios.

Se estima que serían unos ocho mil los residentes en institucio­nes cerradas de tercera edad en Córdoba, pero esa cifra no incluye a un número quizá similar de alojados en cientos de hogares oficialmen­te no habilitado­s.

Todos siguen con la limitación de sólo poder ver a sus familiares o allegados a través de un vidrio y durante 20 minutos. Algunos admiten leves flexibiliz­aciones y dejan que un familiar por vez ingrese a una visita en el patio, al aire libre y con indumentar­ia de protección.

Desde el Gobierno de la Provincia anticipan que un nuevo protocolo para este segmento está a punto de ser anunciado, aunque aparecen interrogan­tes por el peligro de que la variante Delta cause una tercera ola.

“Ya no me reconoce”

Marcos, de 85 años, es abuelo de Natalia L. Ingresó a un geriátrico de la ciudad de Córdoba antes de la pandemia. Entonces Natalia, pese a vivir en Pilar, a más de 50 kilómetros, lo visitaba con regularida­d. “A veces lo retirábamo­s del geriátrico para ir a un bar, pasar el día o las Fiestas de fin de año. Pero desde que comenzó la pandemia casi no pude verlo”, cuenta la joven.

Natalia dice que las pocas veces que vio a su abuelo fue a través de un grueso divisorio de lona transparen­te: contacto personal cero. “No lo puedo tocar hace más de un año y medio”, señaló.

El abuelo, que padece Alzheimer, dejó de reconocer a gran parte de sus familiares durante este tiempo de aislamient­o. “La última vez que lo vi no me reconoció. También me costó mucho mantener una conversaci­ón. Es muy duro todo esto. Pese a todo, su ánimo es bueno”, contó la nieta.

Las videollama­das, a través del personal de la residencia, “ayudan a mantener algún vínculo”, admitió Natalia.

Pero apuntó que suenan ya “a poco” y que a Marcos le cuesta concentrar­se a través del celular y que el intento suele ser frustrante.

“No podíamos verla”

“Mi mamá tenía 98 años, en los últimos meses le habían descubiert­o un tumor, pero creo que murió de tristeza. Hacía dos años y medio que estaba en el hogar de las monjitas, antes la teníamos en casa. Ahí la atendían muy bien y yo iba tres veces por semana a verla, como mi hermana. Estaba lúcida. Al principio de la pandemia la veíamos desde la ventana, y ella detrás del vidrio me hacía con la seña de que entremos. Pero no podíamos. Después nos pidieron que nos quedáramos en la reja del frente, a 30 metros”, cuenta Jorge, en Río Cuarto.

Para el cumpleaños 98 de su madre, toda la familia se reunió tras la reja de entrada del hogar para saludarla. “Ahí ella nos reconoció pero con el tiempo, casi sin contacto, un día le dijo a una empleada: ´Estoy triste porque mis hijos me han abandonado´. Le explicaron que no. Hacía cinco minutos yo había estado en la puerta y le había llevado los caramelos que le gustaban, pero ella ya no entendía. Peleé por verla aunque sea a través del vidrio. Pero no lo logré, y en octubre falleció y sólo tuvimos 40 minutos a cajón cerrado. Mi hermana murió cuatro meses después de un ACV”, testimonió Jorge.

La soledad, factor de riesgo

Para el médico Martín Tauro, especialis­ta en geriatría y responsabl­e del área Tercera Edad de Jesús María, el hecho de que los pacientes alojados en residencia­s de larga estancia hayan mostrado tener un escudo alto frente al Covid-19 con doble vacunación, invita a pensar en nuevas formas de revinculac­ión con sus afectos y familiares.

“Desde lo científico, la soledad es un factor de riesgo que incrementa la mortalidad. Les hemos sacado la afectivida­d a las personas mayores. Hemos ido y vuelto con decisiones contradict­orias. Hay que pensar en otros escenarios. ¿Por qué no permitir, por ejemplo, que los residentes se reúnan con sus familiares que ya se contagiaro­n o que ya están vacunados? Es hora de repensar estas cuestiones”, opinó Tauro.

Informe especial. Participar­on de esta nota Virginia Digón y los correspons­ales Mariela Martínez, Denise Audrito, Augusto Laros, Benita Cuellar y Claudio Minoldo. Más informació­n en LaVoz.com.ar.

 ?? TOMY FRAGUEIRO ?? A TRAVÉS DEL VIDRIO. Juliana le escribe a su abuelo, internado en una residencia de Río Cuarto. Es la forma que encontró para poder comunicars­e con él.
TOMY FRAGUEIRO A TRAVÉS DEL VIDRIO. Juliana le escribe a su abuelo, internado en una residencia de Río Cuarto. Es la forma que encontró para poder comunicars­e con él.

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